Anunciando las verdades de Dios
Bob Kauflin
La proclamación, declarar lo que es verdad acerca de Dios, es a menudo subestimada. ¿Por qué proclamar las verdades de la Escritura que ya hemos escuchado y conocemos? Porque olvidamos. Olvidamos quién es Dios. Olvidamos lo que ha hecho. La proclamación ayuda a ajustar correctamente nuestras mentes y corazones. Nos recuerda las convicciones y realidades que deben guiar y gobernar nuestras vidas cada día. Proclamar es anunciar algo oficial o públicamente. No estamos guardando un secreto. Queremos que otros escuchen.
La adoración bíblica incluye la proclamación, que significa anunciar la verdad de Dios con nuestras vidas. Estamos haciendo algo más que expresar emociones o tener “una experiencia de adoración”. Estamos declarando por qué Dios es tan grande, todo lo que ha hecho, y todo lo que ha prometido. Todos necesitamos recordatorios, y la proclamación nos ayuda a recordar.
Pedro nos dice que somos salvos “a fin de que [anunciemos] las virtudes de Aquél que [nos] llamó de las tinieblas a Su luz admirable” (1 Ped. 2:9). Se supone que debemos cumplir este mandado tanto en nuestras reuniones como en nuestras vidas.
No es suficiente cantar acerca del Cristo que muere por nuestros pecados. Nosotros queremos ayudar a las personas a entender los beneficios de lo que Dios llevó a cabo a través de ese acto. Su Palabra nos dice directamente: “Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús” (Rom. 8:1). Si Cristo murió por nuestros pecados, eso quiere decir que ya no estoy bajo la ira de Dios. No tengo que vivir con la preocupación de la culpa. Su perdón es completo: estoy perdonado. He sido declarado justo a los ojos de Dios, no sobre la base de mis propias obras, sino sobre la base de la justicia de Cristo imputada a mí.
Dios nos invita a creer que la muerte de Cristo fue suficiente para pagar por nuestros pecados. Cada uno de ellos. No importa cuántas veces seamos tentados a creer de otra manera. Ese conocimiento nos asegura que nuestro sufrimiento siempre tiene un propósito dentro de los justos planes de Dios. Él está operando Su plan perfecto para nosotros, y nunca permitirá que padezcamos dificultades sin darnos la gracia para soportarlas.
Podemos regocijarnos en las pruebas porque sabemos que Dios las está usando para prepararnos para “la gloria que nos ha de ser revelada” (Rom. 8:18). Podemos estar animados porque nuestros sufrimientos nos hacen correr hacia Dios por fortaleza. Podemos agradecer a Dios que en medio de la adversidad Él está desarrollando Su plan para nosotros (2 Cor. 4:1718).
Al recordarnos que el evangelio es el que nos cambia, cantar juntos nos ayuda en nuestra santificación. Pedro nos dice que “Él mismo llevó (cargó) nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia” (1 Ped. 2:24). En el evangelio, Dios nos ha dado esperanza, motivación y poder para cambiar.
Adorar a Dios juntos provee la oportunidad para recordar a Aquel a quien todos hemos ofendido. Hemos pecado contra un Dios infinitamente justo. La deuda en la que hemos incurrido nunca podremos pagarla. Nos hemos quedado cortos de la gloria de Dios. Merecemos el justo castigo de Dios. Con todo, Dios diseñó una manera de poner nuestro castigo sobre Su Hijo. La justicia perfecta y la misericordia perfecta se besaron en la cruz.
Como líderes de adoración, no hay manera más importante o fructífera en que podamos servir a nuestra iglesia que esta: sumergiéndonos nosotros mismos en las riquezas del evangelio cada día. Y nada nos dará más gozo.
Un fragmento del libro Nuestra adoración importa (B&H Español)
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