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Devoción

Sus caminos no son nuestros caminos

March 10, 2022 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por Dane Ortlund

… mis pensamientos no son vuestros pensamientos… isaías 55:8

El mensaje de este libro es que tendemos a proyectar nuestras expectativas naturales sobre quién es Dios en lugar de buscar que la Biblia nos sorprenda con lo que Dios mismo nos enseña. Quizás en ninguna parte de la Biblia se aclara más este punto que en Isaías 55. Sobre este pasaje, Juan Calvino declaró: «No existe nada que perturbe más nuestra conciencia que cuando pensamos que Dios es como nosotros».

Cuando la vida da un giro difícil e inesperado, los cristianos a menudo les recuerdan a los demás, encogiéndose de hombros: «Sus caminos no son nuestros caminos», tratando de transmitir los misterios de la providencia divina mediante los cuales Él organiza los eventos de manera que nos sorprenden. La misteriosa profundidad de la divina providencia es, por supuesto, una preciosa verdad bíblica. Pero el pasaje en el que encontramos la idea de «sus caminos no son nuestros caminos» proviene de Isaías 55. Y en su contexto, significa algo muy diferente. No es una declaración de la fascinación de la misteriosa providencia de Dios, sino de la fascinación del corazón compasivo de Dios. Observa el pasaje completo:

Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. (Isa. 55:6-9)

La primera parte de este pasaje nos dice qué hacer. La segunda parte nos dice por qué. La transición llega hacia el final del versículo 7 (que concluye: «será amplio en perdonar»). Pero considera el razonamiento de este pasaje.

Dios nos llama a buscarlo, e invita incluso a los malvados a regresar al Señor. ¿Qué pasará cuando hagamos esto? Dios tendrá misericordia de nosotros (v. 7). El paralelismo de la poesía hebrea nos da otra forma de decir que Dios ejercerá compasión hacia nosotros: «Será amplio en perdonar» (v. 7). Esto es un gran consuelo para nosotros, ya que nos encontramos una y otra vez alejándonos del Padre, buscando la calma del alma en cualquier lugar excepto en Su abrazo e instrucción. Si regresamos a Dios arrepentidos, sin importar cuán avergonzados y disgustados estemos con nosotros mismos, no perdonará parcialmente, sino que será amplio en perdonar. No solo nos acepta. Nos toma en Sus brazos otra vez.

Pero considera lo que hace el texto. Los versículos 8 y 9 nos conducen aún más profundo en esta compasión y abundante perdón. El versículo 7 nos ha dicho lo que Dios hace; los versículos 8 y 9 nos dicen quién es. O para decirlo de otra manera, Dios sabe que incluso cuando escuchamos sobre Su perdón compasivo, nos aferramos a esa promesa con una visión disminuida del corazón de donde fluye ese perdón. Por eso el Señor continúa:

Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.

¿Qué está diciendo Dios? Nos está diciendo que no podemos ver las expresiones de Su misericordia con nuestros viejos ojos. Nuestra propia visión de Dios debe cambiar. ¿Qué le diríamos a un niño de siete años que, al recibir un regalo de cumpleaños de su amado padre, inmediatamente se apresura a alcanzar su alcancía para intentar pagarle? Qué doloroso para el corazón de un padre. Ese niño necesita cambiar su punto de vista sobre quién es su padre y lo que se deleita en hacer.

El corazón humano caído fluye naturalmente hacia la reciprocidad, la venganza, el equilibrio de la balanza. Somos mucho más intratablemente legalistas de lo que creemos. Hay algo sano y glorioso detrás de ese impulso, por supuesto; somos hechos a imagen de Dios, deseamos orden y justicia en lugar de caos. Pero ese impulso, como cada parte de nosotros, se ha visto afectado por la caída en el pecado. Nuestra capacidad de comprender el corazón de Dios se ha derrumbado. Tenemos una visión empobrecida de cómo se siente con respecto a Su pueblo, una visión que (una vez más, debido al pecado) pensamos correcta sobre quién es Él; como un nieto a quien su abuelo le muestra un billete de 100 dólares y concluye que su abuelo seguramente es muy rico, sin saber que ese regalo es solo un mínimo reflejo de los miles de millones de dólares en bienes raíces que el abuelo posee.

Dios nos enseña, en términos claros, cuán pequeña es nuestra percepción natural de Su corazón. Sus pensamientos no son nuestros pensamientos. Sus caminos no son nuestros caminos. Y no porque nos desviamos unos cuantos centímetros. No, «como son más altos los cielos que la tierra», una forma hebrea de expresar la infinitud espacial, «así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos» (v. 9). En el versículo 8, Dios declara que Sus caminos y los nuestros son diferentes; en el versículo 9 es más específico y dice que Sus pensamientos son más altos. Es como si Dios estuviera diciendo en el versículo 8 que Él y nosotros pensamos de manera muy diferente, mientras que en el versículo 9 está diciendo exactamente cómo, es decir, Sus «pensamientos» (la palabra hebrea no significa simplemente «reflexión mental pasajera», sino «planes», «disposiciones», «intenciones», «propósitos») son superiores, más grandiosos, envueltos en compasión para la cual los pecadores caídos no tenemos una categoría natural.

Solo hay otro lugar en la Biblia donde encontramos la frase exacta «como son más altos los cielos que la tierra». En el Salmo 103, David ora: «Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen» (v. 11). Los dos pasajes, el Salmo 103:11 e Isaías 55:9, se esclarecen mutuamente.2 Los caminos y los pensamientos de Dios no son nuestros caminos y pensamientos, ya que los Suyos son pensamientos de amor y compasión que se extienden más allá de lo que nuestra mente puede pensar.

Calvino, el teólogo que más enseñó sobre la divina providencia, observó que el misterio de la providencia no es lo que Isaías 55 realmente busca. Señala que algunos interpretan la frase «mis pensamientos no son vuestros pensamientos» como un puro distanciamiento entre Dios y nosotros, expresando el enorme abismo entre la divinidad sagrada y la humanidad profana. Sin embargo, Calvino consideró que la intención del pasaje está exactamente en la dirección opuesta. Sí, existe una gran distancia entre Dios y nosotros; tenemos pensamientos limitados sobre el corazón de Dios, pero Él sabe que Su corazón está irremediable, expresiva e insuperablemente inclinado a nosotros.

Calvino comentó que «debido a que es difícil eliminar el terror de las mentes temerosas, Isaías presenta el argumento de la naturaleza de Dios, es decir, que Él estará listo para perdonar y reconciliarse con nosotros».3 Luego se dirige al centro de lo que Dios nos está diciendo en este texto. Después de identificar la interpretación errónea, señala:

Considero que el significado del profeta es diferente y otros comentaristas lo explican de forma correcta, según mi juicio, al pensar que establece una distinción entre la disposición de Dios y la disposición del hombre. Los hombres suelen juzgar y medir al Señor comparándolo con ellos mismos; porque sus corazones están conmovidos por pasiones furiosas y son muy difíciles de aplacar; y por lo tanto, piensan que no pueden reconciliarse con Dios cuando lo han ofendido. Pero el Señor muestra que está lejos de parecerse a los hombres.4

El lenguaje que Calvino utiliza para hablar de la disposición de Dios está relacionado con el corazón. Recuerda, cuando hablamos del corazón de Dios, estamos hablando de la preferencia de Sus afectos, Su inclinación natural, el concepto reglado de quién es y qué hace. Y la disposición divina, enseña Calvino, es, según Isaías 55, lo contrario a nuestra disposición natural caída.

Nuestro corto entendimiento de la alegría estruendosa del perdón divino acorta la distancia de nuestra percepción de quién es Dios, pero no limita lo que Él es en realidad. «Dios es infinitamente compasivo y está infinitamente dispuesto a perdonar, por lo que, si no obtenemos Su perdón, debe atribuirse exclusivamente a nuestra incredulidad».5

El corazón compasivo de Dios trastorna nuestros preconceptos instintivos sobre cómo le agrada responder a Su pueblo, si tan solo ellos arrojan a Sus pies la ruina y la miseria de sus vidas.

Él no es como tú. Incluso el amor humano más intenso no es sino la más leve sombra del amor celestial. Sus pensamientos por ti superan lo que puedes concebir. Él tiene la intención de restaurarte al resplandor radiante para el que fuiste creado. Y eso no depende de que te mantengas limpio, sino de que le lleves tu desorden a Él. No se limita a trabajar con las partes intactas que nos quedan después de toda una vida de pecado. Su poder es tan profundo que puede redimir las peores partes de nuestro pasado y convertirlas en las más radiantes de nuestro futuro. Pero tenemos que llevarle esas miserias.

Sabemos que Él es el futuro Restaurador de los que no lo merecen debido a lo que el pasaje enseña:

Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos;

los montes y los collados levantarán
canción delante de vosotros,
y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso.

En lugar de la zarza crecerá ciprés,
y en lugar de la ortiga crecerá arrayán;

y será a Jehová por nombre,
por señal eterna que nunca será raída. (Isa. 55:12-13)

Los pensamientos de Dios son mucho más altos que los nuestros porque no solo perdona abundantemente al penitente; Él ha decidido llevar a Su pueblo a un futuro tan glorioso que casi no podemos atrevernos a esperarlo. La poesía de este pasaje comunica maravillosamente que el corazón de Dios para Su pueblo está llegando a un crescendo a medida que pasan las generaciones, preparándose para el clímax en la historia de la humanidad al final de todas las cosas. Nuestra alegre humanidad restaurada surgirá con tanta energía espiritual que la creación misma estallará en estridentes himnos de celebración. Esta es la fiesta que toda la creación espera con ansiosa anticipación (Rom. 8:19), porque su gloria está ligada a nuestra gloria y depende de ella (Rom. 8:21). El universo será restaurado a un hermoso brillo y dignidad a medida que los hijos e hijas de Dios reciban un futuro tan seguro como inmerecido.

¿Cómo podemos estar tan seguros?

Porque, aunque Sus caminos son más altos que los nuestros, la forma en que Sus pensamientos son más altos que los nuestros es que no nos percatamos de cuán bajo se deleita en buscarnos. Como leemos algunos capítulos más adelante en Isaías:

Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados. (57:15)

¿Dónde está el corazón de Dios, el indescriptiblemente exaltado y santo, de acuerdo con Isaías 57:15? Con los humildes. Cuando Jesús apareció 700 años después de que Isaías profetizara y revelara sus sentimientos más profundos como «manso y humilde de corazón», estaba demostrando de una vez por todas que la humildad es donde Dios ama morar. Es lo que hace. Es Su esencia. Sus caminos no son nuestros caminos.

Obtenido del libro “Manso y humilde”


Dane Ortlund (PhD, Wheaton College) es vicepresidente de publicaciones de la Biblia en Crossway en Wheaton, Illinois, donde vive con su esposa, Stacey, y sus cuatro hijos.Ray Ortlund es el pastor principal de Immanuel Church en Nashville, Tennessee

¿Debo orar con mi esposa?

February 24, 2022 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por Martin Manchego

Considero la oración como el fuego que suelda la Palabra de Dios al corazón del hombre.

No es casualidad que los hombres más piadosos de la historia hayan pasado mucho tiempo en oración. Si nuestro Señor Jesucristo separaba tiempo diario para orar a su Padre, ¿cuánto más tendríamos que hacerlo nosotros, que somos pecadores?

La oración: calidad vs cantidad

Hace varios años se ha vuelto muy común la frase “Yo no puedo pasar mucho tiempo con mis hijos, pero el tiempo que paso con ellos es tiempo de calidad”. ¿A qué se refieren con esto? Básicamente, la idea de esta frase es que no se puede invertir mucho tiempo en los niños de la casa, pero el tiempo que se puede se vive al máximo. Aunque esto suene loable, en la mayoría de los casos es una excusa por la poca dedicación que tienen los padres para desarrollar relaciones entrañables con sus hijos, y no solamente con sus hijos sino también con sus esposas.

No quiero generalizar, pero en la mayoría de personas que dicen algo así he notado un afán incesante por el trabajo y por los proyectos propios, poniendo como prioridad lo que no es prioritario. En ese sentido, para muchos la calidad es mejor que la cantidad.

Tristemente, esta forma de pensar ha ganado su lugar en la vida de oración de muchos de nosotros. Es común escuchar que cristianos batallan para tener una vida de oración apasionada y constante. Varios de ellos se han rendido a no tener momentos de conversación con Dios de manera constante, y se han catalogado a sí mismos como hombres que no oran mucho pero que, cuando lo hacen, pasan un pequeño tiempo de calidad.

¿Te imaginas qué sentiría mi esposa si yo le dijera que de lunes a sábado no podré conversar con ella, pero que los domingos pasaremos un tiempo de calidad? Es una locura, ¿verdad? ¿Por qué entonces pensamos que Dios, nuestro Salvador y dueño, se podría alegrar de nuestra pobre vida de oración de calidad?

La oración es un acto de disciplina y conciencia

Alguien dijo que «el que no organiza, agoniza». Me parece una frase muy buena para entender cómo se desarrolla una vida de oración constante y apasionada. La mayoría de los cristianos desea tener una vida de oración ferviente, pero muchos no la tienen porque no se detiene a organizar y pensar: “creo que debería orar por esto”. La palabra de Dios dice: «Orad sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17). Además, en Filipenses 4:6 señala:

No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo
que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho (NTV)

No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y
ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias (NVI)

La Palabra del Señor nos insta a orar en todo momento. Nunca está mal orar, ninguna oración es en vano, no hay oración que esté de más. En mi matrimonio, yo soy el que más gusta de leer y mi esposa es quien más
gusta de orar. ¡Es mi complemento! Ella es muy organizada en sus oraciones y tiene un librito de notas donde escribe todas sus peticiones y documenta las respuestas del Señor. Es muy gratificante la experiencia de leer sus escritos antiguos y ver cómo Dios ha respondido a esas oraciones.

Si aún es una batalla para ti desarrollar disciplina y una conciencia de la necesidad de orar, recuerda que no estás solo: tienes una esposa que te apoyará, o quizá seas tú quien tenga que enseñarle a orar disciplinada y conscientemente.

La oración en pareja nos ayuda a conocernos más

Desarrollar un hábito de oración juntos les llevará a conocerse mucho más. Hay cosas que pasan en nuestra vida que para mí son asuntos sin importancia, pero que afligen a mi esposa y le llevan a orar por muchos días. De la misma manera, hay asuntos que para mí son muy preocupantes pero que para mi esposa son asuntos fáciles de solucionar.

Estando en oración con mi esposa he podido conocer sus debilidades y saber en qué área necesita que yo le apoye. Ha sido para mí como si al escuchar a mi esposa orando, el Señor se hubiera acercado a mí susurrándome: “Para eso estás tú”. Varias veces hemos terminado de orar y mi esposa me ha dicho: “No sabía que eso te afligía tanto”. Este compañerismo será un gran refrigerio para el corazón de tu cónyuge.

Un hábito de oración es un hábito ejemplar

Tener un hábito de oración juntos también será de bendición para tus hijos: no hay nada más hermoso y ejemplar para un hijo que ver a sus padres orando. Los niños son apasionados imitadores de lo que sus padres hacen. Es triste ver a hijos de cristianos que no quieren orar en las reuniones de niños, pues es una de las cosas más bonitas del mundo: ver a un niño orar por su familia, sus amiguitos y sus sueños infantiles.

Algunos consejos prácticos

  • Sé disciplinado en tu vida de oración. Organiza un libro de peticiones, puedes dejarlo en tu mesa de noche y antes de dormir pueden orar por esas peticiones. Por cierto: evalúa tus prioridades si con frecuencia no vas a descansar con tu esposa al mismo tiempo.
  • En tu almuerzo o tiempo libre llama tu esposa o escríbele un mensaje de texto animándole a orar por las necesidades de hermanos o familiares.
  • El siguiente es un hábito que aprendí de mi hermano Sergio Villanueva, quien cada vez que terminábamos una charla me decía: «¿Qué te parece si oramos por esto?». Repite esa pregunta en todas las conversaciones que puedas, te aseguro que será de bendición para tu vida.
  • Oren los salmos. Te recomiendo el libro Orando la Biblia de Donald S. Whitney. La idea es tomar un Salmo cada día, leerlo y orar sobre aquello que Dios les dijo por medio de esa porción.
  • Celebren las oraciones respondidas. Si te organizas podrás ser más consciente de la respuesta que Dios da a tus oraciones. Mi esposa y yo acostumbramos celebrar cada vez que recibimos un Sí del Señor, porque nos alegra, pero también los No, porque entendemos que Dios tiene propósitos en todo lo que hace y permite en nuestras vidas. No tienes que gastar mucho: a veces un sencillo café y unas galletas entre dos pueden ser el marco perfecto para orar a Dios agradeciendo por el Sí y pidiendo fortaleza y sabiduría para los No.


Martín Manchego es pastor asociado y sirve en el ministerio de alabanza y enseñanza en español en la iglesia Metro Bible Church en Southlake, Texas. Es graduado de Teología y humanidades en Texas Baptist College. Además es compositor del album “Perfecto Salvador” y dirige un canal propio en YouTube en el cual comparte devocionales, entrevistas, canciones, poemas y reseñas de libros. Está casado con Denisse. Puedes encontrarlo en YouTube e Instagram.

¿Cómo crecer en compasión cristiana?

December 16, 2021 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por Martín Manchego

La agenda del Señor Jesucristo durante su ministerio estaba saturada de la proclamación de la Palabra. Es común ver en los evangelios el verbo “salió”, refiriéndose al Señor saliendo de un lugar privado o de un momento con sus discípulos para poder predicar a las multitudes. También se le puede ver “saliendo” de una ciudad a otra luego de haber terminado una enseñanza a muchas personas (Mt. 13:1; Mr. 6:34).

La actividad externa o visible del Señor era compartir el evangelio, además de alimentar a los hambrientos y sanar a enfermos. Algunos estudiosos han dicho que Jesús recorrió más de 5,000 kilómetros en sus tres años de ministerio sanando a personas y predicando la Palabra.

¿Alguna vez te has preguntado qué motivaba al corazón de Jesús?

La compasión del Señor

Así como podemos ver la actividad del Señor por medio de la repetición del verbo “salió” en los evangelios, podemos ver la motivación de su corazón por medio de sus declaraciones. En varias ocasiones el Señor manifiesta a sus discípulos: “Tengo compasión de la gente”, o “tengo compasión de las multitudes”, y concluía diciendo: “porque tienen hambre, porque están enfermos y porque son como ovejas que no tienen pastor” (Mr. 8:2; Mt. 9:36).

Jesús sabía que muchas de las personas que le seguían no le amaban, sino que estaban con Él solo por comida y sanidad (Jn. 6:26). Pero Él tuvo compasión de ellos. Incluso obró milagrosamente ante aquellos que no le pidieron un milagro (cp. Lc. 7:11-17). El Señor manifestó su amor compasivo a personas a las que nadie quería mostrar compasión. Sobre esto, el Dr. Frank Davey escribió:

“Uno no puede imaginar a Hipócrates mostrando algún interés en una prostituta en problemas, un mendigo ciego, el esclavo de un soldado de la potencia ocupante, un extranjero psicótico claramente sin dinero, o en una anciana con una condición espinal crónica. Jesús no solo lo hizo; esperaba que sus seguidores hicieran lo mismo”.[1]

Si bien es cierto que el Señor obró para ayudar a personas en sus necesidades terrenales, podemos ver un clamor especial cuando se trata de las “ovejas sin pastor”, aquellas personas que están desamparadas y perdidas espiritualmente (Lc. 19:41-42).

El corazón del Señor se aflige cuando ve a personas que no han recibido la luz del evangelio. Esto también se manifestó en sus discípulos, como se puede observar en la vida de Pablo cuando dice: “El amor de Cristo nos constriñe” (1 Co. 5:14). El amor de Dios debe impulsarnos a vivir para Él y proclamar su mensaje, “para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (1 Co. 5:15).

¿Por qué a menudo nuestra compasión no es como la de Jesús?

Crezcamos en compasión

Una de las razones principales por las que no desarrollamos compasión es que no estamos dispuestos a “ver a las multitudes” que pasan una vida de sufrimiento, incomodidad, enfermedad, o hambre. Por lo general, ellas viven en lugares incomodos, en comunidades pobres, en hospitales, en pueblos alejados de la ciudad, o están en lugares donde una catástrofe ha ocurrido. En tales lugares no hay atractivos turísticos ni algo delicioso o bonito para comprar. Son lugares para dar sin esperar recibir.

En vez de ir a esos lugares, con frecuencia preferimos la comodidad. No te culpo por eso, porque también he fallado a menudo en esto, pero necesitamos comprender que ahora somos nuevas criaturas en Cristo (2 Co. 5:17). Los ojos ciegos a las necesidades y el dolor del prójimo endurecen el corazón, sin embargo, los ojos atentos y compasivos lo ablandan. No olvidemos a los ancianos desamparados, las viudas, los huérfanos, los que pasan necesidad económica, los que sufren una enfermedad, o los que han experimentado una catástrofe.

Sigamos el ejemplo de nuestro Señor que “salió”, “fue”, “vió”, “sintió compasión”, y “obró”. Jesús es nuestro mayor ejemplo de entrega (Fil. 2:2-8). Él llegó a ir a lugares donde no fue bien recibido por ser judío, como cuando fue a Samaria porque su corazón compasivo le llevó a predicar, a pesar del cansancio, a la mujer junto al pozo y después a más samaritanos (Jn. 4).

Cuando salgamos a esos lugares llenos de necesidad, estaremos más expuestos a experimentar una de las cosas más hermosas y avivadoras que un cristiano puede experimentar: la bendición de poder guiar a alguien, por medio de la enseñanza bíblica, a los pies del Buen Pastor.

La mayor motivación a la compasión

En nuestra generación, muchos estamos sumergidos en nuestros planes, en la comodidad, el descanso, el trabajo, los estudios, e inclusive en nuestros ministerios. Así hemos dejado de lado la proclamación del evangelio entre los perdidos al olvidarnos que hubo un tiempo en que nosotros fuimos ovejas sin pastor y estábamos apartados del pueblo de Dios.

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó… nos dio vida juntamente con Cristo” (Ef. 2:4-5). Ahora somos “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que [anunciemos] las virtudes de Aquél que [nos] llamó de las tinieblas a Su luz admirable” (1 P. 2:9-10).

Habiendo experimentado la salvación, ¿no procuraremos la salvación de nuestro prójimo?

No podemos separar nuestra teología de nuestra practica. Si todo lo que aprendemos en la Palabra no nos conduce a mayor compasión, no estamos conociendo al Dios compasivo que nos rescató. El evangelio debe ser nuestra mayor motivación para la compasión.


[1] John Stott, The Incomparable Christ, p. 134.

Martín Manchego es pastor asociado y sirve en el ministerio de alabanza y enseñanza en español en la iglesia Metro Bible Church en Southlake, Texas. Es graduado de Teología y humanidades en Texas Baptist College. Además es compositor del album “Perfecto Salvador” y dirige un canal propio en YouTube en el cual comparte devocionales, entrevistas, canciones, poemas y reseñas de libros. Está casado con Denisse. Puedes encontrarlo en YouTube e Instagram.

El poder del silencio en el cristiano

December 14, 2021 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por Martín Manchego

“Creo que el diablo se ha propuesto monopolizar tres elementos: el ruido, la prisa, y las multitudes, ya que él está muy consciente del poder del silencio” — Jim Elliot.

De niño me gustaba quedarme recostado por horas en el parque que estaba a la vuelta de mi casa. A las cuatro de la tarde había un silencio profundo allí. Me quedaba mirando cada nube sobre mí. Así descubrí que se movían y cambiaban de forma, y que todo se hacía más gris cuando una nube cubría el sol.

En ratos así, yo podía estar muy consciente de cómo el cielo se oscurecía y cómo la luna aparecía al mismo tiempo que el sol apenas se estaba marchando. Podía escuchar al viento soplar y acariciar cada árbol del parque. Podía prestar atención a los gritos de alegría de los niños que iban de vuelta a casa luego de un día de escuela, y a las aves que volvían a sus nidos a alimentar a sus pichones que producían un sonido tan agudo como dulce.

En uno de esos momentos recordé las palabras de mi maestra de escuela dominical, quien me enseñó sobre la realidad de Dios, el creador de todas las cosas. Así tuve certeza, por primera vez, de que Él era real. Esto no fue algo que busqué, pero así sucedió. Y todo esto fue posible porque yo estaba quieto. No tenía distracciones. Solo quietud y silencio.

Un mundo de distracciones

Algo así suena muy extraño hoy. En la actualidad, todo a nuestro alrededor está hecho para distraernos o entretenernos. El ruido que nos rodea y la abundancia de responsabilidades nos han robado el silencio y la quietud que Dios quiere que tengamos en Él.

Incluso el sueño es difícil de conciliar para muchos. Tengo varios amigos que no pueden dormir en silencio. Necesitan el ruido del televisor para eso. Se han acostumbrado al ruido de tal manera que el silencio les incomoda porque trae a flote todas sus preocupaciones y así no pueden dejar de pensar en las urgencias del día siguiente.

Encontrar silencio y quietud parece más complicado que encontrar oro. Hoy vivimos para solucionar lo urgente dejando de lado lo importante. Detenernos es una locura que atenta contra la productividad. Pero… ¿y si Dios nos llama a estar quietos en su presencia? ¿Y si detenernos por un momento es lo más razonable que podemos hacer?

Un llamado a estar quietos

El salmo 46 es un himno glorioso que celebra la liberación ante pueblo enemigo e incluye un serio llamado para los redimidos de Dios.

En medio de los temores y las preocupaciones que tenía Israel ante las naciones enemigas, lo más seguro a la vista del hombre era moverse, comenzar a hacer algo, actuar, poner manos a la obra. Pero el salmista deja en claro qué es lo primero que Dios quiere de su pueblo: “Estén quietos, y sepan que Yo soy Dios; exaltado seré entre las naciones, exaltado seré en la tierra” (Sal. 46:10). En las dificultades y obligaciones, debemos reconocer que dependemos de Él.

¿Te has puesto a pensar cuán difícil era para el pueblo estar quieto? Sin embargo, puedes ver el valor de esto en las historias de los profetas en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, Elías se apartó al monte Horeb para estar en silencio (1 R. 19:8), y Habacuc se mantuvo de pie atento, como un centinela en su puesto para escuchar lo que Dios decía (Hab. 2:1).

Mira también a Pablo solo en Arabia y Damasco antes de comenzar su ministerio (Gá. 1:17-18), y principalmente el ejemplo de nuestro Señor Jesús, quien siempre se apartaba de las multitudes para tener un tiempo a solas con su Padre (Mr. 1:35).

Dios quiere que estemos quietos en su presencia. ¿Estamos obedeciendo de esta manera?

Dios nos habla en el silencio

Cuando examinamos nuestros corazones, podemos llegar a ver que la razón por la que no tomamos tiempos en quietud para contemplar el poder y la bondad infinita de Dios es nuestro afán por hacer las cosas en nuestras fuerzas. Pensamos que si no nos encargamos de nuestros asuntos, nadie podrá solucionarlos. La prisa, el ruido, y las multitudes son herramientas que el diablo usa para llevarnos a una vida sin descanso y esperanza.

Sin embargo, así como es seguro que tendremos aflicciones y problemas en esta vida, también es seguro que tenemos a Dios de nuestro lado. Él nos sustentará, y un día nos llevará a su gloria que no tiene comparación con las aflicciones de este mundo (Ro. 8:18). Pero no podremos escuchar a Dios en medio de la prisa de nuestros días si no tomamos tiempos para estar quietos.

Las verdades más hermosas y alentadoras que Dios quiere decirte en su Palabra serán dichas en suaves susurros que necesitan quietud y silencio para ser escuchadas, como nos recuerda la experiencia de Elías en el monte Horeb. Él no vio a Dios en el poderoso viento que destrozaba los montes y quebraba las peñas. Tampoco lo vio en un fuerte terremoto y en el fuego. El profeta escuchó al Señor en el susurro de una brisa apacible (1 de R. 19:11-13)

¿Has pensado en cuanto perdemos por andar siempre en movimiento? ¿Cuánto ganaríamos si nos detenemos por un rato? ¿Hay algún momento en tu día en el que puedas estar quieto y en silencio?

Recuerda que no hay reunión más importante que la que puedes tener hoy con tu Padre que te conoce, te ama, y se quiere dar a conocer.

Martín Manchego es pastor asociado y sirve en el ministerio de alabanza y enseñanza en español en la iglesia Metro Bible Church en Southlake, Texas. Es graduado de Teología y humanidades en Texas Baptist College. Además es compositor del album “Perfecto Salvador” y dirige un canal propio en YouTube en el cual comparte devocionales, entrevistas, canciones, poemas y reseñas de libros. Está casado con Denisse. Puedes encontrarlo en YouTube e Instagram.

Foto de Amy Tran en Unsplash

Dios conoce nuestros corazones

December 9, 2021 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por Martín Manchego

Hace años tuve la triste experiencia de ver cómo un joven que parecía ser un cristiano comprometido, respetuoso de sus autoridades, puntual, amable, que manejaba muy bien el lenguaje bíblico, y que incluso tenia un liderazgo innato, de pronto se apartó del Señor. Dejó todo lo que en un momento pareció ser su principal deleite.

Cuando conversé con este joven y le pregunté qué había pasado en su vida, me comentó que nunca había creído el evangelio, pero que le resultaba fácil fingir que sí. Desde muy pequeño había aprendido buenos modales, valores, cómo ser amigable. Esto, junto a su gran capacidad para memorizar lo que aprendía, lo llevó a dar una buena apariencia de piedad.

Su brutal honestidad era escalofriante. No pude evitar preguntarme: ¿estoy viviendo mi espiritualidad superficialmente, como este joven?

Yo estaba seguro de mi salvación, y aún lo estoy gracias a Dios, pero en aquel momento entendí algo espeluznante. Vi que hay cosas que podemos hacer que pueden lucir piadosas, aunque realmente no surjan de un corazón agradecido que quiera agradar a Dios.

Un Dios que mira el corazón

Piensa en las siguientes palabras: “Todo camino del hombre es recto en su propia opinión; pero Jehová pesa los corazones” (Pr. 21:2 RV60).

Este versículo dice que hay caminos que pueden verse correctos, pero Dios no solo ve esos caminos, sino que también Él mira más profundamente: Él ve y evalúa las intenciones del corazón detrás de todos nuestros actos.

Dios no solo quiere que nuestras palabras sean correctas; Él quiere que nazcan de un corazón sincero. Dios no quiere que solamente aprendamos a repetir oraciones que suenen piadosas; Él quiere que oremos en lo íntimo con un corazón contrito y humillado. Nuestro Dios no desea que simplemente luzcamos piadosos; Él desea que lo seamos en lo interior.

El Señor pesa los corazones.

Un Dios que nos llama a sinceridad

El moralismo es enemigo de la fe sincera. Por eso Jesús confrontó a los fariseos: “Ustedes son los que se justifican a sí mismos ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones, porque lo que entre los hombres es de alta estima, abominable es delante de Dios” (Lc. 16:15).

¿Vives una vida de apariencias ante Dios? ¿Has aprendido a actuar ante los demás como si tuvieras una relación profunda con Él?

Si es así, ven a la luz de Dios. Él es grande en misericordia y perdón. Él dice: “Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo” (Ef. 5:14). También dice: “Yo te haré saber y te enseñaré el camino en que debes andar; te aconsejaré con Mis ojos puestos en ti” (Sal. 32:8).

Dios quiere darse a conocer en tu vida. Si has vivido en hipocresía ante Dios, puedes arrepentirte y creer en la obra del Señor Jesús en la cruz. Él ha resucitado y hoy, a la diestra de Dios, intercede por sus redimidos (Ro. 8:34).

Avivemos nuestro deseo de ser más sinceros en nuestra fe mirando a Cristo. Él vió a las multitudes y sintió compasión por ellas (Mt. 9:36). Él sabía amar, y era manso y humilde de corazón (Mt. 11:29). Él es nuestro máximo ejemplo de amor, humildad, y servicio honesto.

Pidamos en oración que todos los días podamos caminar en una fe sincera delante de Aquel que dio su vida por nosotros: el Señor que pesa nuestros corazones y nos ama a pesar de eso.

Martín Manchego es pastor asociado y sirve en el ministerio de alabanza y enseñanza en español en la iglesia Metro Bible Church en Southlake, Texas. Es graduado de Teología y humanidades en Texas Baptist College. Además es compositor del album “Perfecto Salvador” y dirige un canal propio en YouTube en el cual comparte devocionales, entrevistas, canciones, poemas y reseñas de libros. Está casado con Denisse. Puedes encontrarlo en YouTube e Instagram.

Foto de Ben White en Unsplash

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