Por Jason Allen
Vivimos en una época en la que los adultos intentan detener lo imparable, la marcha del tiempo. Con solo unas tantas horas en un día y una cantidad limitada de años en la vida, preservar y alargar la vida se ha convertido en una gran prioridad a través de tendencias como la condición física extrema, los suplementos nutricionales, las hormonas de crecimiento humano y el movimiento criogénico. La salud física y la vida saludable son encomiables, pero la mentalidad de que a través de ellos se superará a la muerte no lo es.
La Biblia enseña, enfáticamente, que no podemos superar la muerte. Nuestros días están numerados y no podemos presumir el mañana (Job. 14: 5). Por lo tanto, debemos vivir con la duración de la eternidad, no con la duración de nuestros días terrenales, en la vanguardia de nuestras mentes administrando nuestro tiempo como nuestro dinero: ahorrándolo, invirtiéndolo y usándolo, con sabiduría e intencionalidad.
Como tal, cómo usamos nuestro tiempo es, en última instancia, un tema del evangelio.
El Evangelio afecta a cómo vemos nuestro tiempo en esta tierra, cómo asignamos nuestro tiempo y cómo conceptualizamos la eternidad. ¿Cómo podemos redimir mejor nuestro tiempo? Más importante que los pasos de acción es nuestra perspectiva, nuestra actitud básica hacia el tiempo y la eternidad.
Debemos recordar, como nos enseña el apóstol Pablo, que los días son malos. El apóstol escribe: “Presta mucha atención, entonces, a cómo vives, no como gente imprudente sino como sabia, aprovechando al máximo el tiempo, porque los días son malos” (Efesios 5: 15–16). Con esto quiere decir que debemos vivir nuestras vidas a la luz de las realidades espirituales, las oportunidades del ministerio y las urgencias de la Gran Comisión.
Si pensamos correctamente en el tiempo y la eternidad a la luz del evangelio, los “deberes” y los “consejos” se cuidarán a sí mismos en gran medida. Es decir, cuando nuestra visión del tiempo es la correcta, estamos preparados para tomar las decisiones diarias correctas sobre cómo lo usamos. Por lo tanto, ver nuestro tiempo a través de una lente bíblica y de convicción es esencial.
A continuación, hay 4 pasos que puedes tomar cada día para mantener tu mente y corazón en la perspectiva correcta con respecto al tiempo.
- Reflexiona sobre la brevedad de la vida y la duración de la eternidad.
La vida nos pasa a un ritmo sorprendentemente rápido. Con cada año que pasa, este ritmo parece acelerarse. Un día nacen nuestros hijos; al día siguiente se gradúan de bachillerato. Un día entramos en la fuerza laboral; al día siguiente nos retiramos.
En el Salmo 90, Moisés describe la brevedad de la vida y ora para que Dios “nos enseñe a contar nuestros días con cuidado para que podamos desarrollar sabiduría en nuestros corazones” (v. 12). La brevedad de la vida a la luz de la eternidad crea un contraste aún más marcado entre los dos, un contraste sobre el cual debemos reflexionar y meditar regularmente.
- Date cuenta de la incertidumbre del mañana.
La prudencia es una virtud bíblica. La presunción no lo es. Debemos ahorrar, trabajar, planificar y prepararnos para las contingencias de la vida en el futuro. Al mismo tiempo, no podemos asumir que tendremos un futuro. Considera lo que el hermano de Jesús, Santiago, tiene que decir sobre esto:
“Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala; y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.” (Santiago 4: 13–17). La Biblia misma describe nuestras vidas como exhalaciones que se desvanecen rápidamente. Debemos reconocer hoy que no se nos promete un mañana.
- Recuerda, el tiempo es tu posesión más preciada.
El tiempo, no el dinero, es tu posesión más preciada. Y a menudo desperdiciamos nuestro tiempo de manera alarmante: redes sociales, televisión y charlas ociosas. Don Whitney observó: “Si las personas tiraran su dinero tan despreocupadamente como desperdician su tiempo, los consideraríamos locos. Sin embargo, el tiempo es infinitamente más valioso que el dinero porque el dinero no puede comprar tiempo”. Sin embargo, esto no es solo para nuestro propio beneficio; es por el de Cristo y su Reino. Nuestra asignación de tiempo es un regalo especial de El, para que lo usemos a la luz de nuestra administración divina.
- Aprende a decir “no”.
Para mí, decir la palabra “no” no vino naturalmente. Estaba equipado para decir “no” sobre temas de doctrina, convicción o moralidad, pero era mucho menos capaz de decir “no” sobre temas más subjetivos y menos consecuentes, especialmente cuando se me pedía que hiciera algo de alguien que conocía y amaba, como la familia, amigos o compañeros de la iglesia. Por lo general, el resultado no fue un desastre, pero a menudo provocó algún otro inconveniente: una dilución de mi tiempo y recursos. El viejo proverbio es válido, cuando dices “sí” a algo, estás diciendo “no” a otra cosa. Como tal, no administrarás correctamente tu tiempo hasta que aprendas a pronunciar la palabra no.
Importa cómo usamos nuestro tiempo, porque en última instancia, nuestro tiempo es un tema del evangelio. ¿Cómo usarás tu tiempo para el evangelio?
El Dr. Jason K. Allen es presidente del Seminario Teológico Bautista del Medio Oeste, en Kansas City, Mo., y es uno de los presidentes más jóvenes de toda la educación superior estadounidense. Es autor de dos libros, The SBC & The 21st Century y Discerning Your Call to Ministry. El Dr. Allen publica regularmente ensayos y presenta un podcast semanal, “Predicación y Predicadores”, que se puede encontrar en jasonkallen.com. Él y su esposa, Karen, son de Mobile, Alabama, y tienen cinco hijos: Anne-Marie, Caroline, William, Alden y Elizabeth.
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