Una verdad que no da licencia para el pecado
Sugel Michelén
En 2 Timoteo 2:13 encontramos unas palabras que, para muchos, representan una de las grandes promesas de la Biblia. De manera equivocada, ellos entienden que no importa cuán infieles lleguemos a ser, nuestro Dios permanece fiel. Su amor es absolutamente incondicional y, por lo tanto, no importa lo que hagamos o dejemos de hacer, Él continuará bendiciéndonos y cuidando de nosotros, como lo haría con el más fiel de Sus hijos.
“Si somos infieles (incrédulos), Él permanece fiel”. Observar esta afirmación de manera aislada puede llevarnos a concluir que, en efecto, esta es una hermosa promesa. Sin embargo, cuando leemos el texto en su contexto nos damos cuenta de que en realidad no es una promesa, sino más bien una solemne advertencia.
¿Cuál es el contexto de este pasaje? Pablo está alentando a su hijo en la fe, Timoteo, a que siga adelante haciendo la obra del ministerio a pesar de las dificultades que seguramente encontraría en el camino. Es en este contexto que aparece la declaración que estamos considerando aquí. Nuestro Dios es fiel a Su Palabra, porque Él no puede negarse a sí mismo. Por lo tanto, podemos estar seguros de que, si somos muertos con Cristo, también viviremos con Él. Por supuesto, eso no quiere decir que la única forma de salvarse es muriendo como mártires por nuestra fe. Pablo parece estar usando esa expresión en el mismo sentido de 1 Corintios 15:31, donde dice que él muere cada día por causa del Señor.
El llamado de Cristo a los suyos es un llamado a la muerte, a la muerte del “yo” y de nuestra propia seguridad, porque es un llamado a seguirlo a Él. Todo aquel que de verdad va camino al cielo debe transitar por la misma senda que Él transitó; y ese camino, antes de llegar a la gloria, primero pasa por la cruz.
La fidelidad de Dios a Su Palabra opera también en el sentido contrario, dice Pablo a partir de la segunda mitad del versículo 12. Si negamos al Señor, “Él también nos negará; Si somos infieles (incrédulos), Él permanece fiel, pues no puede negarse Él mismo”. El apóstol nos dice aquí que el Señor es fiel a Su advertencia de que Él negará a los que lo nieguen. En otras palabras, si el Señor dejara de cumplir cualquiera de Sus promesas, estaría dejando de ser un Dios fiel. Pero lo mismo sucedería si dejara de cumplir alguna de Sus advertencias.
Este no es el lugar para discutir la doctrina de la perseverancia de los santos, pero algo es claro en las Escrituras: la única forma de saber que una persona está siendo preservada por Dios para salvación es si la persona está perseverando. Si se aparta de manera definitiva de la fe que profesa, esa es una prueba inequívoca de que nunca fue creyente (comp. Mat. 7:21-23; 1 Jn. 2:19).
Esto debía animar a Timoteo, y a todos nosotros, a no descuidarnos. La salvación es segura para el que la tiene. Ningún verdadero creyente se perderá. Pero la única forma de confirmar la veracidad de nuestra fe es perseverando hasta el fin. Que la advertencia de 2Timoteo 2:13 nos motive a la piedad tanto como las promesas de los versículos anteriores. En lo uno y en lo otro, Dios es fiel.
Un fragmento del libro Textos fuera de contexto (B&H Español)
Hola hermanos. Cuando este con mi mujer debo hacerla feliz y ella a mi?