Por : David Barceló
«Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio»
Dice un proverbio de Salomón: «fieles son las heridas del que ama» (Prov. 27:6). A veces es doloroso, pero tremendamente saludable que un amigo te haga ver tu error. Si nuestros errores son grandes, mayor habrá de ser la bondad del amigo, su
valentía y su destreza, pero aun siendo dolorosas sus palabras tendrán al final nuestra gratitud. Y siendo así nos preguntamos, ¿quién podrá hacerle ver al pecador su error? ¿Y quién convencerá al mundo de su pecado?
Los fariseos pensaban que servían a Dios y en nombre de Dios perseguían a la Iglesia del Señor. Del mismo modo Saulo aborreció a la Iglesia, y consintió con la muerte de Esteban. A su tiempo el Señor salió a su encuentro. Así fue entonces y así ha sido durante siglos. Muchos han creído que en servicio a Dios habían de torturar y quemar «herejes», cuando en realidad eran los verdaderos siervos de Dios los que estaban siendo sacrificados. Pero el Señor promete que el Consolador vendrá con poder para juzgar. Aunque ahora hay tristeza en el corazón de los discípulos, las palabras del Señor son alentadoras. Es necesario que el Señor Jesús se vaya para que pueda venir el paracleto, el abogado del cielo, el ayudador perfecto, otro, así como Cristo. Es el Espíritu del Señor el que convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Por supuesto que esto es muy cierto en la vida de cada uno de nosotros, los creyentes. Cuando el Espíritu desciende sobre alguien, la persona es convencida de sus pecados, comprende la grandeza y divinidad de Cristo, y del triunfo del Señor sobre la muerte y el pecado. En la conversión cada uno de nosotros es convencido por el Espíritu de Dios y somos transformados de esta manera. Pero aquí el Señor Jesús no está hablando del creyente en particular sino de «el mundo», y por tanto de un juicio público y poderoso. «Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio» (v. 8). Esta expresión es una clara referencia a Pentecostés. En ese día Pedro predicó ante miles de personas y muchos de los que pocos días antes gritaban «¡Crucifícale!» ahora eran convencidos de sus pecados.
Nuestra confianza está puesta en el Señor. Sabemos que el mundo nos aborrece y nos persigue, pero Dios está a nuestro lado. El Espíritu trae consuelo a nuestros corazones y es poderoso para vencer a los perseguidores de Cristo. En el día final Dios vencerá a todos Sus enemigos. Unos serán vencidos, así como Sodoma, con fuego; pero hoy aún Dios sigue venciendo a Sus enemigos como venciera a Nínive, con Su gracia. Querido lector ¿has sido tú ya convencido de tu pecado y vencido por Su gracia? «Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos» (Jon. 3:5).
(JUAN 16:8).
David Barceló es originario de Palma de Mallorca, licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma de Barcelona, Master en Teología Bíblica por el Seminario Westminster en California (MA) y Doctor en Consejería Bíblica por el Seminario Westminster en Filadelfia (DMin).
Extraído del libro Un año con jesús.
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