Por : Martin Manchego
«Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas»
La agenda del Señor Jesucristo durante Su ministerio estaba saturada de la proclamación de la Palabra. Es común ver en los Evangelios el verbo «salió», refiriéndose al Señor saliendo de un lugar privado o de un momento con Sus discípulos
(MAR. 6:34).
para poder predicar a las multitudes. También se le puede ver «saliendo» de una ciudad a otra luego de haber terminado una enseñanza a muchas personas (Mat. 13:1; Mar. 6:34). La actividad externa o visible del Señor era compartir el evangelio, además de alimentar a los hambrientos y sanar a enfermos. Algunos estudiosos han dicho que Jesús recorrió más de 5000 kilómetros en Sus tres años de ministerio sanando a personas y predicando la Palabra.
¿Alguna vez te has preguntado qué motivaba al corazón de Jesús? Así como podemos ver la actividad del Señor por medio de la repetición del verbo «salió» en los Evangelios, podemos ver la motivación de Su corazón por medio de Sus declaraciones. En varias ocasiones el Señor manifiesta a Sus discípulos: «Tengo compasión de la gente», o «tengo compasión de las multitudes», y concluía diciendo: «porque tienen hambre, porque están enfermos y porque son como ovejas que no tienen pastor» (Mat. 9:36; Mar. 8:2).
Una de las razones principales por las que no sentimos compasión es que no estamos dispuestos a «ver a las multitudes» que pasan una vida de sufrimiento, incomodidad, enfermedad, o hambre. Por lo general, ellas viven en lugares incómodos, en comunidades pobres, en hospitales, en pueblos alejados de la ciudad, o están en lugares donde una catástrofe ha ocurrido. En tales lugares no hay atractivos turísticos ni algo delicioso o bonito para comprar. Son lugares para dar sin esperar recibir.
En vez de ir a esos lugares, con frecuencia preferimos la comodidad, pero necesitamos comprender que ahora somos nuevas criaturas en Cristo. Los ojos ciegos a las necesidades y el dolor del prójimo endurecen el corazón, sin embargo, los ojos atentos y compasivos lo ablandan. No olvidemos a los ancianos desamparados, las viudas, los huérfanos, los que pasan necesidad económica, los que sufren una enfermedad, o los que han experimentado una catástrofe.
Sigamos el ejemplo de nuestro Señor que «salió», «fue», «vio», «sintió compasión», y «obró». En nuestra generación, muchos estamos sumergidos en nuestros planes, en la comodidad, el descanso, el trabajo, los estudios, e inclusive en nuestros ministerios. Así hemos dejado de lado la proclamación del evangelio entre los perdidos al olvidarnos que hubo un tiempo en que nosotros fuimos ovejas sin pastor y estábamos apartados del pueblo de Dios.
Habiendo experimentado la Salvación, ¿no procuraremos la salvación de nuestro prójimo? No podemos separar nuestra teología de nuestra práctica. Si todo lo que aprendemos en la Palabra no nos conduce a mayor compasión, no estamos conociendo al Dios compasivo que nos rescató. El evangelio debe ser nuestra mayor motivación para la compasión. Salgamos de nuestra comodidad, vayamos a los lugares difíciles, allí veremos, sentiremos compasión y podremos obrar como Cristo lo hizo.
Martin Manchego es peruano. Actualmente estudia una maestría en el Southwestern Baptist Theological Seminary. Además es compositor del album “Perfecto Salvador” y dirige un canal propio en YouTube en el cual comparte devocionales, entrevistas, canciones, audio libros y revisados de libros. Está casado con Denisse.
Extraído del libro Un año con jesús.
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