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Siervos para su gloria

September 27, 2022 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por : D.r Miguel Núñez

Un discípulo no está por encima de su maestro; mas todo discípulo, después de que se ha preparado bien, será como su maestro.

(Luc. 6:40)

introducción

En los últimos años, mucho es lo que se ha hablado sobre liderazgo; cientos de libros se han publicado sobre el tema solo en los últimos 30 años. A nuestro entender, cada vez que vemos que prolifera literatura cristiana o secular sobre un tema en particular, podemos suponer con cierto grado de certeza que el aumento de publicaciones suele ir acompañado de un número significativo de conferencias y seminarios. Esto obedece a que se ha identificado una crisis y cada uno procura solucionarla con su propio aporte. Entonces, a finales del siglo xx comenzaron a aparecer estos nuevos títulos de libros y conferencias enfocados en el tema del liderazgo, tanto desde una perspectiva cristiana como desde la perspectiva secular. Y mencionamos esto desde un inicio porque el concepto de un líder espiritual dista mucho del líder natural que vemos frecuentemente en la sociedad. Sin lugar a dudas, hay principios de liderazgo que pueden encontrar su aplicación tanto dentro como fuera de la iglesia; pero la realidad es que la esencia de uno guarda enormes diferencias con la esencia del otro.

El liderazgo espiritual tiene que ver con un llamado y un equipamiento que Dios hace a la persona para llevar a cabo una labor específica, relacionada con la expansión del reino de los cielos aquí en la tierra. El líder natural busca expandir su propio reino o el reino de la institución para la cual trabaja. El primer tipo o estilo de liderazgo está centrado en Dios y el otro está centrado en el ser humano. El liderazgo natural que vemos en la sociedad tiende a exaltar los dones y habilidades de la persona «al mando»; el liderazgo espiritual procura exaltar al dador de los dones, talentos y oportunidades, es decir, a Dios.

Como el propósito en esta parte introductoria no es establecer desde el comienzo todas las diferencias existentes entre estos dos tipos de liderazgos, volvamos una vez más sobre la idea de que vivimos en medio de una crisis en la sociedad del siglo xx, la cual comenzó en las últimas décadas del siglo anterior. La crisis actual es generalizada: la vemos en el ámbito de la familia, de los gobiernos, de las empresas y de las iglesias. Esto nos obliga a preguntarnos: ¿qué ha originado esta crisis? La respuesta es compleja y no pretendemos darla en unas pocas líneas. Pero lo que sí podemos afirmar es que junto con esa crisis de liderazgo hay una crisis de valores que a nuestro parecer va de la mano. Si no hay líderes que modelen, no habrá valores que enseñar. Por eso, esto es como el cuento del huevo y la gallina: ¿qué fue primero? ¿La crisis de valores o la crisis de liderazgo? Creemos que las dos han ido de la mano desde el principio.

la crisis de liderazgo

La crisis de valores y de liderazgo es generalizada, al igual que sus consecuencias. Y, como siempre ocurre, la Iglesia no ha escapado a los estragos, lamentablemente. Tenemos que admitirlo o no tendremos esperanza de cambio. La realidad es que no hay una sola área de la sociedad que no haya sido afectada por esta crisis de liderazgo.

Hoy en día, podemos ver en las naciones del mundo occidental cómo los gobiernos comienzan a llenarse de mujeres que ocupan la primera posición del país, lo cual es básicamente un reflejo del vacío que los hombres han ido dejando en el liderazgo y de los malos gobiernos que los hombres han hecho en los años anteriores. Con esto no negamos la alta capacidad que poseen algunas mujeres, como vimos en el caso de la primera ministra del Reino Unido Margaret Thatcher (1979-1990). Pero sí queremos puntualizar que la crisis en medio de la cual estamos se debe en gran manera a un vacío dejado por la falta de liderazgo de muchos hombres. Donde quiera que se produzca un vacío, alguien lo llenará y esto es lo que ha ocurrido. Algo similar sucede en el ámbito de las familias, muchas de las cuales son lideradas por las esposas más que por los hombres. Esa tendencia ha ido cosechando sus propios malos frutos porque Dios hizo al hombre cabeza del hogar y, si ese hombre abdica la posición dada por Dios, es lógico suponer que el núcleo familiar sufrirá las consecuencias.

Según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, los niños sin padre tienen un riesgo dramáticamente mayor de abuso de drogas y alcohol, enfermedades mentales, suicidio, desempeño educacional deficiente, embarazo durante la adolescencia y criminalidad.

Más de la mitad de todos los niños que viven con una madre soltera viven en la pobreza, una tasa de 5 a 6 veces mayor que la de los niños que viven con ambos padres.

El 63 % de los suicidios juveniles son de hogares sin padre, según la Oficina de Censo de Estados Unidos.

El 72 % de los asesinos adolescentes crecieron sin padres. El 60 % de los violadores de Estados Unidos creció de la misma manera, de acuerdo con un estudio de D. Cornell (et al.) sobre Ciencias del Comportamiento y la Ley.

El 71 % de todos los desertores de la escuela secundaria provienen de hogares sin padre, de acuerdo con el informe de la Asociación Nacional de Directores sobre el estado de las escuelas secundarias.

El 80 % de los violadores motivados por la ira desplazada provienen de hogares sin padre, según un informe en Criminal Justice & Behavior.

El 90 % de todos los niños sin hogar y fugitivos son de hogares sin padre.

El 85 % de todos los niños que presentan trastornos del comportamiento provienen de hogares sin padre, de acuerdo con un estudio realizado por el Centro de Control de Enfermedades.57

En el ámbito de las iglesias hay una crisis de liderazgo no solo en nuestro continente, sino en todos los cinco. Una de las razones pero no la única es que, a pesar de que se ha dicho que los líderes nacen más que se hacen, no hay duda de que los líderes deben ser formados también, y esto no ha sucedido. Nadie nace con un libro de instrucciones debajo del brazo para aprender a liderar. Por otro lado, muchas veces se supone que la posición asignada a una persona viene con el entendimiento de esa posición, pero nunca ha sido de esa manera y sobre todo cuando de liderazgo se trata. Ha habido poco entrenamiento, tanto en la Iglesia como en la sociedad secular, sobre lo que un líder debe ser.

La crisis de liderazgo es profunda porque la ausencia de valores en la sociedad posmoderna ha causado una crisis de carácter en nuestros días. Sin valores no hay carácter y sin carácter no hay liderazgo. La ausencia de valores ha generado una ausencia de carácter en el individuo. Decía alguien que los líderes necesitan emprender la formación de su carácter de manera intencional, pues el carácter no es algo que se forma de manera natural, por ósmosis, como sí ocurre con su deformación cuando nos exponemos a malas influencias. De ahí que Pablo nos advirtiera y nos dijera que las «malas compañías corrompen las buenas costumbres» (1 Cor. 15:33). Si comenzamos a relacionarnos con frecuencia y de manera cercana con la compañía incorrecta, debido a nuestra naturaleza pecadora, nos iremos deformando de manera natural y sin ningún esfuerzo.

El éxito es una amenaza para el carácter de las personas. Mientras más alto ascendemos por la escalera del éxito, vamos sosteniendo mayores responsabilidades con un mayor peso sobre nuestros hombros. Si no se ha desarrollado el carácter conjuntamente, la persona exitosa terminará quedando aplastada bajo el peso de las nuevas responsabilidades.

Algo que ha empeorado la situación actual es que vivimos en una sociedad con un ritmo de vida muy acelerado; entonces, aquellos a quienes Dios ha llevado a una posición de liderazgo dicen no tener el tiempo para formar a sus discípulos. El asunto es que, si no hay tiempo para formar discípulos, no se está pasando el liderazgo de una generación a la próxima. Este no fue el modelo de Jesús, quien dedicó tiempo para formar a Sus discípulos. Cristo no comenzó a formar Su iglesia antes de que los discípulos hubieran sido adecuadamente formados. Por otro lado, ese mismo ritmo acelerado en el que vivimos, ha llevado a las instituciones a colocar en posiciones de liderazgo a personas cada vez más jóvenes. Así vemos que las posiciones que en el pasado ocupaban personas de 40 a 50 años hoy en día las ocupan personas entre los 30 y 40 años. Quizás la preparación académica de hoy sea mucho mejor que la de generaciones anteriores; pero, cuando de liderazgo se trata, la academia no es el único factor importante, sino también la madurez del individuo.

Si pensamos en la iglesia local, podríamos decir que su liderazgo constituye la base de la organización, por lo cual es imprescindible que este se haya formado antes de que se inicie la iglesia o en las etapas tempranas de esta. Si pensamos en las familias, tendríamos que afirmar que no pueden tener estabilidad si no hay una cabeza que lidere a sus miembros. Si pensamos en los gobiernos, sin lugar a dudas no podríamos tener una nación próspera y estable si su liderazgo no tiene lo que se requiere para liderar los destinos de la nación.

Todo esto es aún más importante si pensamos en los tiempos que vivimos. La generación de hoy no vive con un sentido de propósito y, cuando lo tiene, son propósitos relacionados con el aquí y el ahora. Si hay algo que se requiere para ser líder, en el mejor sentido de la palabra, es poseer un propósito que sea mayor que su persona. Y ese propósito lo da Dios. Si proviene de Dios, se supone que el propósito y la visión del líder van a sobrevivir al líder. El pueblo de Israel vio la muerte de Moisés, pero el propósito y la visión continuaron en la vida de Josué. Cuando algo viene de Dios, no puede morir con el líder; de ser así, podemos suponer que el propósito no vino de nuestro Señor. De este modo, cuando pensamos en liderazgo, tiene que haber un propósito que sea mayor que el líder y que pueda continuar cuando ese líder muera.

la importancia del liderazgo espiritual

Vemos la importancia de que el liderazgo pueda ser formado y pasado en el siguiente texto del Evangelio de Lucas: «Un discípulo no está por encima de su maestro; mas todo discípulo, después de que se ha preparado bien, será como su maestro» (Luc. 6:40). Esta frase implícitamente nos deja ver que, en la mente de Jesús, Su Iglesia se desarrollaría sobre la premisa de un maestro que formaría discípulos, que a su vez formarían a otros discípulos hasta que el Señor regresara. Pablo instruyó a Timoteo para que siguiera este patrón con las siguientes palabras: «Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros» (2 Tim. 2:2, RVR1960). La calidad del discípulo dependerá de la enseñanza que se comparte (la Palabra), del parecido del maestro con la enseñanza que entrega (congruencia) y de la cantidad de tiempo que el maestro y el discípulo pasen juntos.

Si ese maestro no se preocupa por vivir conforme a la Palabra y por formar bien a sus seguidores, duplicará exactamente las mismas deficiencias en sus discípulos. Cristo quería que Sus apóstoles modelaran Su imagen precisamente porque los discípulos que vendrían después serían formados a la imagen de ellos. La responsabilidad del líder espiritual es monumental, como vemos en estas palabras de Pablo a los corintios: «Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo» (1 Cor. 11:1).

John Maxwell ha escrito mucho sobre liderazgo y, aunque no estamos de acuerdo necesariamente con toda su teología, reconocemos que en el área de liderazgo hay mucho de lo que él enseña que tiene gran peso y valor. Una de sus muchas frases sobre liderazgo dice que «todo se levanta o se cae desde el liderazgo».58 Creemos que no hay nada más cierto. De hecho, en nuestra iglesia, cada vez que hemos identificado problemas a nivel de la congregación, junto al liderazgo nos hemos sentado a revisar primero esas áreas en nosotros mismos, antes de llegar delante de la congregación en general, porque frecuentemente los problemas congregacionales no son más que reflejos de los problemas en el liderazgo. Esto no significa que cada problema que encontramos en una persona está relacionado con algún problema en el liderazgo; ahora, si el cuerpo de Cristo está sufriendo de algún mal, es muy probable que la causa radique en el liderazgo del cuerpo. A veces, el problema está en la falta de enseñanza en un área en particular; otras, radica en una mala práctica o en inconsistencias de parte de ese liderazgo.

Maxwell dice además que «los líderes jamás se levantarán por encima de las limitaciones de su carácter».59 Por consiguiente, «una organización tampoco se levantará por encima de su liderazgo». En otras palabras, cuando de iglesias se trata, la congregación llegará hasta donde llegue el liderazgo en su desarrollo espiritual y moral. Pero si hablamos de la familia de esos líderes, los hijos llegarán hasta donde el líder llegue (por lo menos hasta que comiencen a independizarse) y hasta allí también llegará su matrimonio. De esta manera, nuestro matrimonio no superará nuestro desarrollo espiritual; esto es imposible. Si es alguna otra institución, hasta donde tú llegues hasta allí llegará la organización. El que lidera es el que arrastra a los que vienen detrás, y él determinará hasta dónde se llega. Por aplicación, podemos decir también que el crecimiento y la salud de la iglesia están relacionados con el crecimiento y la salud del liderazgo de la iglesia. Por lo tanto, el mayor reto del líder espiritual, en nuestra opinión, es su crecimiento continuo. Cuando el liderazgo se estanca, se estancó la familia, la iglesia o la institución.

la diferencia entre liderazgo espiritual y liderazgo secular

En la sociedad, cuando se habla de liderazgo, se mide mucho su efectividad por su productividad: «Ese es un gran líder: mira cuánto produjo; mira cuántas tareas realizó este año». El liderazgo espiritual no se mide de esa manera, en lo más mínimo. Tiene metas y es fructífero, pero su eficacia y efectividad se miden a través de la lente de los cielos, con Cristo y Su causa en mente. El liderazgo espiritual tiene que ver más con ser que con hacer. Cristo no mandó a los discípulos a hacer nada por el Reino hasta que no pasó con ellos de dos a tres años formándolos para que llegaran a ser hombres comprometidos con la causa del reino. Ellos no estuvieron listos para tal hazaña hasta después de la muerte y resurrección del Señor. Una cosa es lo que somos y otra lo que el mundo cree que somos. Lo que somos es nuestro carácter; lo que el otro cree que somos es nuestra reputación. Cuánta gente no ha tenido una buena reputación, sin carácter. Pero Dios está interesado en el carácter del individuo, en el corazón de la persona. Por tanto, una de las características de un buen líder espiritual es que no les exige a los demás algo que no ha hecho o que no ha dado primero. Cristo primero lavó los pies de Sus discípulos y luego les dijo: «Pues si yo, el Señor y el Maestro, os lavé los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis» (Juan 13:14-15).

No debiéramos exigirles a los demás lo que no podemos modelar en nuestras vidas primero porque, el otro inmediatamente observará la dicotomía que existe entre lo que enseñamos y lo que vivimos. Los líderes vivimos en casas de vidrio, de forma constante bajo el escrutinio de los demás. Esto es cierto del liderazgo en general, pero especialmente al de nosotros los líderes espirituales.
Al liderar al pueblo de Dios, debemos recordar que ese mismo

Dios quiere hacer algo a través de nosotros; por eso nos ha elegido. Pero al mismo tiempo, quiere hacer algo en nosotros. Dios nos está formando continuamente en la medida que tratamos de formar a otros. No somos un producto acabado. Estamos muy lejos de serlo. El apóstol Pablo entendió este principio perfectamente bien cuando escribió: «No que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús» (Fil. 3:12).

Por tanto, parte de lo que Dios hará es continuar formándolo a través de los retos y los desafíos que traerá a su persona o a su posición, por medio de las crisis que tenga que enfrentar. Dios mantuvo a Moisés continuamente en crisis, pero lo estaba formando. Tenemos que vernos como una oveja en formación; las ovejas en una iglesia no son solo las personas que asisten; el pastor o los pastores son ovejas también del rebaño de Cristo, con necesidades muchas veces similares a las del resto. Son ovejas que Dios está pastoreando y a las que está formando, dándoles todavía Su imagen, y continuará haciéndolo hasta el fin de nuestros días.

definición de liderazgo

No existe solo una definición de liderazgo; más bien se han identificado cientos de definiciones distintas. Algunas de ellas corresponden al liderazgo natural o secular y otras al liderazgo espiritual. No olvidemos que podemos ser líderes exitosos en la sociedad y terribles en la iglesia. De hecho, muchas iglesias han cometido el error de colocar en posiciones de liderazgo a aquellos que ocupan posiciones similares fuera de la iglesia sin tomar en consideración el patrón bíblico, y luego han tenido que lidiar con las consecuencias de tales decisiones. El liderazgo espiritual y el secular responden a dos patrones de pensamiento por completo diferentes y a dos sistemas de valores totalmente distintos. Por tanto, a pesar de las cosas que tienen en común, estos dos líderes son el fruto de dos cosmovisiones de liderazgo totalmente opuestas.
Alguien definió el liderazgo como «el proceso de persuasión a través del cual una persona induce a un grupo a perseguir un objetivo común».60 En esta definición, es bueno subrayar la palabra persuasión. Más adelante, volveremos a esta palabra. Pensando en esta definición, veamos ahora lo que Cristo dijo al llamar a Sus primeros discípulos: «Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres. Entonces ellos, dejando al instante las redes, le siguieron» (Mat. 4:19-20). Sin lugar a dudas, Cristo logró persuadir a un grupo de personas para que lo siguieran y así llegaran a hacer algo, y al día de hoy continúa haciendo lo mismo.

Napoleón Bonaparte, militar y gobernante francés, expresó los siguientes pensamientos mientras se encontraba exiliado en la isla de Santa Elena. El conquistador de la Europa civilizada tuvo tiempo para reflexionar sobre el alcance de sus logros. En una ocasión, llamó al conde Montholon a su lado y le preguntó: «¿Me puedes decir quién fue Jesucristo?». El conde se negó a responder. Napoleón continuó: «Pues bien, yo te lo diré. Alejandro, César, Carlomagno y yo mismo fundamos grandes imperios, pero ¿de qué dependían estas creaciones de nuestro genio? De la fuerza. Solo Jesús fundó Su imperio sobre la base del amor y hasta este día millones de personas morirían por Él. Creo que entiendo algo de la naturaleza humana y te digo que todos ellos fueron hombres, y yo soy un hombre; no hay otro como Él: Jesucristo fue más que un hombre. Yo he inspirado a multitudes con tal devoción entusiasta que hubieran muerto por mí, pero para hacer eso era necesario que yo estuviera visiblemente presente con la influencia eléctrica de mi aspecto, mis palabras, mi voz. Cuando veía a los hombres y les hablaba, encendía la llama de la autodevoción en sus corazones… Solo Cristo ha logrado elevar la mente del hombre hacia lo invisible, hasta el punto de no poder percibir las barreras del tiempo y el espacio. A través de un abismo de 1800 años, Jesucristo hace una demanda que está más allá de las más difíciles de satisfacer; pide aquello que un filósofo puede a menudo buscar en vano en las manos de sus amigos, o un padre en sus hijos, o una novia en su esposo, o un hombre en su hermano. Él pide el corazón del hombre; lo recibe todo para sí mismo. Él lo demanda incondicionalmente y de inmediato Su demanda es concedida. ¡Maravilloso! Desafiando el tiempo y el espacio, el alma del hombre, con todos sus poderes y facultades, se convierte en un anexo al imperio de Cristo. Todos los que creen sinceramente en Él experimentan ese amor extraordinario, sobrenatural hacia Él. Este fenómeno es inexplicable; está totalmente fuera del alcance de los poderes creativos del hombre. El tiempo, el gran destructor, no tiene poder para extinguir este fuego sagrado; el tiempo no puede agotar su fuerza ni poner un límite a su alcance. Esto es lo que más me sorprende; a menudo he pensado en ello. Esto es lo que me demuestra de manera convincente la divinidad de Jesucristo»61.

Una de las observaciones de Napoleón Bonaparte sobre el liderazgo de Jesús fue precisamente que él (Bonaparte) podía lograr que sus soldados lo siguieran cuando él daba una orden mientras estuviera vivo, pero si moría o perdía su rango no podría lograr jamás que alguien lo siguiera. Sin embargo, Napoleón notaba que Jesús, después de cientos de años de haber muerto, continuaba persuadiendo a la humanidad para que lo siguiera. Por eso Bonaparte decía que Jesús es el ejemplo de liderazgo más grande que jamás haya existido.

Eso no debe sorprendernos dada la investidura de Jesús, pero es bueno ver cómo aun el mundo secular puede reconocer en Jesús de manera peculiar esas cosas de las cuales estamos hablando ahora.

Oswald Sanders, en su libro Spiritual Leadership [Liderazgo espiritual], expresó que el «liderazgo es influencia, la habilidad de una persona para influenciar a otros».62 Sin lugar a dudas, un verdadero líder debe ser capaz de hacer que otros lo sigan por la vía de la influencia, no de la imposición. Nosotros vemos que después de la muerte de Jesús todavía la gente que estaba alrededor pudo notar que aquellos individuos que se expusieron a Él habían sido influenciados por Él.

Observemos cómo lo dice este texto del Libro de Hechos: «Al ver la confianza de Pedro y de Juan, y dándose cuenta de que eran hombres sin letras y sin preparación, se maravillaban, y reconocían que ellos habían estado con Jesús» (Hech. 4:13). La gente del mundo secular veía a hombres que vivían de un modo tal que, cuando reaccionaban, podían reconocer que habían pasado tiempo con Jesús. El texto dice que se maravillaban; ¿de qué se maravillaban? De que eran capaces de hacer cosas que por su poca preparación no hubieran podido hacer, pero pudieron asociar la habilidad de estos hombres con el tiempo pasado con el Maestro. Indirectamente podemos ver que Jesús logró influenciar a esta gente de manera extraordinaria, una influencia que pudo notarse aun después de Su muerte.

Otras dos definiciones de liderazgo espiritual que apreciamos mucho son las siguientes:

«Es influenciar a un grupo de personas hacia los propósitos de Dios para ellos».63

«Es mover a la gente de donde están a donde Dios quieren que estén».64

Estas son de las mejores definiciones de liderazgo espiritual que hemos leído porque nos dejan ver con claridad que un verdadero líder espiritual moverá a la gente conforme a los planes y propósitos de Dios, lo cual requerirá que dependa de manera continua del Espíritu de Dios y que sepa dónde se encuentra la gente en el sentido espiritual. Luego, ese líder tendrá que saber hacia dónde Dios quiere que mueva a las personas que lidera, se trate de sus hijos, de sus discípulos o de personas que trabajan para él. Esto nos recuerda que el líder espiritual no es autónomo; es un hombre bajo autoridad; tiene que rendir cuentas a Dios de lo que está haciendo con el pueblo que Cristo compró a precio de sangre. Para conocer dónde se encuentra la gente en su caminar con Dios, es necesario pasar tiempo con ese pueblo hasta que el líder huela a oveja, en el caso de una iglesia, o hasta que sus seguidores hayan desarrollado la pasión de seguir a Cristo, lo cual puede aplicarse a cualquier ámbito de la vida cristiana, ya sea en el hogar o en la sociedad.

El pueblo o los individuos no siempre quieren moverse de donde están hacia donde Dios quiere que estén, como vimos que ocurrió con el pueblo de Israel en el desierto. Pero si Dios lo ha llamado a liderar, ese hombre contará con Su aprobación y Su favor reposando sobre él y convencerá a la gente de la necesidad de moverse en la dirección de Dios. Algunos podrían señalar que, durante la travesía por el desierto, muchos de los israelitas rehusaron seguir a Moisés y eso es cierto. Pero el relato bíblico muestra cómo sufrieron las consecuencias, de tal manera que el líder de Dios quedó reivindicado.

Cuando leemos sobre lo que implica liderar espiritualmente, nos encontramos con palabras como persuadir, inducir, influenciar, motivar, estimular; pero en ningún momento se habla de imponer, forzar, mandar u ordenar como en el caso de un jefe. Una cosa es ser líder y otra cosa es ser jefe. Más arriba, al hablar de liderazgo, mencionamos la palabra propósito, de manera que ese liderazgo no se ejerce a ciegas ni a tientas como muchos han querido hacer. El líder necesita tener una idea clara de la visión, es decir, hacia dónde va. Si no sabes adónde vas, no podrás persuadir a otros para que te sigan. El liderazgo no es como el ejemplo clásico del chófer de autobús que se detiene en una parada y alguien le pregunta: «¿Hacia dónde va, chófer?», y él responde: «No sé, ¡pero súbase!». Nadie se sube a un autobús si no sabe hacia dónde se dirige.

Hemos escrito dos definiciones de liderazgo, una bien resumida y una más extensa, que nos permite hablar de algunas cosas intrínsecas del liderazgo espiritual. Esta es la definición breve: «liderazgo es la habilidad de estimular a otros a seguir nuestro ejemplo».

Esta definición la pusimos por escrito inspirados en las palabras de Pablo que ya vimos en 1 Corintios 11:1, donde dice literalmente: «Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo». Hay que estar muy seguro del propio testimonio para atreverse a escribir algo semejante. Pensar en esta definición nos ayuda porque nos recuerda que nuestro caminar debe ser un ejemplo que otros puedan imitar. Eso nos llama a la reflexión y a la introspección. Finalmente, quisiéramos revisar otra definición de liderazgo espiritual que escribimos tiempo atrás porque entendemos que hay aspectos fundamentales de ese liderazgo que aún no hemos considerado. Lamentablemente, esta última definición es mucho más extensa que las anteriores, pero nos llevará a reflexionar en algunas áreas que no hemos incursionado aún.

Liderazgo es la habilidad que tiene una persona que ha sido escogida y preparada por Dios para estimular a otros a que imiten su ejemplo, hasta llegar incluso a pagar el precio que sea necesario para alcanzar la meta que Dios haya trazado.

Ahora puedes ver que el líder espiritual no es alguien que se levanta un día y dice: «Quiero ser líder mañana», sino alguien a quien Dios ha capacitado para tal función. De hecho, el liderazgo es un don de acuerdo a la Palabra de Dios. En Romanos 12 se nos habla de los diferentes tipos de dones y en el versículo 8 se exhorta al que tiene el don de dirigir a que lo haga con diligencia. En esta definición, podemos ver que un líder espiritual debe ser alguien escogido por Dios para llevar a cabo Sus propósitos. Y Dios no solo lo escoge, sino que también lo prepara para estimular a otros a que imiten su ejemplo. Aunque Jesús es nuestro ejemplo, no hay duda de que Dios nos ha dejado padres en el caso de los hijos, esposos en el caso de las esposas y pastores en el caso de las iglesias, para modelar y estimular a los que vienen detrás. Otra de las cosas que necesitamos lograr es convencernos de que en el liderazgo hay un precio que pagar, tal como lo menciona esta última definición. Como siempre se ha dicho, el líder debe estar dispuesto a llegar más temprano y a irse más tarde que cualquier otra persona. Por tanto, el líder no puede pensar en vivir de acuerdo al mismo estándar de las ovejas.

Sabemos que el estándar de Dios es la perfección y nadie llegará allí de este lado de la gloria; pero a la vez tenemos que reconocer que, dentro del pueblo de Dios, las ovejas caminan a diferentes niveles de santificación. Por esta razón, es responsabilidad del líder modelar un estándar que esté por encima del de las ovejas. El líder, sin importar cuál sea su posición de liderazgo, es una oveja más del redil de Dios, como ya dijimos; pero no es simplemente una oveja. Es alguien que va delante, que va guiando y va cuidando a las ovejas de sus tropiezos y caídas frente a las tentaciones del mundo. Pero ese líder no puede olvidar nunca que el mundo no es la única piedra de tropiezo de las ovejas, sino que nosotros mismos podemos constituirnos en piedra de tropiezo para las ovejas. Por eso Pablo habla de que, si comer carne será piedra de tropiezo para alguno, está dispuesto a sacrificarse y, por tanto, no comer carne jamás para no hacer tropezar a su hermano (1 Cor. 8:13).

La Biblia no revela en qué medida Pablo afirmaría que «el líder debe cuidar su andar no solo ante Dios, sino también ante los hombres». Creemos que, en los últimos años, la iglesia se ha dejado engañar al entender que lo único importante es la intención del corazón como si esto fuera lo único que Dios juzga. Ese pensamiento no concuerda con la Palabra. El apóstol Pablo nos deja ver de una forma muy clara cuál es la verdad detrás de este principio: «[P]ues nos preocupamos por lo que es honrado, no solo ante los ojos del Señor, sino también ante los ojos de los hombres» (2 Cor. 8:21). Somos testigos de nuestro Dios y, por tanto, lo que los hombres opinen de nosotros se relaciona con la opinión que ellos tienen de Cristo y de Su causa.

Si quieres ser líder del pueblo de Dios en cualquier área, tendrás una vida de sacrificio por encima de la oveja común y corriente. Si no podemos hacer esto, si no estamos dispuestos a hacerlo, si nuestra esposa o nuestra familia no están dispuestos a hacerlo, es preferible decir: «Yo no sabía que este era el caso; no creo que pueda asumir esa responsabilidad». Nunca ha existido un líder, secular o cristiano, que pague un precio tan normal, común y corriente como el del resto del mundo; no lo ha habido ni lo habrá, pues entonces no sería líder.

La última definición que hemos venido desarrollando contiene cuatro aspectos fundamentales:

1. Dios escoge y prepara al líder.

En Juan 15:16, Cristo dice: «Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os escogí a vosotros». Moisés fue escogido por Dios al igual que cada uno de los profetas y de los apóstoles. Dios siempre ha hecho esa elección; Él se reserva ese derecho. Escoge a Sus líderes porque solo Él sabe lo que quiere hacer con ellos. La elección de Dios nunca es sin propósito definido.

2. El líder llama a otros a imitar su ejemplo.

Ya vimos cómo Pablo llamó a sus seguidores a imitar su ejemplo de la misma manera que él intentaba imitar a Cristo (1 Cor. 11:1). El liderazgo es algo más que enseñar, es modelar.

3. Hay un precio que pagar.

En Filipenses 3:10, Pablo nos deja ver parte de su deseo: «[Y] conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte». Nuestro llamado es doble: a) fuimos llamados a conocerlo a Él, el poder de Su resurrección, y b) fuimos llamados a participar en Sus padecimientos, llegar a ser como Él en Su muerte. Pablo entendía claramente que tomar su cruz y seguir a Cristo implicaba no solo participar de Sus bendiciones, sino también de Sus sufrimientos. Hay un precio que pagar.

4. El líder necesita perseguir la meta que Dios haya trazado.

En una ocasión, el mismo Cristo dijo: «Yo no puedo hacer nada por iniciativa mía; como oigo, juzgo, y mi juicio es justo porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió» (Juan 5:30). De esta manera, si el Maestro, la segunda persona de la Trinidad, no buscó establecer propósitos, metas o sueños que no fueran conforme a la voluntad del Padre, mucho menos nosotros, como líderes humanos que somos, podemos pretender liderar a otros por el camino que nuestra mente finita conciba.

reflexión final

El líder espiritual tiene que verse como alguien perteneciente a otra categoría, pero no a una superior. Nosotros pertenecemos a la comunidad de la toalla y la vasija. Quizás esta ilustración sobre cómo pensaba Cristo nos pueda ayudar:

En mi reino, por otra parte, un hombre llega a ser grande y líder (o gobernante) siendo primero el siervo de aquellos sobre quienes ha de ejercer liderazgo. En otros estados (o reinos), lideran (o gobiernan) aquellos cuyo privilegio es el ser ministrado; en el reino divino, lideran (o gobiernan) aquellos que consideran que ministrar es un privilegio.65

Allí radica la diferencia. Nosotros no tenemos mayores derechos por ser líderes sobre las ovejas; tenemos mayores responsabilidades. Lo que Dios nos ha dado no es un nombramiento superior, sino el privilegio de poder liderar a un pueblo que Él compró a precio de sangre y eso es un privilegio extraordinario. Este es el caso de la Iglesia. Pero en el caso de una familia, Dios les regala hijos a los padres para que traten de reproducir en esos hijos la imagen de Cristo. El esposo recibe una esposa como regalo de parte de Dios para liderarla de la misma manera que Cristo cuida y lidera Su Iglesia. Nota la instrucción de Pablo:

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada. Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama (Ef. 5:25-28).

Un líder espiritual debe poseer lo siguiente:

  • Un carácter santo.
  • Una actitud de servicio.
  • Un espíritu de sacrificio.
  • Un espíritu manso.
  • Un amor por Dios, Su Palabra y Su pueblo.
  • Una autoridad sujeta a la Palabra.
  • Una vida dependiente del Espíritu de Dios y de la oración.
  • Un solo propósito: la gloria de Dios.
  • Una única medida del éxito: vidas transformadas.
  • Un solo modelo: Jesucristo.66

No olvidemos que solo somos «servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios» (1 Cor. 4:1b). Estas palabras fueron escritas por Pablo, el apóstol, el más grande misionero de la historia de la Iglesia, plantador de múltiples iglesias y mártir de la iglesia primitiva. Este fue un líder espiritual que conoció su posición ante Dios. Solo somos canales por donde Dios puede hacer fluir Su gracia y Su poder.


D.r Miguel Núñez sirve como pastor titular de la Iglesia Bautista Internacional (IBI) en Santo Domingo, República Dominicana, y es el presidente y fundador del Ministerio Integridad & Sabiduría, que busca como visión despertar a Latinoamérica a la Verdad de Dios


Extraído del libro Siervos para su gloria.

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