Lo que significa amar a Dios con nuestra mente
Jairo Namnún
En muchas de las iglesias contemporáneas, el conocimiento está en segundo plano detrás de la experiencia, y pareciera que no son pocos los que van detrás de sentir más que de pensar. Piensan, como dice el dicho, que “una persona con una experiencia nunca está a la merced de alguien con un argumento”.
No obstante, hay algo que debe quedar claro: la marca del creyente genuino es una vida transformada (Mat. 7:16), que manifiesta el fruto del Espíritu (Gál. 5:22-23). Obtener conocimiento no es la meta: aun los demonios conocen la sana doctrina (Sant. 2:19). Pero, ¿no se supone que debemos amar a Dios con toda nuestra mente? Por esa razón es necesario que entendamos qué nos está diciendo Dios a través de este pasaje, a fin de poder aplicarlo correctamente a nuestras vidas.
Pablo no puede estar diciendo que el conocimiento es malo en sí mismo. La razón por la que no puede decirlo es que Pablo conoce bien el Antiguo Testamento, y sabe que en Oseas Dios dice que se deleita más en que lo conozcan a Él que en los holocaustos (Os. 6:6), y que Su pueblo era destruido por falta de conocimiento (Os. 4:6). Pablo conoce el libro de Proverbios, con los diferentes llamados que hace a buscar la sabiduría y el conocimiento. Y Pablo también sabe cómo se habla bien de los hijos de Isacar, puesto que eran “expertos en discernir los tiempos, con conocimiento…” (1 Crón. 12:32).
A lo largo de las Escrituras, y a lo largo de la historia de la Iglesia, podemos ver que Dios usa una y otra vez a personas de mucho conocimiento. Eso incluye al mismo Pablo, quien fue capaz de presentar una defensa de la fe ante los filósofos de su tiempo, aun citando a poetas no tan conocidos (Hech. 17); y quien conocía al menos el hebreo (Hech. 26:14) y el griego (Hech. 21:37), y con toda probabilidad hablaba arameo y posiblemente latín. Pablo también era habilidoso en su trabajo de hacer tiendas.
Mientras más conocemos al Dios de la Escritura y la Escritura del Dios vivo, mientras más entendemos la mente de Dios, más nos damos cuenta de cuán superiores son los pensamientos de Dios a los nuestros. Aquel que más conoce de la Palabra más se da cuenta de cuánto le falta por conocer. Por tanto, aquel que piensa que conoce todo lo que tiene que saber en realidad demuestra cuánto le falta por conocer.
¿Qué tal estás con tu conocimiento? Aquello que estás aprendiendo de la Palabra, o en la universidad o donde sea, ¿cómo te está sirviendo para amar a los demás? ¿Cómo lo estás poniendo en práctica en tu iglesia local? Si a medida que estás creciendo en tu conocimiento, te vas envaneciendo y te estás sintiendo superior a tus hermanos, entonces algo anda mal. Pero si el conocimiento que estás adquiriendo te lleva a amar más a Dios y a mostrar ese amor al amar más a tus hermanos, entonces eres conocido por Él (1 Cor. 8:3). Y eso, amado hermano, es el deseo de todo creyente.
Un fragmento del libro Textos fuera de contexto (B&H Español)
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