Por Mark Dever
Además de mirar hacia arriba, la iglesia existe para mirar a lo largo. Poniéndolo de otra manera, el propósito vertical de la iglesia de adorar a Dios ordena su propósito horizontal: trabajar para evangelizar a los perdidos y edificar la iglesia.
La iglesia misma es un medio de gracia no porque conceda salvación aparte de la fe, sino porque es el medio ordenado por Dios que su Espíritu usa para proclamar el evangelio de salvación, ilustrarlo y confirmarlo. La iglesia es el canal a través del cual llegan normalmente los beneficios de la muerte de Cristo.
La edificación: el discipulado individual y el crecimiento
El propósito de la iglesia es, en parte, animar a los cristianos individualmente en su fe y en su relación con Cristo. Con este objetivo en mente, Pablo oró para que la congregación de los efesios creciera «en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor». Cuando el autor de los Hebreos exhortó a sus lectores a reunirse frecuentemente, destacó el propósito de proveer ánimo mutuo: «y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos».
La edificación: la construcción de la comunidad
Toda la vida unida de la congregación debe tener como objetivo la edificación corporativa, una idea que tiene sus raíces en el pueblo de Dios del Antiguo Testamento. Dios creó un pueblo en el Antiguo Testamento para que fuera especialmente bendecido con su presencia, sus promesas y su poder. Su objetivo era que ellos reflejaran su fidelidad a sus promesas, su carácter al seguir sus leyes, y su señorío al mirar hacia adelante al día prometido de su venida. La nación debía ser un pueblo marcado por la santidad.
En el Nuevo Testamento, el pueblo de Dios es la Iglesia. En una congregación local, la hermandad como un todo debe reflejar la santidad de Dios a través de su santidad. El amor de Dios debe reflejarse en el amor que muestran unos a otros. La unidad de Dios debe reflejarse en su propia unidad. La comunión de los creyentes en una congregación debería ser una colaboración en trabajar para la edificación mutua y para la fidelidad en la evangelización.
La evangelización
Otro propósito de la congregación local es llevar la Palabra de Dios a aquellos que están fuera de la Iglesia. Jesús ordenó a los discípulos: «id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado». También les dijo que el perdón de pecados sería predicado en su nombre «comenzando desde Jerusalén». «Me seréis testigos» les dijo Jesús a ellos, «en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hech. 1:8).
Las oportunidades de ministrar a otros surgen de manera natural en el vecindario y en la ciudad donde vive una congregación. Las buenas nuevas se esparcen más naturalmente no solo donde la congregación tiene su reunión, sino donde sus miembros esparcidos viven durante la semana. Sus vidas deben ser conocidas por amigos que no son cristianos, vecinos y colegas. Su testimonio debe mejorar conforme todas estas personas de fuera observan su conducta constantemente.
Las misiones
El propósito hacia fuera de la iglesia no se limita a evangelizar la ciudad propia de una congregación. Las oraciones y planes de una congregación deberían extenderse más allá de los horizontes estrechos de la familiaridad. El mandamiento de Jesús de ir «hasta lo último de la tierra» les recuerda a los creyentes que Cristo es Señor sobre todo, que Él ama a todos y que pedirá a todos cuentas en el gran día. Por tanto, los cristianos de hoy tienen una responsabilidad de llevar el evangelio alrededor del mundo. Esa responsabilidad recae no solo en los cristianos individualmente, sino en las congregaciones. Los cristianos unidos pueden reunir sabiduría, experiencia, apoyo financiero, oraciones y llamados y dirigirlos todos al propósito común de hacer que el nombre de Dios sea grande en las naciones.
En muchas iglesias urbanas de hoy, este propósito externo puede requerir reestructurar la vida para que los miembros de la congregación se crucen de manera natural con poblaciones de no creyentes en las áreas metropolitanas. En todas las iglesias, este propósito externo significa orar y planificar para enviar recursos y personas a aquellos grupos de personas que aún no han oído el evangelio de Jesucristo. Testificar de la gloria de Dios proclamada alrededor del globo en los corazones de todo su pueblo, debe ser un fin y un propósito de cada iglesia local.
Un fragmento del libro La iglesia (B&H Español)
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