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El hijo del hombre (parte 1)

March 20, 2020 By lifewayliderzgo Leave a Comment

César Vidal

Que Jesús era más, mucho más que un rabino, fue un extremo que quedó establecido vez tras vez. No se trataba solo de que su autoridad no era como las de los escribas y fariseos (Mateo 7:28,29). No se trataba solo de que se arrogaba la autoridad para perdonar pecados, algo que solo Dios puede hacer (Lucas 5:17-26). Se trataba de que además no había ocultado que era alguien superior a los profetas y al Templo. Así lo dejó manifiestamente claro en una de sus controversias con los fariseos:

Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos: Maestro, deseamos ver una señal procedente de ti. Él les dijo en respuesta: La generación mala y adúltera exige una señal, pero no se le dará señal salvo la señal del profeta Jonás. Porque al igual que estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio junto a esta generación y la condenarán porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás y he aquí hay más que Jonás en este lugar. La reina del Sur se levantará en el juicio junto a esta generación y la condenará porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y he aquí hay más que Salomón en este lugar.

(Mateo 12:38-42 con Lucas 11:29-32)

Jesús no era un simple maestro de moral u otro rabino más. Era alguien que estaba por encima de los profetas y del propio Templo. Aún y con eso —y ciertamente, no era poco—, Jesús insistía en que era todavía más, y así lo dejaría de manifiesto en las afirmaciones que formuló sobre sí mismo.

No deja de llamar la atención que en el episodio trascendental de Cesarea de Filipo, Jesús reconociera que era el Mesías y el Hijo de Dios, pero prefiriera valerse de una designación que utilizó por encima de otras para referirse a sí mismo. Nos referimos a la de Hijo del Hombre. En unas ocasiones, Jesús la unió a otros títulos como al de siervo de YHVH (Marcos 10:45), al que nos referiremos en otro capítulo. En otras, la usó de manera independiente (Mateo 8:20 y Lucas 9:58; Mateo 9:6; Marcos 2:10 y Lucas 5:24; Mateo 12:8; Marcos 2:28 y Lucas 6:5; Mateo 16:27; Mateo 25:3, etc.). Ahora bien, ¿qué implicaba este título? La discusión científica acerca de este tema ha sido considerable en las últimas décadas, convirtiéndose en una de las cuestiones más debatidas en relación con la cristología.

El término griego yios anzrópu (Hijo del Hombre) se considera equivalente al arameo bar nasha. Dado que la palabra bar es usada frecuentemente en arameo indicando procedencia o características («hijo de la riqueza» equivaldría a «acaudalado»; «hijo de la mentira» a «mentiroso», etc.), H. Lietzmann llegó a la conclusión, ya en el siglo XIX, de que «Hijo del Hombre» solo significaba «hombre». Partiendo de tal base, afirmó que la expresión carecía de contenido mesiánico y que ni Jesús ni sus contemporáneos la habían entendido dotada del mismo. De hecho, según H. Lietzman, Daniel 7:13 — donde aparece la expresión por primera vez— carecía asimismo de significado mesiánico.

La tesis de H. Lietzmann atrajo a J. Wellhausen que la aceptó, si bien con algunas reservas, pero su refutación no tardaría en llegar articulada en forma tan consistente que el mismo Lietzmann terminaría retractándose de ella.

El primero en aducir poderosas objeciones en contra fue G. Dalman, si bien su refutación se vio privada de contundencia al centrarse solo en el hecho de que bar nasha no era usado en el arameo de Galilea como «hombre». Mucho más interesante, desde nuestro punto de vista, fue el análisis que del tema realizó P. Fiebig. Este aceptaba que en términos estrictamente filológicos bar nasha significaba «hombre», pero señalaba que no por eso dejaba de tener un significado como título mesiánico.

Para otros autores, la expresión equivaldría simplemente a una perífrasis de «yo» que se utilizaba en la literatura rabínica para indicar modestia o evitar dar la impresión de soberbia, para tratar temas como la enfermedad o la muerte y para evitar ofender a alguno de los oyentes. La tesis fue criticada brillantemente por J. Jeremias, quien dejó de manifiesto que bar nasha podía ser en algún caso sustitutivo de un impersonal —como nuestro «se cansa uno de leer»—, pero nunca perífrasis de «yo». A esto hay que añadir el hecho de que un uso similar de bar nasha es desconocido con anterioridad al siglo II d.C., por lo que no tiene ninguna relevancia para la utilización que Jesús hizo de él. La realidad es que, como señaló el rabino judío Leo Baeck, «siempre que en obras posteriores se menciona “ese Hijo de Hombre”, “este Hijo de Hombre” o “el Hijo del Hombre” es la cita de Daniel la que está hablando».

Por otro lado, ninguno de los supuestos usos parece encajar con lo que sabemos de Jesús, al que las fuentes no presentan ni especialmente preocupado por no ofender a sus oyentes, ni modesto en sus pretensiones ni inclinado a utilizar eufemismos a la hora de hablar de la enfermedad o de la muerte. Para colmo, como veremos en las páginas siguientes, la expresión «Hijo del Hombre» no solo cuenta con un contenido mesiánico en el judaísmo, sino que además aparece conectada con la idea del «siervo» e incluso con la de divinidad.

Un fragmento del libro Más que un rabino: La vida y enseñanzas de Jesús el judío (B&H Español)

Nota del editor: este fragmento está compuesto de dos partes, espera muy pronto la segunda entrega.


Foto por Timon Studler en Unsplash

Filed Under: Blog Posts Tagged With: historia, judaismo, profecía

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