Una perspectiva bíblica acerca de la oración
Miguel Núñez
La oración de fe sanará al enfermo. Un análisis de la Escritura nos muestra que tal premisa es por completo errónea. Recordemos que Jesús sanó a gente que ni siquiera sabía quién era Él, como aquel hombre que había nacido ciego, que describe el Evangelio de Juan (Juan 9:34-38). Igual sucedió con el paralítico en la piscina de Betesda, donde vemos que “el que había sido sanado no sabía quién era, porque Jesús, sin que se dieran cuenta, se había apartado de la multitud que estaba en aquel lugar” (Juan 5:13).
A lo dicho debe agregarse que el apóstol Pablo, el gran misionero que supo sanar a muchos, no pudo sanarse a sí mismo (2 Cor. 12:8-9). Parece claro que lo importante para la sanación es la soberanía de Dios. La sanidad depende de la voluntad de Aquel que supo sanar a gente que ni lo conocía y que, por otro lado, negó la sanación a personas que no solo lo conocían, sino que ellos mismos tenían el don de sanación, como fue el caso de Pablo.
Esto es consecuente con lo que revela 1 Juan 5:14: “Esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye”. Santiago está de acuerdo con esta verdad que Juan enuncia, pues, un poco antes del texto que estamos analizando dice: “Más bien, debieran decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (Sant. 4:15).
El tema es la oración y la confianza en el Señor para lidiar con diferentes situaciones en nuestras vidas, y no la sanación por fe. En este texto, Santiago relaciona la oración no solo con las enfermedades sino también con el sufrimiento, con los buenos tiempos, el arrepentimiento y el perdón de pecados, y aún con la disfunción de la naturaleza. Este entendimiento es vital. En todos estos casos, el creyente debe tener confianza en Dios para resolver cada uno de esos problemas, pero conforme a Su voluntad.
Santiago 5:15 no es una promesa incondicional de sanación si oramos con fe. Si este fuera el caso, lo único que la Palabra diría es que si hay fe, la respuesta sería siempre “sí”. Pero como hemos visto, la Palabra revela que, por encima de nuestra voluntad y aun por encima de nuestra fe, está la voluntad soberana de Dios. A la luz de todo el consejo de Dios, sabemos que la oración es importante no solo en caso de enfermedad, sino en todos los casos.
Además sabemos que la fe juega un rol en las intervenciones de Dios (comp. Mat. 13:58). Para concluir, podemos afirmar que la presencia de pecados en nuestra vida puede ser la causa determinante de enfermedades en algunos casos, y que la confesión unida a la oración puede lograr la sanación.
Gracias al sacrificio de Jesús, tenemos la posibilidad de acercarnos con confianza al trono de la gracia (Heb. 4:16), con la certeza de que Él nos oye (1 Jn. 5:14). A la vez, ese mismo sacrificio nos capacita para vivir nuestra vida en santidad y justicia, y nuestro Dios se deleita en la oración de los rectos (Prov. 15:8).
Un fragmento del libro Textos fuera de contexto (B&H Español)
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