Por : Diane Langberg
Somos criaturas frágiles y finitas. Ya sea que uno se siente en el trono del Imperio romano o en el asiento papal, dirija una organización lucrativa o pastoree una megaiglesia, sea un inmigrante indocumentado o un bebé recién nacido, todos somos vulnerables, todo el tiempo. No hay excepciones. Ser vulnerable significa que nos pueden herir. Así como el poder puede lastimar o bendecir, la vulnerabilidad expone a los humanos a ser bendecidos o heridos, al bien y al mal. La vulnerabilidad y el poder están entrelazados, se juntan en una danza que, a veces, es hermosa y, a veces, destructiva. Esta relación compleja se comprende poco y rara vez se discute.
¿Recuerda a nuestra niña recién nacida? Ella es la esencia de la vulnerabilidad. No puede hacer nada por sí sola y depende enteramente de los adultos que la cuidan. Cómo ellos usan su poder no solo influye en ella, sino que también nos dice algo sobre ellos. Si valoran a esta pequeña, entonces incluso cuando no satisfagan sus necesidades ni honren sus preferencias, ella estará protegida, segura, nutrida y amada.
Si no la cuidan o si explotan su vulnerabilidad, ella morirá o crecerá torcida de una manera poco saludable. Su uso de poder determina si ella vivirá o morirá y cómo crecerá. No es difícil para nosotros entender la vulnerabilidad de un recién nacido.
Sin embargo, las dinámicas son complicadas. Supongamos que nuestra recién nacida, Sara, era la primera hija de una adolescente de dieciséis años que creció sin una buena crianza y no tiene idea de quién es su padre. Sara vivía con su madre, que consumía drogas, en un vecindario violento. Había muchos hombres que entraban y salían de su casa. De hecho, Sara es hija de uno de esos hombres, hija de una violación. Si volvemos a la historia de su madre, encontrare mos una historia larga de explotación de la vulnerabilidad, en lugar de protección: generaciones de personas que necesitaban seguridad y cuidado y nunca los recibieron, generaciones de humanos creando a otros a su imagen, no solo físicamente, sino de muchas otras maneras. Aunque fueron creados a imagen de Dios, esa imagen nunca ha sido nutrida por alguien que se preocupa por ellos de la manera en que Dios lo hace. Cuando se nubla la imagen de Dios, es fácil para nosotros tratar a esas personas como «inferiores». Solo conocen dos maneras de usar el poder: para protegerse a sí mismos (porque son vulnerables) y para explotar a otros (porque son vulnerables). A menudo, la explotación se parece a la autoprotección.
En la situación de Sara, la vulnerabilidad es de lo más obvia, pero ese no siempre es el caso. Juan es multimillona rio, fue educado en una escuela prestigiosa, se casó, tiene dos hijos y es el director ejecutivo de una empresa enorme. Tiene una gran cantidad de poder sobre muchas vidas. Pero en su interior acecha una vulnerabilidad que se esfuerza por esconder, incluso de él mismo. Juan creció con un padre muy rico que rara vez estaba presente de manera física o emocional. Este padre humillaba a Juan y a su hermano con frecuencia, atacaba sus capacidades, personalidades, logros y apariencias. La madre de Juan era callada y temerosa, y siempre intentaba apaciguar a su marido. Así que estos niños se sumergieron en la explotación y el abuso de su vulnerabilidad en lugar de experimentar la seguridad dentro de ella. Ellos también estuvieron desprotegidos.
La respuesta de Juan a este abuso es perseguir el poder y protegerse de la vulnerabilidad. Su miedo a ella lo lleva a humillar, condenar y controlar a las mujeres. Lo hace con sus empleadas, con su esposa y con su hija. También tiene una vida secreta visitando a trabajadoras sexuales, a quienes trata con desprecio y rabia. Él no entiende por qué no puede detener esos comportamientos. Juan es vulnerable y está herido, y lo sobrelleva buscando el poder, abusando de él y, a su vez, dañando a las personas vulnerables de su mundo.
A menudo pensamos que la vulnerabilidad es «debilidad», como si hubiera alguna falla en la persona que es vulnerable. Sin embargo, todos somos vulnerables en lo físico. No importa cuánto poder tengamos, inevitablemente moriremos. Muchos de nosotros tendremos que enfrentar una o dos enfermedades antes de partir. Las personas que lideraron grandes ejércitos y que eran muy temidas están muertas. Con el tiempo, algo les sobrevino. Usted nunca, ya sea por inteligencia, logros, sede del poder, respeto o cualquier otra cosa, podrá dejar de ser vulnerable. Bienvenido a la raza humana.
No obstante, la vulnerabilidad también es un regalo. No deseamos ser susceptibles a los muchos peligros de nuestro mundo caído, pero si no corremos riesgos, nos perdemos muchos aspectos maravillosos del mundo de Dios. Cuando era niña, me encantaba patinar sobre hielo, pero nunca habría disfrutado la experiencia maravillosa y emocionante de moverme sobre el hielo si no hubiera estado dispuesta a caerme. Me encantaba treparme a los árboles… muy alto y vulnerable otra vez a la caída. Si no hubiera asumido esos riesgos, me habría encerrado y no habría podido realizar las actividades que me daban alegría.
Estar abierto al amor de otra persona y dar amor a cambio es arriesgarse a ser herido y rechazado. Cuando uno ofrece amor a otro ser humano, se expone a la posibilidad de una traición. Pregúntele a cualquier padre que sufre porque su hijo amado se ha descarriado. Sin embargo, no amar porque lo vuelve vulnerable le robará la risa, el compañerismo, los logros juntos y la unidad del corazón. El amor entre buenos amigos es algo bello y maravilloso. También es riesgoso por que aumenta la capacidad de ser herido. De hecho, cuanta más gente ame, más vulnerable se volverá a ser herido. Aun si todas esas relaciones van bien, es probable que algunas personas que ama mueran antes que usted, y su vulnerabilidad se convertirá en un gran dolor.
Casarse es ser vulnerable al abandono, la traición y la crítica de la persona a la que se entregó. Tener hijos es ser vulnerable, porque pueden brindarle una gran alegría o una tremenda tristeza. Hablar en público, enseñar, dirigir, todas estas cosas nos dejan expuestos a la crítica o al fracaso. Cuidar a pacientes enfermos es ser vulnerable, ya que usted mismo podría enfermarse. Es posible que sea un médico brillante y consumado, pero si trata a personas con COVID19, se vuelve muy vulnerable.
Muchos de nosotros nos esforzamos para no ser vulnerables. Sin embargo, somos sabios si vemos nuestra vulnerabilidad como un regalo de bienvenida que debe ser protegido y no expuesto indiscriminadamente. No siempre tendremos esa opción, dado que quienes violan y explotan no suelen pedir permiso. No obstante, si no reconocemos nuestra vulnerabilidad, limitamos nuestra capacidad de elegir bien cuando podemos elegir. Si la persona que lo lleva en auto a su casa ha estado bebiendo, usted elige no volverse vulnerable al manejo de esta persona ebria y busca a alguien más que lo lleve a casa. Si necesita una cirugía, no se pone en manos de un líder de una pandilla. Busca al mejor cirujano posible. Si hay un acosador en el vecindario, usted se esfuerza por proteger a sus hijos y a otros de ese acoso y hace lo que puede para detenerlo.
Existen muchas situaciones en la vida en las cuales no es sabio exponer nuestra vulnerabilidad. Muchas personas no se dan cuenta de eso. Si crece sin haber experimentado una relación segura, su capacidad para juzgar la seguridad está sumamente en riesgo. ¿Cómo reconocerá algo que nunca ha visto? Esa falta de comprensión puede llevar a años de relaciones abusivas, o generaciones de ellas, porque nunca se ha entendido, protegido ni valorado la vulnerabilidad. Cada nueva relación conlleva la esperanza de que esta persona alimentará su alma hambrienta, pero sin el conocimiento que se necesita para leer las señales, es posible que esté mirando al próximo donjuán y no se dé cuenta de que es hora de correr.
La verdad es que la vulnerabilidad siempre está allí. Podemos usar el discernimiento sobre qué hacer cuando está expuesta, algunas veces; podemos protegernos a nosotros mismos y a otros cuando sea prudente hacerlo, si podemos. También podemos ser conscientes de las vulnerabilidades de los demás y caminar suavemente en su presencia; pero vivir, amar o tener compasión es exponernos al daño, a la explo tación y a la traición. Evitar vivir o amar no nos protegerá, ciertamente no de la muerte, pero sí nos asegurará una vida hambrienta, sin mencionar que no nos pareceremos en nada a nuestro Señor, quien se volvió vulnerable por nosotros.
La vulnerabilidad y la explotación
Nuestra capacidad de ser heridos es una constante. Lamentablemente, a menudo nuestra respuesta colectiva cuando alguien está herido es culparlo. Si no hubiera hecho _____ (acción), entonces quizás_____ (consecuencia) no habría sucedido.
Una estudiante universitaria decide salir con dos amigas el fin de semana. Van al lugar de moda donde se juntan muchos estudiantes. Toma un trago, luego pide varios más. Con una clara embriaguez, se levanta para irse, pero no puede caminar derecha. Corre peligro de caerse o desmayarse. Otro estudiante se acerca y le dice que la acompañará a su habitación. Ella está vulnerable.
Pueden surgir dos escenarios diferentes. El estudiante podría ayudarla a regresar a su habitación, asegurarse con cuidado de que no se caiga o salga a la calle y notificar a alguien en su residencia sobre su condición y su necesidad de atención. O podría sacarla del restaurante, llevarla a un lugar solitario, violarla y dejarla allí. Cuando finalmente ella se despierte de los efectos del alcohol, se encontrará desaliñada, expuesta y tendida sola en el suelo.
¿Qué tipo de respuesta tenemos frente a estos escenarios? En primer lugar, es probable que pensemos que la joven fue imprudente y se arriesgó a ser herida por ella misma o por otra persona. Se volvió muy vulnerable, seguramente sin siquiera pensar en las posibles consecuencias. Esas evaluaciones serían acertadas. Ella aumentó su nivel de vulnerabilidad y quedó desprotegida y expuesta al daño en muchos niveles. Quizás haya razones, desconocidas para nosotros, detrás de su consumo de alcohol esa noche que provocarían empatía, en vez de juicio, hacia el dolor que estaba medicando. Suponga que había regresado a la universidad después de enterrar a su madre; entenderíamos su dolor.
En el primer final de esta historia, observamos que el joven fue amable y considerado al ayudarla a regresar de forma segura. Donde ella había quedado vulnerable de manera imprudente, él intervino y la protegió. Consideraríamos sus acciones honorables. Sus acciones hacia ella nos demuestran su carácter. Él ejerció poder sobre su vulnerabilidad y se reveló como una persona segura, amable y responsable.
El segundo escenario puede provocar diferentes respuestas. Muchos supondrán que si la joven no se hubiera emborra chado, no habría sido violada. Algunos irán más lejos y sugerirán que «los chicos son chicos», alegando que ella debería haber sabido esto antes de ponerse en una situación en la que un joven claramente no iba a poder contenerse. O algunos incluso podrían decir que ella quería tener sexo en primer lugar y que ahora quiere negar su deseo y llamarlo violación. Esas respuestas nos presentan un problema importante: son la antítesis de la Escritura. ¿Recuerda a nuestra recién nacida? Su vulnerabilidad expone el corazón de sus cuidadores.
Hace muchos años, di una clase de seminario sobre abuso sexual por parte del clero. En un momento de la charla, dije: «Como pastores, siempre tendrán el poder en las relaciones con los congregantes. Ya sea que se sientan poderosos o vulnerables, en un momento dado, ustedes son los que tienen el poder en esa relación. Sus palabras y acciones tienen autoridad. Si una mujer viene a verlos para recibir consejería sobre su matrimonio y un día, confundida y buscando atención, se para y se desviste delante de ustedes, lo que suceda des pués depende enteramente de ustedes. Lo que ella ha hecho nos dice algunas cosas sobre ella, seguro; pero lo que ustedes hacen en respuesta nos habla de ustedes, nos dice cómo se comportan en presencia de una vulnerabilidad sin restricciones». El aula estaba muy silenciosa.
La explotación de la persona vulnerable nos habla del explotador, no de la víctima de esa explotación. ¿Cómo puedo decir eso con tanta certeza? Escuche la Palabra de Dios: «… lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre» (Mar. 7:2023). En esencia, Marcos está diciendo que lo que sale de una persona expone el corazón de esa persona. «Con taminar» es manchar, pervertir, profanar (hacernos impíos). Nos contaminamos con nuestros propios pensamientos, palabras y acciones. Para decirlo sin rodeos, nos ensuciamos.
Y luego, por supuesto, recurrimos al engaño para rede finirnos, renombrarnos y protegernos. Decimos: «Yo no lo hice, fue culpa de alguien más». Nos engañamos a nosotros mismos y, a su vez, trabajamos para engañar a otros. El joven del segundo escenario hará esto con respecto a haberse aprovechado de la joven. «Tuve sexo con ella porque ella…». Si se denuncia la violación, es posible que él tenga amigos y familiares que apoyen su punto de vista. Las malas decisiones y el etiquetado incorrecto de las explotaciones de la vulnerabilidad de otra persona causan más daño a nosotros y a los demás. La verdad es que nuestra respuesta a la vulnerabilidad habla de nosotros y solo de nosotros. Lo que «sale de nosotros» frente a la vulnerabilidad estuvo allí todo el tiempo. La vulnerabilidad de otra persona solo ha expuesto la verdad sobre nosotros.
Aquí la historia debería resultar familiar. Adán y Eva fue ron creados a semejanza de Dios, quien les dio poder con el fin de bendecir. También se les dio a elegir entre confiar en Dios como preeminente o confiar en sus propios pensamientos y deseos. Dada esa elección, vemos que incluso en un mundo perfecto, los humanos fueron vulnerables, susceptibles de «no elegir a Dios». Dios no creó autómatas; Él quería humanos de carne y hueso que pudieran elegir amar. La capacidad de amar nos vuelve a todos vulnerables… incluso a Dios. Al crearnos de esa manera, se expuso al fracaso y a ser herido. ¡Y sí que ha sido herido! El engañador tergiversó las palabras de Dios, y Sus amadas criaturas eligieron creer ese engaño. Lo que siguió fue más engaño y culpa.
Al igual que nuestros primeros padres, nosotros también tenemos decisiones sobre nuestra propia vulnerabilidad. Algunos de nosotros no estamos todavía al tanto de ese hecho, lo que nos vuelve aún más vulnerables. Algunos están decididos a verse a sí mismos como una fortaleza inexpugnable, lo cual también es peligroso. Otros nunca han conocido la protección y la seguridad y nunca han aprendido a tomar decisiones sabias con respecto a su vulnerabilidad. A medida que luchamos, tenemos que darnos cuenta, con el tiempo, de que nuestra vulnerabilidad es parte de ser humanos. Además, debemos reconocer que podemos tomar decisiones para servirnos a nosotros mismos o tomarlas bajo el gobierno de nuestro Dios. Si no lo tenemos en cuenta, seguramente falla remos en protegernos a nosotros mismos y a los demás de manera sabia; usaremos nuestro poder de manera incorrecta. Y en cualquier debacle que creemos para nosotros o para otros, es probable que respondamos con engaño y culpa.
Cada vez que nos enfrentamos a la vulnerabilidad de un recién nacido, un adolescente confundido, una persona hambrienta de amor y atención que busca en todos los lugares equivocados, o una persona enferma, débil o discapacitada, lo que sale de nosotros nos habla de nosotros. ¿Somos compasivos, protectores? ¿O somos explotadores y nos alimentamos de los vulnerables para satisfacer nuestras propias necesidades?
Jesús se vuelve vulnerable por nosotros
Jesús marca el camino al enseñarnos sobre la vulnerabilidad, el engaño y el poder. En Filipenses 2:7, se nos dice que Jesús vino en forma de hombre. ¿Cómo vienen los humanos? Vienen como nuestra pequeña recién nacida. Cuando Aquel que tiene todo el poder vino como alguien que no tenía ningún poder, dejó a un lado lo que Él era y asumió lo que no era. Llevó nuestra vulnerabilidad en Su carne. «… Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre» (Luc. 2:12). Jesús entró en nuestra vulnerabilidad. Aquel que vistió el universo tuvo que ser alimentado y vestido. Su familia tuvo que huir como refugiados a causa de Él. Tuvo que comer, trabajar, aprender y relacionarse. Tuvo que aprender a sortear el odio, el miedo, la crítica y el rechazo. También tuvo que tomar decisiones para protegerse a sí mismo. En Lucas 4, leemos que las personas echaron a Jesús de la ciudad, lo llevaron a un precipicio e intentaron lanzarlo. De algún modo, Él pasó por en medio de la multitud y escapó. Se protegió a sí mismo, tomó la decisión de hacerlo. Es importante que reconozcamos que no está mal protegernos a nosotros mismos cuando estamos vulnerables.
Jesús también protegió a otros cuando estaban vulnerables. En Juan 8, los líderes religiosos arrastraron a una mujer sor prendida en adulterio y la pusieron delante de Jesús para pro barlo. (¡Curiosamente, se «olvidaron» de llevar al hombre!). Los líderes religiosos dijeron que Moisés había ordenado que se apedreara a esa persona. Lo que Moisés en realidad dijo en Deuteronomio 22:24 es que se debía apedrear a ambas par tes. Los líderes no estaban siguiendo sus propias Escrituras. La mujer estaba en una situación vulnerable y, en respuesta, Jesús la protegió.
Jesús asumió la vulnerabilidad cuando se hizo humano. No podemos tener uno sin el otro. También sabemos que, al final, no se protegió en absoluto. Se entregó a los lobos devorado res, quienes vilmente abusaron de su poder para aplastarlo. Él lo hizo por nuestro bien. Tenía la opción de protegerse a sí mismo en cada momento. Jesús dijo: «… Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí» (Juan 18:36). ¿Por qué hizo esto? ¿Por qué no se aprovechó del poder que era legítimamente Suyo? Al haber asumido nuestra vulnerabilidad, nos rescató de nuestra propia autodestrucción. ¿Por qué? «… siempre hago lo que le agrada [al Padre]» (Juan 8:29, NVI). Él hizo lo que Adán y Eva no pudieron hacer. Ellos se inclinaron ante el engaño e hicieron lo que les pareció agradable. Jesús se inclinó ante el Padre e hizo lo que al Padre le agradaba. Obedeció la ley: amar a Dios con todo el ser y con todo lo que se tiene; hacer que ese amor sea preeminente sobre todo lo demás sin importar lo que pase. Eso estuvo siempre detrás de Sus acciones. Por eso se protegió a sí mismo. Por eso protegió a otros. Y por eso nos ha protegido eternamente.
Usted y yo luchamos por entender nuestras propias vulnerabilidades y por manejarlas de manera sabia. Luchamos por no culpar a las circunstancias ni a otras personas cuando nuestros corazones se ven expuestos. Luchamos por comprender nuestras relaciones con los demás y sus vulnerabilidades. Luchamos por saber cómo podríamos responder o dónde corremos el peligro de explotarlos. Luchemos por llevar la semejanza de Dios en nosotros y hagamos siempre lo que le agrada al Padre. No existe una fórmula. A menudo nos equivocaremos, pero seguimos a Aquel que se hizo semejante a nosotros para que nosotros pudiéramos llegar a ser como Él: hijos vulnerables del Dios Altísimo, quien se volvió vulnerable por nosotros.
Diane Langberg Ph. D. es reconocida mundialmente por sus 45 años de trabajo clínico con víctimas de trauma. Ha capacitado a cuidadores en seis continentes para responder al trauma y al abuso de poder. También dirige su propia práctica de consejería en Jenkintown, PA, Diane Langberg, Ph.D. & Associates, que incluye dieciséis terapeutas con múltiples especialidades
Extraído del libro Poder redimido.
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