Por : D.r Miguel Núñez
El pastor y su función como consejero
Yo te haré saber y te enseñaré el camino en que debes andar; te aconsejaré con mis ojos puestos en ti (Sal. 32:8).
Introducción
A lo largo de este capítulo abordaremos la función que el pastor ejerce como consejero casi a diario, a veces de manera formal y en ocasiones de manera informal. El pastor predica los domingos, pero aconseja durante toda la semana. Podrá no llamarle consejería al tiempo que él invierte en la vida de los demás, pero esta es otra manera más de cuidar la grey del Señor. Ahora bien, la diferencia entre ver al pastor como sacerdote y verlo como consejero es que la función sacerdotal del pastor involucra el cuidado espiritual de la iglesia en general, mientras que su rol como consejero se relaciona más bien con el cuidado que el pastor provee a cada oveja que se acerca a él en busca de consejo y dirección sobre un asunto en particular. En un capítulo anterior revisamos la función sacerdotal del pastor como el cuidador del rebaño, así que a continuación nos enfocaremos en el pastor como consejero de una oveja en necesidad.
La consejería bíblica
Cuando el pastor recibe a una oveja en el salón de consejería o en su oficina, su objetivo no es ofrecer una consulta psicológica al aconsejado, sino impartir consejo sabio basado en las Escrituras, bajo la unción del Espíritu. Notemos las palabras del salmista:
La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma; el testimonio del Señor es seguro, que hace sabio al sencillo. Los preceptos del Señor son rectos, que alegran el corazón; el mandamiento del Señor es puro, que alumbra los ojos. El temor del Señor es limpio, que permanece para siempre; los juicios del Señor son verdaderos, todos ellos justos; deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino, más dulces que la miel y que el destilar del panal (Sal. 19:7-10).
La Palabra de Dios es capaz de hacer todo esto al mismo tiempo en una persona. La falta de confianza en la Palabra es la causa de que muchas personas sean referidas al psicólogo para tratar con cosas que tienen que ver más con el alma que con el simple comportamiento humano.
De antemano, quiero dejar claro que este no es un texto de consejería bíblica, sino un capítulo sobre este tema dirigido principalmente a pastores y líderes que pasarán una parte de su tiempo aconsejando. Por tanto, los conceptos aquí expuestos apenas representan una introducción para comenzar a entender cómo se originan los problemas y cómo podemos nosotros comenzar a tratar con ellos.
Una definición de la consejería bíblica
La consejería bíblica debe reunir ciertos requisitos o contar con determinados ingredientes para poder ser considerada como bíblica. A continuación ofrecemos una definición práctica de consejería bíblica más que una definición académica.
La consejería bíblica es el proceso a través del cual un creyente maduro contribuye al crecimiento emocional y espiritual de un hijo de Dios, bajo la autoridad de la Palabra y a través de la sabiduría y la guía del Espíritu Santo. El proceso debe ocurrir en el contexto de una comunidad cristiana y la meta es que el aconsejado pueda ver la vida por encima del sol y reaccionar ante ella de una manera que glorifique a Dios mientras crece a la imagen de Cristo.
Tomemos entonces esta definición y analicemos cada uno de los elementos que la componen.
En primer lugar, cuando hablamos de consejería bíblica debemos partir de la premisa de que el aconsejado es un creyente. Con esto no estamos diciendo que los principios bíblicos no pueden ser usados para aconsejar a un no creyente, pero esa persona no va a poder recibir la enseñanza y llevarla a la práctica sin la ayuda del Espíritu de Dios. Es el poder del Espíritu que mora en la vida del creyente el que lo capacita para poder tomar las verdades de la Palabra y aplicarlas a su vida cotidiana. Sin esta ayuda sobrenatural todo esfuerzo humano será en vano. La consejería dada a un incrédulo debe tener un corte evangelístico.
Lo segundo que podemos inferir es que en la consejería bíblica el Espíritu Santo es el consejero por excelencia. Él inspiró las Escrituras, Él ilumina las Escrituras, Él concede el querer y el hacer (Fil. 2:13) al creyente y es ese mismo Espíritu el que da sabiduría al consejero para guiar al aconsejado.
Como ya hemos mencionado, el Espíritu Santo es la clave a la hora de llevar a la práctica las enseñanzas de la Palabra. Nota cómo Cristo enfatiza el rol del Espíritu en nuestras vidas; Jesús, sabiendo que la hora de su partida estaba cerca, declaró a sus discípulos:
Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho (Juan 14:26).
Esto incluye todas aquellas verdades de la Palabra que el pastor necesita conocer y recordar a la hora de aconsejar a las ovejas. Por otro lado, es el Espíritu de Dios el que convence al creyente de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:7).
Si el consejero es un hombre de Dios, el Espíritu Santo que mora en él iluminará su mente y lo dirigirá para saber cómo confrontar, exhortar, guiar o animar a las ovejas.
En tercer lugar, la definición de consejería bíblica que hemos provisto establece que esta consejería se lleva a cabo bajo la autoridad de la Palabra de Dios. La ley del Señor es la fuente de toda verdad que guía al creyente para poder vivir en integridad y sabiduría.
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyonturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón (Heb. 4:12).
La Palabra nos examina, nos escudriña, descubre las intenciones de nuestros corazones, nos hiere y nos sana al mismo tiempo. Por eso, el consejero bíblico tiene que hacer uso de ella. No olvidemos que la Palabra de Dios es la máxima autoridad en el salón de consejería y es un poderoso instrumento en las manos del consejero que le permite, junto a la ayuda del Espíritu Santo, discernir las circunstancias en que se encuentra la oveja y entonces guiarla conforme al consejo de Dios. Por tanto, la consejería bíblica demanda que el consejero se dirija continuamente a la Palabra de Dios y se guíe por los preceptos que allí se encuentran a la hora de impartir consejo.
En cuarto lugar, la consejería bíblica presupone que el individuo que va en busca de consejo pertenece a una iglesia local, idealmente a la iglesia del pastor que le está aconsejando, pues la comunidad en la que el aconsejado se desenvuelve tiene mucho que contribuir a su crecimiento y madurez espiritual. Un pastor no debería estar aconsejando a un llanero solitario, es decir, a una persona que dice ser cristiana, pero que no se congrega en una iglesia, pues el mismo hecho de no congregarse evidencia un problema de rebelión y falta de sometimiento a la Palabra que nos manda a no dejar de congregarnos como algunos tienen por costumbre y a exhortarnos unos a otros (Heb. 10:25), lo que solo puede hacerse cuando vivimos en comunidad. Por tanto, la consejería bíblica será más efectiva y provechosa cuando se lleve a cabo dentro de una comunidad cristiana.
Los doctores Henry Cloud y John Townsend, en su libro titulado How People Grow [Cómo crecen las personas] expresan que «el crecimiento bíblico está diseñado para incluir a otras personas como instrumentos de Dios. Para ser verdaderamente bíblicos y verdaderamente efectivos, el proceso de crecimiento tiene que incluir el cuerpo de Cristo. Sin el cuerpo, el proceso ni es fielmente bíblico ni ortodoxo».102
La Biblia nos exhorta a servir de apoyo a otros creyentes que estén atravesando tiempos de dificultad o pruebas: «Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo» (Gál. 6:2). No podrás cumplir con este mandato bíblico si no estás teniendo comunión con los hermanos. Esta es la razón por la que Cloud y Townsend entienden que tratar de hacer consejería bíblica para que la gente crezca espiritualmente sin que ellas estén involucradas en el cuerpo de Cristo no es bíblico ni ortodoxo. Esta consejería pudiera tener ciertos beneficios, pero no podría considerarse consejería bíblica.
De manera lamentable, en la actualidad, el cristiano le ha dado poca importancia a la comunidad cristiana; sin embargo, la iglesia local no es solo un lugar donde vamos a cantar, aplaudir, levantar las manos y recibir un sermón. La iglesia local es una comunidad de creyentes que ha sido concebida por Dios para colocarnos en medio de ella porque Él entiende que ese grupo de hermanos tiene cosas que nosotros necesitamos para crecer y madurar espiritualmente. La comunidad cristiana incluye a los hermanos que nos irritan, a los que nos causan molestias y a los que no nos caen tan bien. Todos ellos son parte de nuestro proceso de santificación y a la vez nosotros somos parte del proceso de crecimiento de ellos, pues Dios entiende que nosotros tenemos algo que aportar a sus vidas también.
En quinto lugar, el pastor necesita ayudar al aconsejado a entender que la circunstancia en la que él o ella se encuentra, que puede incluso ser horrible y dolorosa como la pérdida repentina de un ser querido, no escapa del control soberano y absoluto de Dios. De manera amorosa y pastoral, el consejero debe conducir al aconsejado a reconocer y aceptar que no importa cuál sea la situación que le ha llevado al salón de consejería, la misma no tomó por sorpresa a Dios ni sucedió porque Él no estaba atento a la vida de su hijo. Las cosas no se salieron de su control. Esto es importante porque el concepto que esta oveja tenga sobre el carácter y los atributos de Dios, cambiará la manera como esa persona interpretará los hechos de su vida. Ver las circunstancias de la vida por encima del sol, desde una perspectiva divina y eterna, es muy distinto a verlas por debajo del sol, desde una perspectiva terrenal y finita.
En el caso de José, por ejemplo, cuando sus hermanos se acercan a él amedrentados, pensando que José iba a tomar represalias contra ellos por haberlo vendido como esclavo, ¿qué hizo José? Les dijo: «Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente» (Gén 50:20). Con una perspectiva por debajo del sol, los hermanos de José pensaron: «Nuestro hermano se va a vengar de nosotros». Pero viendo las cosas por encima del sol, José responde: «No teman. No estoy airado con ustedes, porque Dios permitió esto para salvación de toda una nación».
Con cierta frecuencia, las ovejas llegan al salón de consejería airadas contra Dios o quizás atravesando experiencias difíciles que fácilmente pudieran terminar haciendo que se enojen contra su Creador si no tienen la perspectiva correcta. En estos casos, el consejero debe ayudarles a enfocar su mirada en los propósitos eternos de Dios. La idea es que las ovejas lleguen a reconocer que si ellas tuvieran toda la información que Dios tiene y si pudieran hacer todo lo que Dios es capaz de hacer, ellas habrían orquestado los eventos de sus vidas de la misma manera, pues la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta (Rom. 12:2). Decir que nosotros hubiéramos orquestado las cosas de una manera diferente implica que nosotros nos creemos más sabios y más benevolentes que Dios y, por tanto, capaces de orquestar nuestras vidas de una mejor manera. Pensar de esta manera sería una necedad.
En sexto y último lugar, el consejero debe tener muy en cuenta que el objetivo final de la consejería bíblica no es resolver el asunto que ha llevado a la oveja al salón de consejería, sino que el aconsejado pueda salir del proceso glorificando a Dios y reflejando más que antes la imagen de Cristo. El crecimiento emocional y espiritual de la oveja es la meta del consejero bíblico.
El origen de los problemas
Vivimos en un mundo caído y con frecuencia nos enfrentamos a circunstancias complejas, a las que no podemos dar respuestas simplistas. A continuación presentamos algunas de las causas principales por las que entendemos que los problemas se originan. Creemos que hay cuatro razones principales como causantes primarios de los problemas en la vida del ser humano. Y el pastor como consejero, necesita estar al tanto de esto para poder ayudar a la oveja a crecer:
1. La separación de Dios
2. Ausencia o distorsión del conocimiento de Dios 3. La orientación de la vida de cada persona
4. Expectativas irreales
Analicemos cada punto por separados.
La separación de Dios
La separación del hombre de su Creador comenzó tan pronto Adán y Eva pecaron. Allí mismo comenzaron a originarse los primeros problemas. Esta primera pareja experimentó temor y vergüenza, algo que nunca antes había experimentado. Ese mismo día comenzaron sus inseguridades e insatisfacciones debido a que sus corazones habían dejado de estar completamente satisfechos en Dios. Por tanto, muchos de los problemas del hombre traídos a la consejería no son más que el fruto de un corazón insatisfecho que está tratando de encontrar la satisfacción en este mundo en vez de encontrarla en Dios, quien ha prometido ser la fuente de nuestra satisfacción. La separación de Dios creó nuevas necesidades. A partir de ese momento necesitamos sentirnos,103
• Aceptados/aprobados • Acompañados
• Entendidos
• Amados
• Respetados
• Honrados
• Seguros
• Independientes • Atendidos
• Necesitados • Valorados
• Apoyados
Estas necesidades son agravadas cuando la persona sustituye a Dios en la búsqueda de «eso» que le dará la satisfacción deseada. Por esta razón, Dios declaró sobre su pueblo: «Porque dos males ha hecho mi pueblo: me han abandonado a mí, fuente de aguas vivas, y han cavado para sí cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua» (Jer. 2:13).
La ausencia o distorsión del conocimiento de Dios
En el año 2017 tuve la oportunidad de entrevistar al pastor y teólogo R.C. Sproul sobre diferentes temas. Durante la conversación me refirió que en una ocasión alguien le preguntó cuál era el problema principal del no creyente, y él respondió: «que no conoce a Dios». Inmediatamente después, la misma persona le preguntó cuál era el problema principal del cristiano, y Sproul respondió de la misma manera: «que no conoce a Dios». A lo que R.C. Sproul se refería es que con frecuencia muchos cristianos no conocen a Dios como Él quiere ser conocido y, por tanto, sufren consecuencias por haber trivializado su carácter. Otros nunca se sienten amados por su Padre celestial porque no tuvieron una buena imagen de su padre terrenal. Otros viven llenos de temor por ver a Dios eminentemente como un juez que está en contra de todo deleite terrenal. Esto no es más que el resultado de no conocer su revelación y de no conocer a profundidad a Jesús, quien vino a revelar al Padre. Por tanto, el pastor como consejero tendrá que analizar a sus ovejas para determinar hasta dónde parte de la problemática en medio de la que se encuentra es el resultado del desconocimiento de su Dios. En múltiples ocasiones, como consejero he descubierto que el aconsejado necesita más un discipulado que una consejería, debido a que sus problemas se deben a la falta de una mentalidad bíblica. El grupo Barna encontró en un estudio realizado en el año 2015 que solo un 17 % de los cristianos que consideran su fe como importante y que asisten a sus iglesias regularmente, tienen una cosmovisión bíblica. Por esta razón, señalo que mejores discípulos siempre requerirán menos consejería. Yo estoy completamente convencido de que la iglesia de hoy necesita consejería bíblica para sus ovejas; pero estoy igualmente convencido de que esta necesidad surge o aumenta en la medida en que la iglesia ha fallado en formar mejores discípulos. El movimiento de consejería bíblica como tal probablemente surgió en la década de 1970. Considero que por lo menos una gran parte de la necesidad surgió en medio de una sociedad y, por tanto, de una iglesia cada vez más herida, fracturada y quebrantada y en medio de un número cada vez mayor de personas identificadas como cristianos, pero que carecían de una formación bíblica sólida.
La orientación de la vida de cada persona
El día que nacimos de nuevo, Dios nos entregó una nueva vida que llamamos «vida eterna». A partir de este momento, la vida del cristiano debió adquirir una orientación vertical, como señala este texto bíblico:
Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra (Col. 3:1-2).
Lamentablemente, la mayoría de los creyentes continúan buscando las mismas cosas de este mundo que buscaban antes para sentirse satisfechos y realizados. En otras palabras, la orientación de su vida sigue siendo horizontal y no vertical. La vida eterna que nos entregaron no puede ser vivida con los valores de una vida temporal y terrenal. Y de ahí las grandes insatisfacciones que vemos como consejeros.
Múltiples estudios en Norteamérica han demostrado que el estilo de vida de muchos cristianos (o por lo menos denominados evangélicos) no difiere en nada del estilo de vida de muchos no cristianos. Si esto es cierto, entonces tenemos la explicación a muchos de sus problemas: el vivir una vida eterna con valores de este mundo.
Nosotros nacimos de nuevo; en ese instante fuimos regenerados y el Espíritu Santo vino a morar dentro de nosotros. A partir de ese momento, se supone que nuestras vidas deberían comenzar a ser reorientadas hacia la eternidad debido a que nuestra ciudadanía cambió de una terrenal a una celestial (Fil. 3:20). Ya no somos ciudadanos de este mundo (Juan 17:14-16). Si siendo ciudadanos de otro mundo, insistimos en vivir esta nueva vida en Cristo con los valores de nuestra vieja ciudadanía no dejaremos de cosechar consecuencias.
Expectativas irreales
Este es un mundo caído y por tanto todo lo de este mundo es incompleto, insatisfactorio, insuficiente y disfuncional. Mientras caminó sobre la faz de la tierra, el Señor Jesucristo no tuvo las cosas que en su humanidad quizás hubiese deseado tener o aun las que merecía. No tuvo los mejores discípulos, no tuvo las mejores circunstancias, no tuvo los mejores jueces cuando fue juzgado; sin embargo, Él jamás perdió su gozo ni su enfoque porque la orientación de su vida fue siempre vertical.
Algunos o muchos de nuestros anhelos tendrán que ser llenados en la eternidad futura. Como dijera el pastor C.J. Mahaney en uno de sus sermones predicados en nuestra iglesia, «algunas de nuestras lágrimas serán secadas en esta vida; otras tendrán que ser secadas en la vida venidera».
Bien nos dice el apóstol Pablo en Romanos 8:18: Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada.
El cristiano tiene que cambiar sus expectativas de vida porque el choque entre lo que espera y la realidad que le toca vivir produce en él o en ella mucha frustración, ansiedad, ira y hasta depresión. Además, recordemos las palabras de Santiago 1:2-4:
Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada.
En el versículo dos, Santiago tiernamente le recuerda a su congregación que las pruebas son inevitables. Notemos el uso de la frase «os halléis en diversas pruebas…» (no, si se enfrentan a pruebas). Santiago está diciendo que las pruebas vendrán. Él sabe que las dificultades se hacen más difíciles cuando de manera inocente asumimos que los problemas no llegarán a nosotros. Dios nunca promete que sus hijos van a escapar de este mundo caído. En su sabiduría, Él ha elegido que nosotros vivamos en medio del quebrantamiento. Ya sea debido a cizaña o enfermedad, rechazo o corrupción, guerra o polución, desalientos o peligros, nosotros estamos de alguna manera siendo tocados cada día por La caída. No deberíamos sorprendernos cuando sufrimos y cuando las pruebas llegan a nosotros; de hecho, deberíamos sorprendernos cuando no sea así.
Aceptación y gratitud son dos cualidades que el cristiano necesita cultivar como antídoto a los problemas de la vida. Necesitamos aceptar lo que Dios ha permitido en nuestras vidas y necesitamos dar gracias por sus múltiples bondades hacia nosotros. Este es un énfasis que el pastor debe hacer desde el púlpito continuamente y en las reuniones de consejería.
El evangelio en la consejería
Algunos han dicho que Cristo es el evangelio y si lo pensamos así, entonces la consejería bíblica debe estar llena de lo mismo que Cristo estuvo lleno: de gracia y de verdad (Juan 1:14). No tenemos que escoger uno sobre el otro porque los atributos de Dios no compiten entre sí. Cristo siempre amó a través de la verdad y siempre confrontó a través de la gracia. El encuentro con la mujer samaritana (Juan 4) es el mejor ejemplo de lo que estamos tratando de enseñar. De manera que, nunca olvidemos aconsejar haciendo uso del evangelio.
Todo pecado necesita ser confrontado; pero la confrontación no necesita estar divorciada de la gracia. El pastor debe colocar el evangelio de Cristo en el centro de la consejería. Él necesita comunicar la necesidad de arrepentimiento tanto a la persona que llega al salón de consejería ya confrontada, como a quien requiere ser confrontada varias veces antes de reconocer su pecado. Asimismo, el pastor necesita asegurarse de que el aconsejado comprende la oferta de perdón que Cristo ha extendido aun a aquellos que en un principio niegan su pecado y que luego lo confiesan. El gran apóstol Pedro negó a Cristo tres veces, así que no te sorprendas cuando una oveja niegue frente a ti su pecado ni la humilles por actuar de esa manera. Sé sensible al confrontarla y recuerda que la única diferencia entre Pedro y nosotros es que nosotros no hemos estado en las mismas circunstancias en las que estuvo el apóstol.
Ayuda al aconsejado a llevar su culpa a la cruz. Todo ser humano ha experimentado sentimientos de culpa, pues todos en algún momento de la vida hemos violado alguna ley o código moral que ha provocado un sentido de responsabilidad por la falta cometida. Lamentablemente, las personas por lo general no saben cómo lidiar con el sentido de culpa. Mientras algunos se esmeran en apagar todo sentimiento de culpa, otros viven cargados y abatidos por la culpa.
Imagina el caso de un padre que se ha dado cuenta de que ha educado a sus hijos de mala manera. Quizás esa persona no sabía lo que estaba haciendo porque nunca tuvo un buen modelo a imitar y sencillamente replicó lo poco que conocía. Tal vez al momento de criar a sus hijos este padre desconocía las verdades de la Palabra y ahora que ha creído en el evangelio, al mirar atrás puede ver el mal ejemplo que por años le dio a sus hijos. Entonces, ¿cómo lidia este padre con el sentimiento de culpa? Él no puede regresar el tiempo y empezar a criar a sus hijos de nuevo, pero hay algo que él sí puede hacer. Él puede ir a la cruz y depositar su pecado y su culpa a los pies de Jesús. Él puede acercarse al Señor y reconocer todo lo malo que ha hecho, el mal ejemplo que por tanto tiempo ha dado a sus hijos, pedir perdón y recibir el perdón de Dios.
Ahora bien, hay hijos de Dios que aún después de hacer esto continúan cargando con un profundo sentimiento de culpa. Esto se debe únicamente a que en el fondo no le han creído a Dios. Por tanto, con un corazón pastoral, no acusatorio, el consejero debe ayudar a esas ovejas a ver su incredulidad, pues Dios dice en su Palabra que «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad» (1 Jn. 1:9). De modo que, si la persona fue sincera al confesar sus pecados ante Dios, ya no hay razón para seguir cargando con la culpa. El cristiano que vive lleno de culpa a pesar de haber acudido a Dios en arrepentimiento, niega la obra redentora de Cristo en la cruz.
La cruz está ahí para recordarnos que hemos sido perdonados y poder volver a ser perdonados. Y la cruz no solamente es suficiente para los pecados del pasado, sino también para los pecados del presente y los pecados que hemos de cometer en el futuro. En la cruz, Cristo no nos hizo justificables, Él nos justificó. Por esta razón, cuando en el día de mañana una de sus ovejas cometa un pecado, esta debe regresar a Él en arrepentimiento, a fin de restaurar la calidad de la relación que ha sido quebrantada por el pecado, pero no para evitar ser castigado por su pecado, pues Cristo pagó por ese pecado hace ya más de dos mil años. ¡Consumado es!
No obstante, el sentimiento de culpa puede llegar a ser tan grande que en ocasiones he escuchado a personas decir que Dios los está castigando por algún pecado que han cometido en el pasado, como la madre que piensa que su hijo que tuvo un accidente ha muerto porque Dios le está haciendo pagar por haberse practicado un aborto años atrás. Aquellos que piensan de esa manera no han entendido la obra redentora de Cristo. El juicio se cumplió sobre los hombros de Jesús.
Lamentablemente, muchos hijos de Dios tienen una teología de uno por uno, la misma teología que tenían los amigos de Job: «Job, si estás así es porque pecaste. Estamos seguros que pecaste y lo peor de todo es que tú estás negando que pecaste». Estos hombres argumentaban que el sufrimiento experimentado por Job era básicamente una consecuencia de su pecado. Esa misma forma de pensar es la razón por la que los discípulos, al ver a un hombre ciego de nacimiento, se acercaron a Cristo y le preguntaron: «Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?» (Juan 9:2). Los judíos entendían que si una persona nacía enferma era porque alguien había pecado, ya sea los padres o el feto en el vientre. Si bien es cierto que el pecado puede ser una causa del sufrimiento, en este caso la respuesta de Cristo nos enseña que el pecado no tenía nada que ver con la ceguera de este hombre. Jesús respondió a sus discípulos: «Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él» (Juan. 9:3). De hecho, Cristo llegó a negar la creencia popular del momento, es decir, que aquellos que sufren calamidades son más pecadores que los que son librados de experimentar aflicciones. Esto ocurrió cuando algunos le hablaron sobre los galileos que fueron asesinados por las autoridades romanas mientras se encontraban en el proceso de ofrecer sacrificios y Jesús, en respuesta a sus comentarios, declaró:
Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque sufrieron esto? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. ¿O pensáis que aquellos dieciocho, sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, eran más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente (Luc. 13:2-5).
Indudablemente, de este lado de la gloria ocurren cosas indeseables a diario, pues es el resultado natural de vivir en un mundo caído. Ahora bien, algunas de esas cosas malas que nos ocurren sí son consecuencias directas de nuestro pecado. Por ejemplo, una persona que por años ha ingerido bebidas alcohólicas en exceso y de manera irresponsable, puede desarrollar una cirrosis como consecuencia de ese abuso crónico del alcohol. Sin embargo, si tu hijo sale a la calle el día de mañana y tiene un accidente automovilístico, no debemos concluir que eso ocurrió como resultado de un pecado que tú o él cometieron. Ahora, si conscientemente prestas las llaves del carro a un hijo irresponsable y este tiene un accidente de tránsito, entonces podemos concluir que ese accidente es una consecuencia de una falta que tú cometiste. Pero Dios no castiga el pecado de sus hijos porque ya Cristo cargó con el peso de nuestros pecados en el madero y la cruz está ahí para que llevemos todas nuestras culpas a los pies de nuestro Redentor. Dios sí nos disciplina, como bien explica el autor de Hebreos, en el capítulo 12.
Si vives el evangelio, no serás un juez acusador al escuchar el pecado de alguien. Más bien, serás un instrumento para llevar a esa persona al arrepentimiento. Antes de juzgar con severidad a otro creyente ten presente lo siguiente: «en primer lugar, desconoces cuánto esfuerzo hizo esa persona para no caer. Tampoco conocemos el poder de las fuerzas que lo asediaron».109
Por ejemplo, ninguno de nosotros sabe en carne propia lo que es estar en vela durante toda una madrugada en el primer siglo, siendo Herodes, Pilatos bajo el César, los dictadores de la región, y estar allí escuchando el juicio contra alguien a quien van a crucificar porque lo consideran un rebelde. Ninguno de nosotros ha estado bajo ese nivel de presión para ser tan duros al juzgar a Pedro por haber negado a Cristo.
Nosotros desconocemos cómo hubiéramos reaccionado estando en las mismas condiciones que estuvo ese hermano que pecó. Nadie está exento de una caída (1 Cor. 10:12); por tanto, la caída del otro debe llevarnos inmediatamente a la sobriedad, pues en el día de mañana ese pudiera ser tu caso.
No olvidemos que por medio de Jesucristo y gracias a su obra en la cruz, aun el más vil de los pecadores puede encontrar el perdón y la gracia de Dios. Por todas estas razones, el evangelio de Cristo debe ser el eje sobre el que gire la consejería bíblica.
Características del pastor como consejero
Finalmente, quiero mencionar algunas características que el pastor debe poseer como consejero.
En primer lugar, el consejero bíblico, pastor o no, debe ser un hombre piadoso. Lo peor que pudiera sucederle a una oveja es tener un consejero de poca piedad, pues este no podrá dirigirla hacia una vida de devoción a Dios. Por el contrario, cuando un pastor ha pasado por diversas experiencias de vida, a través de las cuales, Dios mismo lo ha llevado a ser un hombre piadoso, él tiene entonces la madurez y la credibilidad necesaria para poder aconsejar a sus ovejas y enseñarles cómo glorificar a Dios en medio de las distintas circunstancias que Él le ha permitido atravesar y a crecer conforme a la imagen de Cristo. «En la medida en que nuestros discípulos reflejen a Cristo de manera creciente y se relacionen como Cristo lo hizo de manera creciente, en esa misma medida, ellos serán consejeros bíblicos fructíferos».
Además, el pastor necesita ser un hombre auténtico, honesto, maduro, humilde y caracterizado por una vida de integridad. Un consejero no auténtico es como un fariseo, que habla de cosas que él mismo no lleva a la práctica. Asimismo, cuando el pastor no es humilde, no puede motivar a sus ovejas a abandonar el orgullo y vivir una vida de completa sumisión a la voluntad de Dios porque él mismo no se conduce con humildad. De ahí que, un consejero bíblico es idealmente un hombre maduro en la fe, cuyo carácter ha sido probado y pulido por Dios. Además, el pastor-consejero debe ser un hombre de integridad ante Dios y ante los hombres. De hecho, debe ser una persona irreprensible como se menciona en 1 Timoteo 3.
El pastor, en su rol de consejero, debe ser un hombre de espíritu tierno y abordable, como lo fue Cristo. Nadie buscará consejo y ayuda con una persona que en vez de ser una especie de almohada santa para el que está abatido, es como una madera rígida y tosca. El pastor necesita cierto nivel de ternura en su trato hacia las ovejas hasta el punto de poder llorar con su aconsejado por el cáncer que le acaban de diagnosticar, por el pecado que acaba de confesar, o por la violencia de que ha sido víctima la noche anterior. Notemos las palabras de Pablo a los Tesalonicenses.
Más bien demostramos ser benignos entre vosotros, como una madre que cría con ternura a sus propios hijos. Teniendo así un gran afecto por vosotros, nos hemos complacido en impartiros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, pues llegasteis a sernos muy amados (1 Tes. 2:7-8).
Como consejero, el pastor debe procurar entender al otro y ponerse en su lugar antes de aconsejarle. Pero para poder hacer esto, él necesita escuchar activa, profunda y pacientemente. No interrumpas al aconsejado mientras esté hablando a menos que tengas que hacer una pregunta porque algo de lo que dijo no te quedó claro. Permite que la persona hable y trata de no ofrecer consejo antes de tiempo. Si hay un silencio porque el aconsejado se puso a llorar, no comiences a aconsejarlo a fin de romper el silencio. Por el contrario, si la persona está llorando, puedes decir algo como: «Está bien. Llora todo lo que quieras». En mi oficina siempre tengo pañuelos desechables sobre el escritorio, entonces tomo la caja, la coloco frente a la oveja y le digo: «Tranquilo. Llora». Luego, cuando la persona se ha recuperado, continuamos la conversación.
Por otro lado, el pastor necesita saber que él no siempre tiene la solución a todos los casos que se presentan en consejería. Ahora, el aconsejado va a irse a su casa bien o mal dependiendo de qué tan entendido se sienta. Aquellos que están atravesando por circunstancias difíciles anhelan sentirse comprendidos más que cualquier otra cosa. Esto implica que no confiarán en sus pastores si no se sienten comprendidos por ellos. Y aunque ningún pastor puede mirar el interior de una persona y comprender en su totalidad las distintas emociones que le embargan, una actitud que demuestre genuino interés por el bienestar del otro puede marcar la diferencia en consejería. A veces no es bueno decirle al aconsejado que entendemos por lo que está pasando, pues la realidad es que con toda probabilidad no hemos vivido en carne propia lo que nos relatan. Sin embargo, podemos decir cosas como: «Me imagino lo difícil que esa experiencia debió haber sido para ti porque ahora mismo estoy sintiendo tu dolor y yo ni siquiera estuve allí cuando eso sucedió. No fue a mí que me lo hicieron, pero puedo ver y sentir el dolor que esto te ha causado». Identificarse con los sentimientos del otro ayuda al individuo a sentirse amado y comprendido.
El consejero tiene que vivir una vida que inspire en otros confianza, credibilidad y esperanza. Para lograr esto, vive de tal manera que los demás no solo te perciban como una persona de carácter íntegro, sino también como alguien que desea aconsejarles para su bien. A su vez, el consejero debe tener gran conocimiento bíblico y aplicarlo. Si no conoces la Palabra de Dios ni sabes cómo aplicarla a la vida diaria, no sabrás cómo hacer consejería bíblica. Por tanto, escudriña diariamente las Escrituras y pídele a Dios sabiduría y discernimiento para saber cómo manejar cada caso que llegue a tus manos.
Reflexión final
El Pastor como consejero necesita ser una persona especial. Él debe poseer conocimiento bíblico, discernimiento, empatía, firmeza y al mismo tiempo debe estar lleno de gracia y verdad. En el salón de consejería, el consejero está ahí para dejarse guiar por el Espíritu de Dios y para hacer uso de las Escrituras, ya que en ellas radica el poder de cambio de la persona. Cristo lo expresó de esta forma: «Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad» (Juan 17:17). El Espíritu de Dios toma la Palabra y la aplica a la vida del creyente para producir el cambio. El apóstol Pablo nos dejó ver cómo se produce este cambio en el cristiano: «Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu» (2 Cor. 3:18).
La confianza del consejero cristiano está en la Palabra de Dios y en el Espíritu de Dios. Como consejero de las ovejas del Señor, vive una vida de piedad y una vida de intimidad con Dios. Estas dos cosas van de la mano. Tu rol como pastor consejero es representar bien a Cristo y hacer uso del evangelio, reconociendo que es en el evangelio donde radica el poder.
Ayuda al aconsejado a ver que el mayor problema está dentro de él y no afuera. Al hacer esto le estarás ayudando a enfocarse en su corazón y no en el corazón de los demás. Al final, no podemos cambiar al otro. Pero podemos entrar al quirófano de Cristo para que haga cirugía de corazón abierto en nosotros.
D.r Miguel Núñez sirve como pastor titular de la Iglesia Bautista Internacional (IBI) en Santo Domingo, República Dominicana, y es el presidente y fundador del Ministerio Integridad & Sabiduría, que busca como visión despertar a Latinoamérica a la Verdad de Dios
Extraído del libro De pastores y predicadores.
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