Por Miguel Núñez
Sin lugar a dudas, la prosperidad y el éxito han hecho sucumbir a muchas más personas que la adversidad. «Por cada hombre que puede manejar la prosperidad, hay 100 que pueden manejar la adversidad». La prosperidad tiende a volver al hombre orgulloso, autosuficiente, indiferente hacia los demás e insensible hacia las precariedades de otros. La adversidad, por otro lado, con frecuencia acerca al hombre a Dios. La sociedad siempre ha estado en búsqueda de seguridad y de fama; estas dos condiciones por sí solas hacen que el hombre busque el éxito y la prosperidad. Es lamentable que la misma sed pecaminosa del hombre se haya infiltrado en la Iglesia de nuestros días y, como consecuencia, haya originado todo un movimiento, concebido en el infierno mismo, conocido como el evangelio de la prosperidad. Este movimiento se originó en el Hades y se dirige a su lugar de origen. Decimos esto sin temor a equivocarnos porque es un movimiento que ha distorsionado el evangelio y ha hecho del dinero y las riquezas la búsqueda número uno del hombre. Además, este movimiento enseña que las enfermedades no forman parte de la voluntad de Dios para ninguno de Sus hijos. Con frecuencia, ha he- cho del evangelio un mensaje de riqueza, salud y felicidad que bien podría representar la medida del éxito para mucha gente.
Prestemos atención al testimonio de Malcolm Muggeridge a sus 75 años:
Puedo decir con completa certidumbre que todo lo que he aprendido en mis 75 años en este mundo, cada cosa que verdaderamente ha mejorado e iluminado mi existencia, ha sido a través de la aflicción y no a través de la felicidad, sin importar que lo haya perseguido u obtenido. En otras palabras, si alguna vez fuera posible eliminar la aflicción de nuestra existencia terrenal por medio de alguna droga o cóctel médico, como Aldous Huxley visualizó en su novela Brave New World [Un mundo feliz], el resultado no sería una vida exquisita, sino una vida demasiado superficial y trivial para ser tolerada.
Si regresamos al tema de este capítulo, nos percatamos de que hay más de una forma de ser próspero: una según Dios y la otra según los humanos. La mayoría de las personas asocian la palabra prosperidad con bonanza económica, lo cual es totalmente erróneo. Tal es así que ni siquiera el diccionario define la palabra prosperidad de esa manera. El diccionario de la Real Academia Española define la prosperidad así:
- Curso favorable de las cosas.
- Buena suerte o éxito en lo que se emprende, sucede u ocurre.
Estas definiciones no dicen nada sobre la parte económica de la vida. Sin embargo, cuando hablamos de prosperidad, todo el mundo la asocia con el dinero. Ahora bien, lo que sí podemos ver en la segunda definición es que hay una conexión entre la prosperidad y la idea de tener éxito. De hecho, quisiéramos citar una vez más la segunda definición: «Buena suerte o éxito en lo que se emprende, sucede u ocurre». De ahí que, para muchos, la prosperidad sea sinónimo de éxito. Por consiguiente, para fines del desarrollo del tema de este capítulo, usaremos las palabras éxito y prosperidad de forma indistinta.
Si prosperidad es éxito en lo que se emprende, la pregunta sería ¿qué es entonces el éxito? Uno de los diccionarios consultados define el éxito como «obtener lo deseado». Si es así, creemos que habría diferentes definiciones de lo que es el éxito según cada persona. Lamentablemente, la forma como la sociedad define el éxito está muy mal enfocada debido al sistema de valores con el que vive. Steven Burglas, en su libro The Success Syndrome [El síndrome del éxito], dice que «el éxito en Norteamérica es más que meramente obtener lo que uno desea; es obtener un resultado final deseado que provee un alto nivel de riqueza material y reconocimiento público».
Antes de continuar, quisiéramos recordar que nuestra sociedad es altamente materialista y esto es importante a la hora de hablar del tema que estamos tratando porque es esa sociedad materialista la que pretende definir a una persona como exitosa o como fracasada. El hombre de hoy valora lo material por encima de lo espiritual y esto lo lleva a preocuparse excesivamente por las cosas materiales, por aquellas cosas temporales que no tienen valor eterno.
Nuestra sociedad exhibe una actitud de descontento en todos los niveles y en todas las edades: nadie está contento con su trabajo, con su pa- reja ni con su nivel de ingreso, y hasta los niños se quejan de estar aburridos. Aburrimiento es una palabra que ni siquiera existía en el vocabulario de las generaciones de antaño. El Oxford Old English Dictionary [Diccionario de inglés antiguo Oxford] menciona que la palabra aburrimiento (en inglés) aparece por primera vez en 1852 en la novela Bleak House [Casa desolada] de Charles Dickens, aunque la actitud de estar aburrido es anterior a ese tiempo.100 Esto hace que nuestra sociedad viva con un espíritu de queja continuo y con una actitud de ingratitud. Por esta razón, el hombre y la mujer de hoy han puesto un énfasis desmedido en las cosas materiales pensando que la adquisición de dichas cosas calmará su espíritu de descontento. Sin embargo, estas condiciones que acabamos de describir están presentes tanto en personas que son prósperas como en aquellas que no han tenido éxito, lo cual nos deja ver claramente que la prosperidad no llena las verdaderas necesidades del hombre.
Si queremos saber el estado o la condición de nuestra sociedad, solo tenemos que ver cómo la gente define la prosperidad o el éxito, y luego cómo trata de vivirlo o de exhibirlo.
El ser humano busca lo siguiente:
• Prosperidad adquiriendo cosas que le provean seguridad. Pero como bien dijo Salomón: «El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto […]. Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen» (Ecl. 5:10-11, RVR1960).
• Una alta posición para no sentirse inferior o por debajo de los demás.
• Poder porque eso lo hace sentir que controla a los demás.
• Prestigio para llenar el sentido de vacío con el cual nace.
• Placer que compra con dinero tratando de anestesiar el dolor con el que vive.
• Posesiones para poder impresionar a otros y poder sentirse a su altura, como ya hemos mencionado. Con dichas posesiones, la persona busca decirles a los demás que ha tenido éxito en la vida.
• Mejorar su atractivo físico porque quiere sentir que otros lo buscan y, si lo logra, con eso pretende anestesiar su sentido de soledad.
• Inteligencia para demostrar cuánto sabe y, por tanto, cuánto vale. Con su inteligencia, ese hombre se propone adquirir conocimiento y frecuentemente lo hace, pero eso tampoco lo llena. Lo que el hombre necesita no es conocimiento; necesita sabiduría. El conocimiento nos permite vivir conforme a nuestros propósitos, pero la sabiduría nos permite vivir conforme a los propósitos de Dios.
• Sentirse joven y, por tanto, con sentido de que aún puede. Las cirugías plásticas no son más que un esfuerzo desmedido de parte del hombre que lucha contra el reloj y que no quiere que llegue la muerte. El problema de la cirugía plástica es que nos rejuvenece por fuera, pero nos deja intactos por dentro.
• Perpetuar un nombre. Por eso, hoy en día vemos tantos filántropos que hacen obras de caridad porque buscan perpetuar un nombre para no ser olvidados.
Para Dios, el éxito o la prosperidad dependen de la obediencia a Su Palabra. Josué debía aprender la ley, meditar en ella día y noche y obedecerla; solo entonces haría prosperar su camino y tendría éxito. Dios define la prosperidad de manera distinta al mundo y lo expresa en las siguientes palabras de Jesús: «Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?» (Mat. 16:26). La prosperidad en este mundo suele significar fracaso en el reino de los cielos. Si Dios nos creó con un propósito y al final de nuestros días no hemos cumplido con ese propósito, ante los ojos de Dios somos un enorme fracaso.
Cuando alguien nos dice: «Eres un fracaso», esas son palabras mayores; pero cuando Dios nos dice: «Eres un fracaso porque no cumpliste con mis propósitos», estas palabras son de mayor peso aún.
Obtenido del libro “Siervos para Su Gloria”
Miguel Núñez es vicepresidente de Coalición por el Evangelio. Es el pastor de predicación y visión de la Iglesia Bautista Internacional, y presidente de Ministerios Integridad y Sabiduría. El Dr. Núñez y su ministerio es responsable de las conferencias Por Su Causa, que procuran atraer a los latinoamericanos a las verdades del cristianismo histórico. Puedes encontrarlo en Twitter.
Foto por Hunters Race en Unsplash
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