Por : Dr. Miguel Núñez
Introducción
En este pasaje, el apóstol Pablo expresa la razón por la que él había decidido disciplinar su cuerpo y la motivación para correr con una meta definida: «no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado». Pablo estaba consciente de que el comenzar bien, no era equivalente a terminar bien. Muchos inician muy bien; con mucha velocidad y mucha motivación; pero lamentablemente no siempre terminan bien.
Pablo perseveró hasta el final por la gracia de Dios. Sin embargo, en este mismo texto, se nos deja ver que hay una participación humana en este proceso que, en este caso, se tradujo en una vida disciplinada tanto de los apetitos de la carne como en la definición de una meta que perseguir.
Vivir de esta manera requerirá decir que no a una serie de ofertas, distracciones y tentaciones a lo largo de la vida. Al mismo tiempo, necesitaremos un enfoque singular a los propósitos de Dios. Jesús, al encarnarse hizo lo mismo: «… quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios» (Heb. 12:2). Jesús no apartó la mirada de lo que le esperaba en un futuro y así debiéramos hacer nosotros.
No es por accidente que la carta a los gálatas nos advierta: «Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis» (Gal. 5:17).
La frase con la que termina este versículo es vital: «de manera que no podéis hacer lo que deseáis». Esta sola frase nos muestra que muchas veces no terminamos haciendo aquello que deseamos hacer por la oposición que los deseos de la carne ofrecen a la acción del Espíritu. Obviamente, Dios en su soberanía puede imponerse a los deseos de nuestra naturaleza caída; pero Dios no está desarrollando robots, sino hijos hechos a la imagen de Jesús. Y este proceso requiere de nuestra participación.
Pablo decidió golpear su cuerpo o someter a disciplina sus apetitos para poder predicar en tantos lugares como fuera posible. Esta era su meta: «anunciar el evangelio, no donde Cristo ya era conocido, para no edificar sobre el fundamento de otro» (Rom. 15:20). El original está escrito de una forma que pudiera traducirse: «Mi ambición es predicar a Cristo donde no haya sido conocido…». Por otro lado, al escribir a los corintios, Pablo les expresó: «Por eso, ya sea presentes o ausentes, ambicionamos serle agradables» (2 Cor. 5:9).
Ahora, esa disciplina de vida no es el fruto del esfuerzo humano, sino el resultado del dominio propio que es parte del fruto del Espíritu (Gál. 5:22-23). Pablo había estado en el tercer cielo (2 Cor. 12:2), pero eso no era garantía de que él fuera a terminar bien. Por esta razón exclama: «no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado».
En el año 1945 se destacaban tres jóvenes evangelistas. Según la opinión pública, el tercero de ellos era el menos conocido y quien menos prometía:
• Chuck Templeton • Bron Clifford y
• Billy Graham
De hecho, la novia inicial de Billy Graham lo dejó y rechazó casarse con él porque no prometía gran cosa. Sin embargo, conocemos cuál fue el testimonio de su vida y la historia del gran Billy Graham. Es triste que el único que llegó a la meta final fuera él. El menos conocido de todos en aquel momento. Los otros dos se quedaron a mitad de camino:
Chuck Templeton dejó el ministerio en el 1950 y abandonó la fe, confesando que no era cristiano. «Pero para 1948, la vida y la cosmovisión de Templeton comenzaban a ir en una dirección diferente a la de Graham. Las dudas sobre la fe cristiana se estaban consolidando cuando planeaba ingresar al Seminario Teológico de Princeton. Menos de una década después (1957), declararía públicamente que se había vuelto agnóstico».
«La historia de Clifford es nada menos que trágica. En 1954, había dejado a su esposa y sus dos hijos, que tenían síndrome de Down. El alcohol fue el vicio que destruyó su vida. Terminó vendiendo autos usados en Texas. Solo nueve años después de ser el predicador más buscado en los Estados Unidos, encontraron a Clifford muerto en una habitación de un motel de mala calidad en las afueras de Amarillo, Texas».
Por otro lado, vale la pena leer sobre la experiencia del Dr. Howard Hendricks, quien muriera en el año 2013 y quien había dedicado la mayor parte de su vida a la enseñanza en el Seminario Teológico de Dallas. Este siervo de Dios vivió hasta los 89 años de edad. En una ocasión hizo un análisis de 246 hombres que habían dedicado su vida al ministerio y quienes lamentablemente habían caído en falla moral en un periodo de dos años. Para ponerlo en perspectiva: 246 hombres descalificados del ministerio en un periodo de 24 meses significa de 2 a 3 ministros caídos por semana. Cuando el Dr. Hendricks concluyó su análisis, uno de los factores predominantes fue que estos hombres no tenían a nadie a quien rendirle cuentas. Estos ministros eran personas serias, comprometidas con el ministerio. La mayoría comenzaron a trabajar con alguien muy cercano del sexo opuesto, conduciéndolos a un involucramiento emocional; comenzaron a contarse cosas íntimas de sus vidas, en inicio, no sexuales, íntimas luchas emocionales. Las mujeres con las que se involucraron también estaban seriamente interesadas en el ministerio y cayeron.
Aquí encontramos varias enseñanzas:
• No podemos contar a alguien del sexo opuesto que no sea tu esposa cosas íntimas de nuestras vidas (aunque no sean conversaciones sexuales). Lo primero que sucede es que te involucras emocionalmente.
• Necesitamos tener límites.
• Necesitamos rendir cuentas.
• Es importante mantener una relación estrecha con Dios.
Otro ejemplo e ilustración es una historia que relata Steve Farrar en su libro Finishing Strong: Going the Distance For Your Family [Cerrando fuerte: Recorrer la distancia por tu familia]. Es sobre dos pastores: John Bisagno y el Dr. Paul Beck. John era pastor de la primera iglesia Bautista de Houston. Cuando él era más joven, sostuvo una conversación con su futuro suegro (Dr. Beck), quien ya tenía muchos años de experiencia en el ministerio. El Dr. Beck le animaba a permanecer fiel a las Escrituras y al Señor Jesús. Lo que llama la atención es el comentario que este pastor experimentado le hizo a su futuro yerno: «he observado que solo uno de cada 10 personas que están en el ministerio a la edad de 21 años, permanecen o llegan bien para la edad de 65 años. Ellos caen moralmente, se decepcionan, caen en teología liberal, se obsesionan con el dinero, pero por una razón u otra, nueve de cada diez, se descarría». John Bisagno apenas tenía veinte años de edad cuando sostuvo esta conversación con el Dr. Beck. Él tomó su Biblia y en la página de atrás escribió el nombre de veinticuatro personas jóvenes, entrenadas para el ministerio y que estaban dándolo todo por el Señor Jesús. A lo largo de los años, estos hombres fueron cayendo y Bisagno fue tallando sus nombres. Treinta y tres años más tarde, cuando el pastor Bisagno tenía cincuenta y tres años de edad, solo quedaban tres nombres de los veinticuatro. Eso es equivalente a uno de cada ocho.
Ninguno de nosotros quiere ser parte de estas estadísticas. Lamentablemente, si observamos las Escrituras, nos percataremos de que mucha gente que comenzó bien, no terminó bien. Por ejemplo, no podemos decir que David terminó bien. Recordemos un poco el historial de David al final de sus días:
• una hija violada.
• un hijo asesinado por otro de sus hijos.
• otro hijo lo persiguió, le propinó un golpe de estado y eventualmente sus soldados lo mataron.
• cuando él murió, su hijo sucesor dividió el reino inmediatamente. David no terminó bien.
Daniel, José y Abraham terminaron bien, pero muchos otros no lo hicieron.
El apóstol Pablo le escribió a Timoteo: «Porque yo ya estoy para ser derramado como una ofrenda de libación, y el tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe» (2 Tim. 4:6-7). Pablo había llegado al final de su vida y ministerio, y pudo decir con toda tranquilidad: «Yo he terminado bien, terminé la carrera que me fue marcada años atrás; he guardado la fe, he peleado la buena batalla». En otras palabras: «No fue fácil; tuve que pelear, pero he peleado bien; no fue una carrera corta, ni libre de riesgos, ni libre de peligros, pero ya la terminé».
Piedras de tropiezo en el ministerio
Las piedras de tropiezo son las cosas que con frecuencia han llevado a hombres y a mujeres a tropezar y caer. Ya que el título de este capítulo es “El pastor y su descalificación” quisiera aclarar que cuando nos referimos a piedras de tropiezo no nos referimos a cosas o pecados que una vez presentes en la vida de un pastor, llevan a su remoción de manera inmediata. Más bien, como ya mencionamos, nos referimos a pecados, hábitos, circunstancias que una vez están presentes en la vida del pastor, si estas no son atendidas, terminarán con su ministerio.
Esta lista representa las piedras de tropiezo más comunes:
1. El orgullo
2. El pecado sexual
3. Una mala actitud
4. La avaricia
5. Una familia con mal testimonio
6. Una mala doctrina
Consideremos estas piedras de tropiezo por separado: 1. Orgullo
Muchas de las caídas de los hombres de Dios han estado precedidas por el orgullo. El orgullo nos lleva a creer que a nosotros no nos ocurrirá lo que le ha ocurrido a otros. Este mismo orgullo nos hace creer que no tenemos que rendir cuentas o que podremos manejar la tentación sin la ayuda de ninguna otra persona. Al mismo tiempo, es el orgullo el que nos conduce a permanecer callados cuando hemos pecado.
La persona humilde busca ayuda, confiesa, se arrepiente, rinde cuentas. El orgullo quiere impresionar; lucir bien; ganarse el aplauso y frecuentemente entiende que no necesita someterse a nadie.
C.S. Lewis señaló: «el orgullo es competitivo por naturaleza y, por tanto, las personas orgullosas viven en constante medición y comparación con otros… si son mejores maestros, mejores pastores, si predica mejor». Lewis se refería a que nadie es orgulloso por ser rico, listo o de buen aspecto; sino que es orgulloso por ser más rico; más listo o mejor parecido que otros. En otras palabras, el hecho de que un pastor sea un excelente predicador, no lo hace orgulloso; sino la idea de que él puede ser mejor predicador que otros con quienes él se compara. El orgullo parte de una comparación subjetiva que favorece al que hace la comparación.
Uno de los aspectos más serios del orgullo, es que lleva al líder a acreditarse el mérito y a empañar la gloria de Dios. Cuando las ovejas notan orgullo en sus pastores, les resulta repulsivo, desagradable y produce un sentimiento de rechazo de las ovejas hacia su pastor.
Un hombre orgulloso siempre quiere ser el centro de atención y siempre hace lo posible para que la atención esté sobre él. Esto impide que otros surjan o se formen como líderes, porque piensa que podrían quitarle la posición o la autoridad. Este hombre orgulloso considera a los demás líderes como posibles amenazas a su autoridad.
Dios ha revelado su sentir respecto al orgullo: «… no toleraré al de ojos altaneros y de corazón arrogante» (Salmo 101:5b). Debemos notar que Dios no dijo «lo ignoraré», sino que utiliza un término enfático, «no toleraré». Estas palabras nos llaman a la sobriedad y nos deben conducir a orar por humildad en todo tiempo. Prestemos atención a la misma idea en el siguiente pasaje: «Será humillado el orgullo del hombre y abatida la altivez de los hombres; el Señor solo será exaltado en aquel día» (Isa. 2:17). Esto es igualmente enfático, pero tratándose de Dios adquiere una fuerza extraordinaria.
Si los versículos anteriores no nos convencen, este último debe convencernos: «El orgullo, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa, yo aborrezco» (Prov. 8:13b). Imagina que una de las cosas que te marquen, que te caractericen, sea algo que Dios aborrece. Eso no es algo insignificante. La soberbia provoca que caigamos con frecuencia.
Manifestaciones del orgullo
A continuación, algunas manifestaciones que el orgullo puede tener:
• El líder que frecuentemente enfatiza sus títulos, sus logros, o que disfruta hacer alardes de poder.
Todo esto solo habla de una inseguridad en el ser humano que requiere traer a colación su preparación y sus logros para sentirse seguro o superior a otros. En medio de nuestra generación donde proliferan los autodenominados apóstoles y profetas, debemos recordar que los alardes de poder por parte de este grupo nunca fueron parte de la vida de Jesús, ni de sus verdaderos apóstoles.
El Apóstol Pablo dejó todas estas cosas atrás al experimentar el cambio en su vida, declarando en Filipenses 3:3: «… no poniendo la confianza en la carne». Lo que antes consideraba de importancia, luego Pablo le llamó «basura» o «pérdida» por amor a Cristo (Fil. 3:7). La meta de Pablo y la nuestra debe ser conocerlo a Él y el poder de su resurrección (Fil. 3:10).
Hubo momentos en los que Pablo pensó y expresó: «circuncidado el octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, hallado irreprensible» (Fil. 3:5-6). Todas estas cosas eran importantes para Pablo, pero luego las consideró como pérdida y basura por su deseo de complacer a Cristo.
• El líder incuestionable que no tolera ningún tipo de observación o señalamiento.
Este es el líder que se ofende con facilidad y luego perdona y olvida con dificultad. Cristo, que es la máxima expresión de la humildad, nunca se ofendió… aun cuando injustamente le llamaron bebedor, glotón y amigo de prostitutas. Debemos estar conscientes de que somos peor de lo que pensamos y no somos tan buenos como creemos.
• El líder controlador.
La necesidad de controlar a otros es una señal de debilidad en muchos líderes. Esto habla de inseguridad en la persona que teme que las circunstancias puedan salirse de su control. Desafortunadamente, el controlador se irrita con facilidad, sospecha con frecuencia de los demás y no da espacio para el desarrollo de otros ni para la expresión de la diversidad. El orgullo quiere controlarlo todo, saberlo todo, determinarlo todo y que todo lo que se considere y se determine sea para la satisfacción personal del individuo.
• Indisposición al aprendizaje.
El orgullo indispone al hombre de Dios para aprender. En ocasiones hemos invitado a pastores a participar en diferentes eventos y los pastores no asisten porque existe cierto orgullo; si asisten a estos eventos, sería una admisión de «no lo sé todo» o de «no tengo toda la preparación necesaria». La realidad es que todo el mundo sabe que el pastor no lo sabe todo y, en ocasiones, el único que no está consciente de esta realidad es el pastor mismo. Nadie lo sabe todo. Si existen recursos de educación continua y conferencias para pastores, ¿por qué considerar ofensivo el asistir? Ese pastor podría también pensar: «¿irán ovejas también a estas conferencias?». El aprender sentados junto a las ovejas es bueno para el alma, porque todos necesitamos aprender, aunque sea en distintas áreas y niveles de conocimiento de Dios.
• No aceptación o no apertura a las opiniones de los demás.
El orgullo no nos permite aceptar las opiniones de otro y con frecuencia las rechaza con ofensas. Por un lado, el orgullo ofende con facilidad a otros, sobre todo cuando otros mencionan algo que quizás la persona orgullosa no percibe como correcto o con lo que no está de acuerdo. A la vez, el orgullo es defensivo porque defiende su posición, muchas veces sin dar siquiera el beneficio de la duda o sin reconocer que podría estar en un error.
•Autosuficiencia.
El orgullo es autosuficiente; no le gusta pedir ayuda. Existe una broma generalizada en muchas culturas de que cuando un hombre está conduciendo y se pierde, no pide dirección. Generalmente la mujer se detiene y pregunta para saber cómo llegar. Pero el hombre da vueltas y vueltas. Recuerdo en una ocasión que teníamos una actividad en nuestra casa y una pareja llegó tarde. Al llegar, el esposo me dijo: «Teníamos una hora dando vueltas; no encontrábamos cómo llegar». Le respondí: «¡Ah! ¿te perdiste?». A lo que contestó: «No, no me perdí, pero di muchas vueltas para llegar». Si llegaste una hora más tarde y diste muchas vueltas, ¡es porque estabas perdido!
El orgullo no nos permite admitir que estábamos perdidos, aunque eventualmente hayamos encontrado el camino.
•Vulnerabilidad a la caída.
El orgullo vuelve a la persona particularmente vulnerable a las caídas. El orgulloso no admite sus errores, no pide ayuda, no reconoce que otros pueden saber más. Esto vuelve al líder más vulnerable a los errores y caídas, resulta en nuestro detrimento y empeora nuestra condición. Este orgullo también interfiere al momento de lidiar con las ovejas porque endurece nuestro corazón y lo vuelve poco compasivo. Las ovejas pueden percibir con facilidad esta actitud. Este es uno de esos pecados que todo el mundo ve, menos el que lo tiene; es como un punto ciego. Podemos compararlo a caminar con una mancha en la espalda; vamos caminando y la mancha es obvia, todo el mundo la ve, menos quien la tiene. El orgullo es algo similar. Es el mismo orgullo el que no nos permite ver que somos orgullosos.
En el Antiguo Testamento, tenemos una porción donde vemos con claridad un grupo de sacerdotes que, en su orgullo, habían endurecido su corazón y Dios se enojó contra ellos:
Y vino a mí la palabra del Señor, diciendo: Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y di a los pastores: «Así dice el Señor Dios: “¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? Coméis la grosura, os habéis vestido con la lana, degolláis la oveja engordada, pero no apacentáis el rebaño. Las débiles no habéis fortalecido, la enferma no habéis curado, la perniquebrada no habéis vendado, la descarriada no habéis hecho volver, la perdida no habéis buscado; sino que las habéis dominado con dureza y con severidad (Ezeq. 34:1-4).
El apóstol Pedro también instruyó a los pastores a no ejercer «señorío sobre los que os han sido confiados» (1 Ped. 5:3) y esto es precisamente lo que los pastores de Israel estaban haciendo. Podemos ver claramente que el orgullo no es solo una piedra de tropiezo para tu posible caída; es un impedimento para poder ministrar a las ovejas que están en necesidad.
William Law declaró:
Si el orgullo no muere en ti, nada del cielo puede vivir dentro de ti. No lo consideres solo como una forma de ser que no te favorece, ni mires tampoco la humildad como una virtud digna; el orgullo está hecho todo de infierno y la humildad toda del cielo.
En el texto antes mencionado de Ezequiel 34, Dios denuncia el corazón duro de los pastores de Israel y podemos ver el contraste con el corazón del apóstol Pablo cuando escribió en 2 Corintios 11:28-29:
Además de tales cosas externas, está sobre mí la presión cotidiana de la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién es débil sin que yo sea débil? ¿A quién se le hace pecar sin que yo no me preocupe intensamente?
Esto refleja en Pablo un corazón sensible, preocupado hasta el punto que si alguien hacía pecar a otro, él se indignaba. Una persona orgullosa no puede hacer esto.
• El líder enigmático o misterioso.
El orgullo hace a las personas excesivamente reservadas y faltas de transparencia; a estas personas les gusta hacer las cosas en secreto y mantenerlas en secreto porque el orgullo vive para la apariencia, para el buen nombre, para la buena posición y, por tanto, el orgulloso es muy reservado con sus cosas. El orgullo muchas veces hace que el individuo ponga distancia entre él y los demás. En algunos casos, puede tener muchos conocidos, pero nadie lo conoce a profundidad, los pasos que da y las decisiones que toma porque él no comparte esta información.
Pecado Sexual
Aunque el orgullo es la piedra de tropiezo más común, el pecado sexual es el más escandaloso, el más notorio. Y si algo sabemos es que la gente tiende a no olvidar lo que es notorio. Una de las razones por la que el pecado sexual es tan notorio, es por la extensión del daño que hace y la cantidad de consecuencia y personas afectadas por el mismo. El pecado sexual daña a la persona que lo comete, daña al esposo o la esposa (en el caso de los casados), daña a los hijos que están bajo ese matrimonio, daña a la iglesia, daña el nombre de Cristo, daña la causa de Cristo y daña a las ovejas que exclaman cuando un líder cae: «Por eso no se puede confiar en nadie». Las repercusiones del pecado sexual forman parte de una sombrilla sumamente amplia.
Tres mil años atrás, el rey David cometió adulterio con Betsabé y la caída de David sigue siendo usada como ejemplo para enseñar a otros. Me parece increíble que Proverbios 6:33 se refiera al adulterio como una «afrenta [que] no se borrará». Sin duda, esto es algo se queda en la mente de la población y de la iglesia. Que Dios nos ayude a serle fiel. El placer que David experimentó con Betsabé fue efímero; pero sus consecuencias duraderas:
- El hijo concebido con Betsabé murió al nacer (2 Sam. 12:15-25).
- Amnón,hijodeDavid,violóasuhermanaTamar(2Sam.13:1-19).
- Absalón, el hermano de Amnón, se enfureció y dos años después ordenó la muerte de su hermano Amnón en venganza por la violación de Tamar (2 Sam. 13:20-33).
- Absalón persiguió a su propio padre para quedarse con la corona (2 Sam. 15).
- Finalmente, los hombres de David mataron a Absalón y el rey lloró desconsoladamente (2 Sam. 18).
Todo esto le fue anunciado a David por parte del profeta Natán:
Ahora pues, la espada nunca se apartará de tu casa, porque me has despreciado y has tomado la mujer de Urías hitita para que sea tu mujer. Así dice el Señor: «He aquí, de tu misma casa levantaré el mal contra ti; y aun tomaré tus mujeres delante de tus ojos y las daré a tu compañero, y éste se acostará con tus mujeres a plena luz del día. En verdad, tú lo hiciste en secreto, pero yo haré esto delante de todo Israel, y a plena luz del sol» (2 Sam. 12:10-12).
Las consecuencias del pecado son amargas y duraderas; pero sobre todo las consecuencias del pecado sexual. En los últimos años, múltiples líderes del mundo evangélico han caído de diferentes maneras y algunos casos de forma muy vergonzosa.
En el año 2006, el pastor Ted Haggard, pastor principal de la New Life Church de Colorado Springs, en Colorado, fue removido de su posición por inmoralidad sexual. El 5 de Noviembre de ese año, el pastor asociado, Rob Brendle, leyó la carta que Ted Haggard escribió a su congregación:
Lamento esta circunstancia que ha causado mi vergüenza y la vergüenza de todos ustedes… yo soy culpable de inmoralidad sexual y tomo responsabilidad por todo el problema. Soy un engañador y un mentiroso. Hay una parte de mi vida que es repulsiva y oscura y con la que he estado luchando toda mi vida adulta. La acusación que ha sido traída en contra mía no es toda cierta, pero hay suficiente verdad por la que he sido, apropiada y amorosamente, removido de mi ministerio.
Haggard, no solo era el pastor principal de esta iglesia, sino también el presidente de la The National Association of Evangelicals.142 Tal vez no estés familiarizado con la historia del pastor Ted Haggard, quien era uno de los pastores que más vehementemente denunciaba el movimiento homosexual en los Estados Unidos. Eventualmente se descubrió todo el pecado sexual oculto, debido a que un prostituto que había sido su masajista por dos años, confesó que había tenido una relación con él y que incluso proveía a este pastor de drogas (medicamentos legales, pero obtenidos de manera ilícita). Todo esto, mientras denunciaba arduamente el movimiento homosexual. Eso lo hace el orgullo, el temor, la falta de rendición de cuentas y la falta de honestidad delante de Dios y delante de los hombres. Con frecuencia el orgullo y el pecado sexual van de la mano.
Medidas de seguridad
El primer paso es la honesta autoexaminación, que comienza con hacernos algunas preguntas que estemos dispuestos a responder con transparencia delante de Dios:
• ¿Tengo algo que esconder?
• ¿Tengo algo que mi esposa debiera saber que aún no sabe?
• ¿Tengo algo que mi copastor o cuerpo pastoral necesite saber?
El segundo paso es la rendición de cuentas. Recordemos que es el orgullo el que nos lleva a pensar que no tenemos que rendir cuentas, pero hacerlo es una de las medidas de protección contra la caída. Lamentablemente, una de las cosas que ocurren cuando comenzamos a vivir una vida de pecado, es una tendencia a evitar a las personas que sabemos pueden confrontarnos. De repente, comenzamos a evitar al pastor, o si soy parte de un estudio bíblico comienzo a dejar de asistir al estudio bíblico, o si en el estudio bíblico se dijo que haríamos en una próxima reunión un ejercicio de revisión de nuestras vidas, ese día presento una excusa para no acudir.
Una tercera medida de protección es prestar atención: escuchar a otros y a ti mismo. Mientras residía en Estados Unidos pertenecí a una iglesia donde el pastor cometió adulterio y se fue de la casa. Uno de los pastores que lo conocía por aproximadamente 30 años, lo llamó en reiteradas ocasiones, porque él no estaba tomando las llamadas de nadie. Yo lo llamé y no me contestó. El pastor que lo llamó, al no conseguir que le respondiera, le dejó un mensaje de voz en la contestadora, diciendo: «Amigo, lo único que te voy a decir es que escuches en tu interior todo lo que tú le has recomendado a tus aconsejados en este tema por tanto tiempo. Escúchate a ti mismo». Al otro día este pastor volvió a su casa. De alguna manera él hizo ese ejercicio. Necesitamos escucharnos a nosotros mismos, pensando en el consejo que damos a otros, si queremos perseverar en el camino. El pecado, como ya hemos mencionado, daña a tu esposa, daña a tus hijos, daña tu trabajo, tu reputación y daña al cuerpo de Cristo.
A continuación, presento algunas señales de alerta que debemos tener en cuenta si nos estamos relacionando al sexo opuesto o si estamos aconsejando a alguien del sexo opuesto:143
- ¿Experimentas frecuentes celos, impulsos posesivos y deseos de exclusividad, considerando a otras personas como una amenaza para la relación?
- ¿Prefieres pasar tiempo a solas con esa amistad y te frustra cuando esto no sucede?
- ¿Te enfadas irracionalmente o te deprimes si esa amistad se aleja ligeramente?
- ¿Pierdes el interés en otras amistades?
- ¿Experimentas sentimientos románticos o sexuales que llevan a
fantasías con esa persona?
- ¿Te preocupas por la apariencia, la personalidad, los problemas
y los intereses de esa persona?
- ¿Eres renuente a hacer planes de corto o largo plazo que no
incluyan a esa persona?
- ¿Eres incapaz de ver las faltas de la otra persona?
- ¿Te colocas a la defensiva cuando eres cuestionado sobre esa
relación?
- ¿Haces demostraciones de afecto físico más allá de lo que es
apropiado para una relación?
- ¿Te refieres frecuentemente a la otra persona en conversaciones
y te sientes en la libertad de hablar por la otra persona?
- ¿Exhibes una intimidad y familiaridad con esa amistad que causa que otros se sientan incómodos o avergonzados en su
presencia?
Las otras piedras de tropiezo que mencioné antes y que aún no hemos cubierto, incluyen:
• Una mala actitud
• La avaricia
• Una familia con mal testimonio • Una mala doctrina
Sobre estas, haré muy breves comentarios debido a que preferí hacer mayor énfasis en las dos primeras: el orgullo y el pecado sexual.
1. Una mala actitud
Las actitudes de un líder son contagiosas; pero de manera especial, esto es cierto para las malas actitudes. Las malas actitudes son el resultado de expectativas irreales de la vida y de las personas, de un carácter perfeccionista, de falta de entendimiento del sacrificio que implica la obra ministerial, de inseguridades y temores en el líder y de falta de aceptación y de gratitud de parte de aquellos que viven con esa mala actitud. Una buena actitud no garantiza que las cosas irán bien; pero definitivamente que una mala actitud nunca llevará al líder por el camino del éxito; ni producirá el endoso de Dios.
2. La avaricia
El ministerio siempre fue una vocación en la que las personas entraban reconociendo que nunca sería una forma de hacer dinero, hasta que apareció el evangelio de la prosperidad… la más grande herejía de todos los tiempos, en mi opinión. Este movimiento ha llevado a mucha gente a la bancarrota, mientras sus líderes principales lucran con las personas que se van tras esta abominación. Pensar que Dios te va a hacer rico multiplicando el dinero que has dado a un ministerio en particular, es hacer de Dios un mercader. Este evangelio nunca hubiera sido aceptado tiempo atrás. Pero nuestra generación egocéntrica y narcisista ha comprado esta mentira y se ha convencido que si nosotros somos hijos del Rey (Jesús), debiéramos vivir como príncipes. Bien aconsejaba Pablo a Timoteo:
Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores (1 Tim. 6:9-11).
Notemos cómo Pablo llama a Timoteo a huir de estas cosas. 3. Una familia con mal testimonio
Uno de los requisitos para ejercer el pastorado es tener una familia cuyo testimonio no manche la vida y el ministerio del pastor. Una vez más tenemos que recordar que el obispo o pastor debe ser alguien «Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?)» (1 Tim 3:4-5).
Ya abordamos este tema cuando hablamos del carácter moral de un pastor y vimos los requsitos que Pablo establece para su discípulo más joven. Es lamentable que muchos ministros hayan descuidado sus familias, lo que ha causado que sus hijos se hayan rebelado hasta el punto de no querer saber nada de la iglesia. En algunos casos, los hijos sienten que el ministerio les ha robado a sus padres y en otros, la rebelión se ha dado porque los hijos han visto una dualidad de vida en su padre que muchas veces predica y enseña una cosa, pero vive otra muy distinta en el hogar. En el capítulo cuatro hablamos del carácter moral del pastor y en esa ocasión citamos el mal testimonio de los hijos de Elí. Para refrescar la memoria, veamos un versículo más sobre el compartamiento de estos hombres: «Los hijos de Elí eran hombres indignos; no conocían al Señor» (1 Sam. 2:12).
Lamentablemente los hijos del profeta Samuel siguieron un derrotero similar: «Y aconteció que cuando Samuel era ya viejo, puso a sus hijos como jueces sobre Israel. El nombre de su primogénito era Joel, y el nombre del segundo, Abías; éstos juzgaban en Beerseba. Pero sus hijos no anduvieron por los caminos de él, sino que se desviaron tras ganancias deshonestas, aceptaron sobornos y pervirtieron el derecho» (1 Sam. 8:1-3).
La familia de David, como ya he comentado, también vivió de una manera deshonrosa. Y lo mismo se podría decir de un número significativo de ministros del Señor en el día de hoy.
4. Una mala doctrina
A lo largo de los años, hemos visto un número significativo de pastores o ministros que comenzaron bien, con lo que parecía una sólida formación doctrinal, pero que luego con el paso del tiempo terminaron desviándose de la fe. Pablo menciona a Demas, quien fue uno de sus colaboradores (Fil. 1:24), pero que luego negó la fe, llegando a amar más el mundo (2 Tim 4:10). Pero quizás el pasaje bíblico que mejor ilustra la facilidad con la que el ser humano puede desviarse del camino es el siguiente que aparece en el Libro de los Gálatas 2:11-14:
Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me opuse a él cara a cara, porque era de condenar. Porque antes de venir algunos de parte de Jacobo, él comía con los gentiles, pero cuando vinieron, empezó a retraerse y apartarse, porque temía a los de la circuncisión. Y el resto de los judíos se le unió en su hipocresía, de tal manera que aun Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿por qué obligas a los gentiles a vivir como judíos?
Este incidente tuvo lugar años después que Pedro había negado al Señor Jesucristo tres veces y por tanto, después de la muerte y resurrección de nuestro Señor. Aun la experiencia de la negación de Jesús no curó a Pedro de su temor. En un momento dado, comenzó a practicar una mala doctrina dejando de comer con los gentiles por temor a los judíos. Pero notemos cómo el texto nos dice que Pedro no andaba conforme a la verdad del evangelio (v.14). De manera que su comportamiento correspondería a una mala doctrina: la separación entre judíos y gentiles como había ocurrido por cientos de años, pero que ya a la la luz de la obra de Cristo no correspondía a la verdad del evangelio. El ejemplo de Pedro ya había impactado a Bernabé hasta el punto «que aun Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos» (v. 13), al igual que otros que estaban comenzando a practicar las mismas cosas. De ahí la necesidad de conocer la verdad, andar en la verdad, permanecer firme en la verdad.
Reflexión final
Las posibles piedras de tropiezo del ministro de la Palabra son muchas y de ahí la necesidad de caminar de cerca con Dios y de tener un equipo pastoral que nos ayude a rendir cuentas y a vivir a la altura de nuestro llamado. Que Dios nos cuide; que recordemos que nadie es inmune a las caídas, que nunca olvidemos el colocar límites en nuestro caminar, que nunca descuidemos nuestra vida de oración, ni la lectura de la Palabra, que nunca dejemos de rendir cuentas y que Dios nos haga hombres mansos y humildes abiertos a que nuestras vidas sean examinadas por otros.
Los límites son necesarios porque todos nosotros, en diferentes grados y en diferentes áreas, tenemos debilidades, tentaciones, y distracciones propias de la naturaleza caída. Además tenemos puntos ciegos («blind spots» en inglés) que corresponden a ciertas áreas de nuestras vidas que necesitan corrección, pero que no estamos viendo. Sin embargo, otros alrededor nuestro pudieran verlos y señalarlos para nuestro provecho. Pablo se vio en la necesidad de confrontar a Pedro por su hipocresía como vimos más arriba. Menciono esto para enfatizar nuevamente la necesidad de rendir cuentas y de estar dispuestos a ser “escrutinizados” por otros, sobre todo, por los demás pastores y ancianos que sirven en el cuerpo pastoral. Cuando David murió, su hijo Salomón, no tomó en cuenta a los consejeros de su padre, sino que prestó atención a sus propios consejeros de menor edad. Tenemos necesidad de prestar atención al consejo de hombres «con canas»; hombres que han adquirido sabiduría no solo por caminar con Dios, sino también porque la experiencia se adquiere con los años.
Al cierre de este capítulo y de este libro creo que vale la pena decir que los mejores antídotos contra las piedras de tropiezo son,
• un carácter humilde (Mt. 11:29)
• un conocimiento de la Escritura (Juan 5:39) • una dependencia del Espíritu (Gal. 5:16)
• una permanencia en el Señor (Juan 15:4)
• una vida de oración (Fil. 4:6)
• una actitud de contentamiento (Fil. 4:11-13)
Que la gracia de Dios abunde sobre cada uno de nosotros para honrar un llamado dado por el Espíritu para la gloria de Dios.
Dr. Miguel Núñez es vicepresidente de Coalición por el Evangelio. Es el pastor de predicación y visión de la Iglesia Bautista Internacional, y presidente de Ministerios Integridad y Sabiduría. El Dr. Núñez y su ministerio es responsable de las conferencias Por Su Causa, que procuran atraer a los latinoamericanos a las verdades del cristianismo histórico
Extraído del libro De pastores y predicadores.
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