• Skip to content
  • Skip to secondary menu
  • Skip to primary sidebar

Lifeway Liderazgo

Lifeway Liderazgo

  • Inicio
  • Libros
  • Biblias
  • Estudios Bíblicos
  • Articulos
  • Autores

Jesús

¿Cómo crecer en compasión cristiana?

December 16, 2021 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por Martín Manchego

La agenda del Señor Jesucristo durante su ministerio estaba saturada de la proclamación de la Palabra. Es común ver en los evangelios el verbo “salió”, refiriéndose al Señor saliendo de un lugar privado o de un momento con sus discípulos para poder predicar a las multitudes. También se le puede ver “saliendo” de una ciudad a otra luego de haber terminado una enseñanza a muchas personas (Mt. 13:1; Mr. 6:34).

La actividad externa o visible del Señor era compartir el evangelio, además de alimentar a los hambrientos y sanar a enfermos. Algunos estudiosos han dicho que Jesús recorrió más de 5,000 kilómetros en sus tres años de ministerio sanando a personas y predicando la Palabra.

¿Alguna vez te has preguntado qué motivaba al corazón de Jesús?

La compasión del Señor

Así como podemos ver la actividad del Señor por medio de la repetición del verbo “salió” en los evangelios, podemos ver la motivación de su corazón por medio de sus declaraciones. En varias ocasiones el Señor manifiesta a sus discípulos: “Tengo compasión de la gente”, o “tengo compasión de las multitudes”, y concluía diciendo: “porque tienen hambre, porque están enfermos y porque son como ovejas que no tienen pastor” (Mr. 8:2; Mt. 9:36).

Jesús sabía que muchas de las personas que le seguían no le amaban, sino que estaban con Él solo por comida y sanidad (Jn. 6:26). Pero Él tuvo compasión de ellos. Incluso obró milagrosamente ante aquellos que no le pidieron un milagro (cp. Lc. 7:11-17). El Señor manifestó su amor compasivo a personas a las que nadie quería mostrar compasión. Sobre esto, el Dr. Frank Davey escribió:

“Uno no puede imaginar a Hipócrates mostrando algún interés en una prostituta en problemas, un mendigo ciego, el esclavo de un soldado de la potencia ocupante, un extranjero psicótico claramente sin dinero, o en una anciana con una condición espinal crónica. Jesús no solo lo hizo; esperaba que sus seguidores hicieran lo mismo”.[1]

Si bien es cierto que el Señor obró para ayudar a personas en sus necesidades terrenales, podemos ver un clamor especial cuando se trata de las “ovejas sin pastor”, aquellas personas que están desamparadas y perdidas espiritualmente (Lc. 19:41-42).

El corazón del Señor se aflige cuando ve a personas que no han recibido la luz del evangelio. Esto también se manifestó en sus discípulos, como se puede observar en la vida de Pablo cuando dice: “El amor de Cristo nos constriñe” (1 Co. 5:14). El amor de Dios debe impulsarnos a vivir para Él y proclamar su mensaje, “para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (1 Co. 5:15).

¿Por qué a menudo nuestra compasión no es como la de Jesús?

Crezcamos en compasión

Una de las razones principales por las que no desarrollamos compasión es que no estamos dispuestos a “ver a las multitudes” que pasan una vida de sufrimiento, incomodidad, enfermedad, o hambre. Por lo general, ellas viven en lugares incomodos, en comunidades pobres, en hospitales, en pueblos alejados de la ciudad, o están en lugares donde una catástrofe ha ocurrido. En tales lugares no hay atractivos turísticos ni algo delicioso o bonito para comprar. Son lugares para dar sin esperar recibir.

En vez de ir a esos lugares, con frecuencia preferimos la comodidad. No te culpo por eso, porque también he fallado a menudo en esto, pero necesitamos comprender que ahora somos nuevas criaturas en Cristo (2 Co. 5:17). Los ojos ciegos a las necesidades y el dolor del prójimo endurecen el corazón, sin embargo, los ojos atentos y compasivos lo ablandan. No olvidemos a los ancianos desamparados, las viudas, los huérfanos, los que pasan necesidad económica, los que sufren una enfermedad, o los que han experimentado una catástrofe.

Sigamos el ejemplo de nuestro Señor que “salió”, “fue”, “vió”, “sintió compasión”, y “obró”. Jesús es nuestro mayor ejemplo de entrega (Fil. 2:2-8). Él llegó a ir a lugares donde no fue bien recibido por ser judío, como cuando fue a Samaria porque su corazón compasivo le llevó a predicar, a pesar del cansancio, a la mujer junto al pozo y después a más samaritanos (Jn. 4).

Cuando salgamos a esos lugares llenos de necesidad, estaremos más expuestos a experimentar una de las cosas más hermosas y avivadoras que un cristiano puede experimentar: la bendición de poder guiar a alguien, por medio de la enseñanza bíblica, a los pies del Buen Pastor.

La mayor motivación a la compasión

En nuestra generación, muchos estamos sumergidos en nuestros planes, en la comodidad, el descanso, el trabajo, los estudios, e inclusive en nuestros ministerios. Así hemos dejado de lado la proclamación del evangelio entre los perdidos al olvidarnos que hubo un tiempo en que nosotros fuimos ovejas sin pastor y estábamos apartados del pueblo de Dios.

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó… nos dio vida juntamente con Cristo” (Ef. 2:4-5). Ahora somos “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que [anunciemos] las virtudes de Aquél que [nos] llamó de las tinieblas a Su luz admirable” (1 P. 2:9-10).

Habiendo experimentado la salvación, ¿no procuraremos la salvación de nuestro prójimo?

No podemos separar nuestra teología de nuestra practica. Si todo lo que aprendemos en la Palabra no nos conduce a mayor compasión, no estamos conociendo al Dios compasivo que nos rescató. El evangelio debe ser nuestra mayor motivación para la compasión.


[1] John Stott, The Incomparable Christ, p. 134.

Martín Manchego es pastor asociado y sirve en el ministerio de alabanza y enseñanza en español en la iglesia Metro Bible Church en Southlake, Texas. Es graduado de Teología y humanidades en Texas Baptist College. Además es compositor del album “Perfecto Salvador” y dirige un canal propio en YouTube en el cual comparte devocionales, entrevistas, canciones, poemas y reseñas de libros. Está casado con Denisse. Puedes encontrarlo en YouTube e Instagram.

El poder del silencio en el cristiano

December 14, 2021 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por Martín Manchego

“Creo que el diablo se ha propuesto monopolizar tres elementos: el ruido, la prisa, y las multitudes, ya que él está muy consciente del poder del silencio” — Jim Elliot.

De niño me gustaba quedarme recostado por horas en el parque que estaba a la vuelta de mi casa. A las cuatro de la tarde había un silencio profundo allí. Me quedaba mirando cada nube sobre mí. Así descubrí que se movían y cambiaban de forma, y que todo se hacía más gris cuando una nube cubría el sol.

En ratos así, yo podía estar muy consciente de cómo el cielo se oscurecía y cómo la luna aparecía al mismo tiempo que el sol apenas se estaba marchando. Podía escuchar al viento soplar y acariciar cada árbol del parque. Podía prestar atención a los gritos de alegría de los niños que iban de vuelta a casa luego de un día de escuela, y a las aves que volvían a sus nidos a alimentar a sus pichones que producían un sonido tan agudo como dulce.

En uno de esos momentos recordé las palabras de mi maestra de escuela dominical, quien me enseñó sobre la realidad de Dios, el creador de todas las cosas. Así tuve certeza, por primera vez, de que Él era real. Esto no fue algo que busqué, pero así sucedió. Y todo esto fue posible porque yo estaba quieto. No tenía distracciones. Solo quietud y silencio.

Un mundo de distracciones

Algo así suena muy extraño hoy. En la actualidad, todo a nuestro alrededor está hecho para distraernos o entretenernos. El ruido que nos rodea y la abundancia de responsabilidades nos han robado el silencio y la quietud que Dios quiere que tengamos en Él.

Incluso el sueño es difícil de conciliar para muchos. Tengo varios amigos que no pueden dormir en silencio. Necesitan el ruido del televisor para eso. Se han acostumbrado al ruido de tal manera que el silencio les incomoda porque trae a flote todas sus preocupaciones y así no pueden dejar de pensar en las urgencias del día siguiente.

Encontrar silencio y quietud parece más complicado que encontrar oro. Hoy vivimos para solucionar lo urgente dejando de lado lo importante. Detenernos es una locura que atenta contra la productividad. Pero… ¿y si Dios nos llama a estar quietos en su presencia? ¿Y si detenernos por un momento es lo más razonable que podemos hacer?

Un llamado a estar quietos

El salmo 46 es un himno glorioso que celebra la liberación ante pueblo enemigo e incluye un serio llamado para los redimidos de Dios.

En medio de los temores y las preocupaciones que tenía Israel ante las naciones enemigas, lo más seguro a la vista del hombre era moverse, comenzar a hacer algo, actuar, poner manos a la obra. Pero el salmista deja en claro qué es lo primero que Dios quiere de su pueblo: “Estén quietos, y sepan que Yo soy Dios; exaltado seré entre las naciones, exaltado seré en la tierra” (Sal. 46:10). En las dificultades y obligaciones, debemos reconocer que dependemos de Él.

¿Te has puesto a pensar cuán difícil era para el pueblo estar quieto? Sin embargo, puedes ver el valor de esto en las historias de los profetas en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, Elías se apartó al monte Horeb para estar en silencio (1 R. 19:8), y Habacuc se mantuvo de pie atento, como un centinela en su puesto para escuchar lo que Dios decía (Hab. 2:1).

Mira también a Pablo solo en Arabia y Damasco antes de comenzar su ministerio (Gá. 1:17-18), y principalmente el ejemplo de nuestro Señor Jesús, quien siempre se apartaba de las multitudes para tener un tiempo a solas con su Padre (Mr. 1:35).

Dios quiere que estemos quietos en su presencia. ¿Estamos obedeciendo de esta manera?

Dios nos habla en el silencio

Cuando examinamos nuestros corazones, podemos llegar a ver que la razón por la que no tomamos tiempos en quietud para contemplar el poder y la bondad infinita de Dios es nuestro afán por hacer las cosas en nuestras fuerzas. Pensamos que si no nos encargamos de nuestros asuntos, nadie podrá solucionarlos. La prisa, el ruido, y las multitudes son herramientas que el diablo usa para llevarnos a una vida sin descanso y esperanza.

Sin embargo, así como es seguro que tendremos aflicciones y problemas en esta vida, también es seguro que tenemos a Dios de nuestro lado. Él nos sustentará, y un día nos llevará a su gloria que no tiene comparación con las aflicciones de este mundo (Ro. 8:18). Pero no podremos escuchar a Dios en medio de la prisa de nuestros días si no tomamos tiempos para estar quietos.

Las verdades más hermosas y alentadoras que Dios quiere decirte en su Palabra serán dichas en suaves susurros que necesitan quietud y silencio para ser escuchadas, como nos recuerda la experiencia de Elías en el monte Horeb. Él no vio a Dios en el poderoso viento que destrozaba los montes y quebraba las peñas. Tampoco lo vio en un fuerte terremoto y en el fuego. El profeta escuchó al Señor en el susurro de una brisa apacible (1 de R. 19:11-13)

¿Has pensado en cuanto perdemos por andar siempre en movimiento? ¿Cuánto ganaríamos si nos detenemos por un rato? ¿Hay algún momento en tu día en el que puedas estar quieto y en silencio?

Recuerda que no hay reunión más importante que la que puedes tener hoy con tu Padre que te conoce, te ama, y se quiere dar a conocer.

Martín Manchego es pastor asociado y sirve en el ministerio de alabanza y enseñanza en español en la iglesia Metro Bible Church en Southlake, Texas. Es graduado de Teología y humanidades en Texas Baptist College. Además es compositor del album “Perfecto Salvador” y dirige un canal propio en YouTube en el cual comparte devocionales, entrevistas, canciones, poemas y reseñas de libros. Está casado con Denisse. Puedes encontrarlo en YouTube e Instagram.

Foto de Amy Tran en Unsplash

Dios conoce nuestros corazones

December 9, 2021 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por Martín Manchego

Hace años tuve la triste experiencia de ver cómo un joven que parecía ser un cristiano comprometido, respetuoso de sus autoridades, puntual, amable, que manejaba muy bien el lenguaje bíblico, y que incluso tenia un liderazgo innato, de pronto se apartó del Señor. Dejó todo lo que en un momento pareció ser su principal deleite.

Cuando conversé con este joven y le pregunté qué había pasado en su vida, me comentó que nunca había creído el evangelio, pero que le resultaba fácil fingir que sí. Desde muy pequeño había aprendido buenos modales, valores, cómo ser amigable. Esto, junto a su gran capacidad para memorizar lo que aprendía, lo llevó a dar una buena apariencia de piedad.

Su brutal honestidad era escalofriante. No pude evitar preguntarme: ¿estoy viviendo mi espiritualidad superficialmente, como este joven?

Yo estaba seguro de mi salvación, y aún lo estoy gracias a Dios, pero en aquel momento entendí algo espeluznante. Vi que hay cosas que podemos hacer que pueden lucir piadosas, aunque realmente no surjan de un corazón agradecido que quiera agradar a Dios.

Un Dios que mira el corazón

Piensa en las siguientes palabras: “Todo camino del hombre es recto en su propia opinión; pero Jehová pesa los corazones” (Pr. 21:2 RV60).

Este versículo dice que hay caminos que pueden verse correctos, pero Dios no solo ve esos caminos, sino que también Él mira más profundamente: Él ve y evalúa las intenciones del corazón detrás de todos nuestros actos.

Dios no solo quiere que nuestras palabras sean correctas; Él quiere que nazcan de un corazón sincero. Dios no quiere que solamente aprendamos a repetir oraciones que suenen piadosas; Él quiere que oremos en lo íntimo con un corazón contrito y humillado. Nuestro Dios no desea que simplemente luzcamos piadosos; Él desea que lo seamos en lo interior.

El Señor pesa los corazones.

Un Dios que nos llama a sinceridad

El moralismo es enemigo de la fe sincera. Por eso Jesús confrontó a los fariseos: “Ustedes son los que se justifican a sí mismos ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones, porque lo que entre los hombres es de alta estima, abominable es delante de Dios” (Lc. 16:15).

¿Vives una vida de apariencias ante Dios? ¿Has aprendido a actuar ante los demás como si tuvieras una relación profunda con Él?

Si es así, ven a la luz de Dios. Él es grande en misericordia y perdón. Él dice: “Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo” (Ef. 5:14). También dice: “Yo te haré saber y te enseñaré el camino en que debes andar; te aconsejaré con Mis ojos puestos en ti” (Sal. 32:8).

Dios quiere darse a conocer en tu vida. Si has vivido en hipocresía ante Dios, puedes arrepentirte y creer en la obra del Señor Jesús en la cruz. Él ha resucitado y hoy, a la diestra de Dios, intercede por sus redimidos (Ro. 8:34).

Avivemos nuestro deseo de ser más sinceros en nuestra fe mirando a Cristo. Él vió a las multitudes y sintió compasión por ellas (Mt. 9:36). Él sabía amar, y era manso y humilde de corazón (Mt. 11:29). Él es nuestro máximo ejemplo de amor, humildad, y servicio honesto.

Pidamos en oración que todos los días podamos caminar en una fe sincera delante de Aquel que dio su vida por nosotros: el Señor que pesa nuestros corazones y nos ama a pesar de eso.

Martín Manchego es pastor asociado y sirve en el ministerio de alabanza y enseñanza en español en la iglesia Metro Bible Church en Southlake, Texas. Es graduado de Teología y humanidades en Texas Baptist College. Además es compositor del album “Perfecto Salvador” y dirige un canal propio en YouTube en el cual comparte devocionales, entrevistas, canciones, poemas y reseñas de libros. Está casado con Denisse. Puedes encontrarlo en YouTube e Instagram.

Foto de Ben White en Unsplash

… y al que a mí viene, no le echo fuera.

December 7, 2021 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por Dane Ortlund

Todo lo que Thomas Goodwin y John Owen llegaron a ser (eruditos, bien educados, analíticos, graduados de las mejores universidades del mundo), John Bunyan no pudo serlo. Bunyan era pobre y sin educación. Según los estándares del mundo, todo estaba en contra de que Bunyan tuviera un impacto duradero en la historia humana. Pero así es como el Señor se deleita en trabajar: tomando a los marginados e ignorados, otorgándoles roles fundamentales en el desarrollo de la historia redentora. Y Bunyan, aunque con un estilo de escritura mucho más sencillo, compartió la capacidad de Goodwin de abrir el corazón de Cristo a sus lectores.

Bunyan es famoso por El progreso del peregrino, que es, además de la Biblia, el libro más vendido de la historia. Pero también fue autor de otros 57 libros. Uno de los más bellos es Come and Welcome to Jesus Christ [Ven y recibe a Jesucristo], escrito en 1678. La calidez del título es representativa de todo el tratado. Con el típico estilo puritano, Bunyan tomó un solo versículo y escribió un libro entero sobre él. Para este libro, Bunyan eligió Juan 6:37. En medio de autoproclamarse el pan de vida dado a los espiritual- mente hambrientos (Juan 6:32-40), Jesús declara:

Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.

Era uno de los versículos favoritos de Bunyan, como lo demuestra la frecuencia con la que lo cita a lo largo de sus escritos. Pero en este libro en particular, toma el texto y lo examina desde todos los ángulos, exprimiéndolo al máximo.

Hay demasiada teología consoladora en este versículo. Consi- dera lo que Jesús declara:

  • «Todo…», no «la mayoría». Una vez que el Padre fija Su amo- rosa mirada en un pecador errante, el rescate de ese pecador es seguro.
  • «… el Padre…». Nuestra redención no se trata de un Hijo ama- ble que trata de calmar a un Padre incontrolablemente enojado. El Padre mismo ordena nuestra liberación. Toma la iniciativa amorosa.
  • «… da…», no «regatea». Es un placer para el Padre confiar libremente a los rebeldes recalcitrantes al bondadoso cuidado de Su Hijo.
  • «… vendrá…». El propósito salvador de Dios para un pecador nunca se frustra. Nunca se queda sin recursos. Si el Padre nos llama, iremos a Cristo.
  • «… y el que […] viene…». Sin embargo, no somos robots. Si bien el Padre es claramente el soberano de nuestra redención, no somos arrastrados en contra de nuestra voluntad. La gracia divina es tan radical que llega y transforma nuestros propios deseos. Nuestros ojos son abiertos. Cristo se vuelve hermoso.
  • Venimos a Él. Y cualquiera es bienvenido. Ven y recibe a Jesucristo.
    • «… a mí viene…». No llegamos a un conjunto de doctrinas.
  • No acudimos a una iglesia. Ni siquiera venimos al evangelio. Todo esto es vital, pero lo más importante es que llegamos a una Persona, a Cristo mismo.

Bunyan resalta todo esto y más. Vale la pena leer todo el libro.1 Pero son las últimas palabras del versículo en las que él se detiene más tiempo, las que más significado tuvieron para él. A la mitad de su libro, confronta nuestras sospechas innatas sobre el corazón de Cristo. Utilizando la versión KJV en inglés («y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera», LBLA en español), Bunyan comenta:

Los que vienen a Jesucristo, a menudo temen sinceramente que Él no los reciba.

Esta observación está implícita en el texto. Lo deduzco de la amplitud y la franqueza de la promesa: «de ningún modo lo echaré fuera». Porque si no hubiera una inclinación en nosotros a «temer ser echados fuera», Cristo no tendría la necesidad de apaciguar nuestro miedo, como lo hace, con esta gran y extraña expresión: «de ningún modo».

No era necesario que la sabiduría del cielo inventara tal pro- mesa y la plasmara con tal énfasis, con el propósito de romper en pedazos de un solo golpe todas las objeciones de los pecadores, si ellos no fueran propensos a admitir tales objeciones, desanimando así a sus propias almas.

Pero la frase «de ningún modo» destroza todas las objeciones, y fue pronunciada por el Señor Jesús para ese mismo fin, y para ayudar a la fe que se mezcla con la incredulidad. Y es, por así decirlo, la suma de todas las promesas; no existe objeción que esta promesa no destruya.

Pero soy un gran pecador.
«De ningún modo te echaré fuera», responde Cristo.

Pero soy un viejo pecador.
«De ningún modo te echaré fuera», responde Cristo.

Pero soy un pecador de corazón duro.
«De ningún modo te echaré fuera», responde Cristo.

Pero soy un pecador reincidente.
«De ningún modo te echaré fuera», responde Cristo.

Pero he servido a Satanás toda mi vida.
«De ningún modo te echaré fuera», responde Cristo.

Pero he pecado contra la luz.
«De ningún modo te echaré fuera», responde Cristo.

Pero he pecado contra la misericordia.
«De ningún modo te echaré fuera», responde Cristo.

Pero no tengo nada bueno que ofrecer.
«De ningún modo te echaré fuera», responde Cristo.

Esta promesa se proporcionó para responder a todas las objeciones, y lo hace.2

En algunas de nuestras versiones de la Biblia ya no se utiliza la frase «de ningún modo», pero era una forma antigua de capturar el negativo enfático del griego en Juan 6:37. El texto literalmente dice: «al que viene a mí no lo echaré, no lo echaré fuera». A veces, como aquí, el griego utiliza dos negativos juntos para mostrar contundencia literaria. «Ciertamente, nunca, nunca lo echaré fuera». Es esta negación enfática de que Cristo no nos echará fuera lo que Bunyan llama «esta gran y extraña expresión».

¿Cuál es la finalidad de Bunyan?

La declaración de Jesús en Juan 6:37, el libro Come and Welcome to Jesus Christ y la cita en el centro de este libro existen para darnos paz mediante la naturaleza perseverante del corazón de Cristo. Decimos: «Pero yo…». Él dice: «De ningún modo te echaré fuera».

Los pecadores caídos y extraviados no tienen límite en su capacidad de pensar en razones para que Jesús los eche. Somos fábricas de nuevas objeciones al amor de Cristo. Incluso cuando nos que- damos sin razones tangibles para ser echados fuera, como pecados o fallas específicas, tendemos a tener una vaga sensación de que, con el tiempo suficiente, Jesús finalmente se cansará de nosotros y nos mantendrá a distancia. Bunyan nos entiende. Él sabe que somos inclinados a desechar las garantías de Cristo.

«No, espera», decimos al acercarnos con cautela a Jesús, «no lo entiendes. Realmente me he equivocado de muchas maneras».

Lo sé, Él responde.

«Sabes la mayor parte, claro. Ciertamente más de lo que otros ven. Pero hay una perversidad dentro de mí que está oculta de todos».

Lo sé todo.

«Bueno, la cuestión es que no es solo mi pasado. También es mi presente».

Entiendo.


«Pero no sé si puedo liberarme de esto pronto». Estoy aquí para ayudar justo a ese tipo de personas. «La carga es pesada, y se hace cada vez más pesada». Entonces déjame llevarla.

«Es demasiado para soportar».


No para mí.

«No lo entiendes. Mis ofensas no son hacia otros. Son en contra tuya».

Entonces soy el más adecuado para perdonarlas.

«Pero descubrirás más maldad en mí; te cansarás de mí».

Al que a mí viene, no le echo fuera.

De manera desafiante, Bunyan concluye la lista de objeciones que planteamos para venir a Jesús. «Esta promesa se proporcionó para responder a todas las objeciones, y lo hace». Caso cerrado. No podemos presentar una razón para que Cristo cierre Su corazón a Sus propias ovejas. No existe tal razón. Cada amigo humano tiene un límite. Si ofendemos lo suficiente, si una relación se daña lo suficiente, si traicionamos suficientes veces, somos echados fuera y se forma una barrera. Pero con Cristo, nuestros pecados y debilidades son los elementos necesarios que nos califican para acercarnos a Él. No se requiere nada más que acudir a Él, primero en la conversión y mil veces después hasta que estemos con Él al morir.

Quizás no sean principalmente los pecados sino los sufrimientos los que provoquen que algunos de nosotros cuestionemos la bondad del corazón de Cristo. A medida que el dolor se acumula, a medida que pasan los meses, la conclusión parece obvia: hemos sido echados fuera. Seguramente la vida de alguien que ha sido abrazado por el corazón y la humildad de un Salvador no debería ser como la nuestra. Pero Jesús no dice que aquellos con vidas sin dolor nunca serán echados fuera. Él dice que los que vienen a Él nunca serán echados fuera. No es lo que la vida nos trae, sino a quién pertenecemos, lo que determina el corazón de amor de Cristo por nosotros.

Lo único que se requiere para disfrutar de ese amor es venir a Él. Pedirle que nos acepte. No dice: «Quien viene a mí con suficiente contrición», o «Quien viene a mí sintiéndose lo suficientemente mal por su pecado», o «Quien viene a mí con mucho esfuerzo». Él declara: «Y al que a mí viene, no le echo fuera».

Nuestra fuerza de resolución no es un ingrediente necesario para recibir Su buena voluntad. Cuando Benjamin, mi hijo de dos años de edad, comienza a adentrarse en la suave pendiente de la piscina cerca de nuestra casa, instintivamente toma mi mano. Se aferra con más fuerza a medida que el agua se vuelve más profunda. Pero un niño de dos años no puede aferrarse con gran fuerza. En poco tiempo, no es que él se aferre a mí, sino que yo me aferro a él. Si dependiera de su propia fuerza, sin duda se soltaría de mi mano. Pero si yo determino que no se irá de mi alcance, estará seguro. No puede soltarse, aunque lo intente.

Así es con Cristo. Nos aferramos a Él, sin duda. Pero nuestra resistencia es como la de un niño de dos años en medio de las tormentosas olas de la vida. Sin embargo, Su fuerza no permite soltarnos. El Salmo 63:8 expresa esta verdad: «Está mi alma apegada a ti; tu diestra me ha sostenido».

Estamos hablando de algo más profundo que la doctrina de la seguridad eterna, o «una vez salvo, siempre salvo», una doctrina gloriosa y verdadera, también conocida como la perseverancia de los santos.

Hemos profundizado más y llegado a la doctrina de la perseverancia del corazón de Cristo. Sí, los cristianos profesos pueden descarriarse, demostrando que nunca estuvieron verdaderamente en Cristo. Sí, una vez que un pecador se une a Cristo, no hay nada que pueda separarlos. Pero dentro de la estructura de estas doctrinas, ¿cuál es el corazón de Dios, hecho tangible en Cristo? ¿Qué es lo más natural para Él cuando nuestros pecados y sufrimientos se acumulan? ¿Qué le impide despreciarnos? La respuesta es: Su amor. La obra expiatoria del Hijo, decretada por el Padre y aplicada por el Espíritu, asegura que estemos a salvo por la eternidad. Pero un texto como Juan 6:37 nos asegura que esto no es solo una cuestión de decreto divino, sino de deseo divino. En esto se deleita el cielo. Ven a mí, dice Cristo. Te abrazaré y nunca te dejaré ir.

¿Has considerado lo que significa para ti estar en Cristo? Para que seas echado fuera del corazón de Cristo ahora y en la eternidad, Cristo mismo tendría que ser sacado del cielo y puesto de nuevo en la tumba. Su muerte y resurrección hacen que sea justo que Cristo nunca expulse a los Suyos, sin importar con qué frecuencia caigan. Alentar esta obra de Cristo es el corazón de Cristo. No puede soportar separarse de los suyos, incluso cuando merecen ser abandonados.

«Pero yo…».

Proclama tus objeciones, pero nada puede vencer estas palabras: «Al que a mí viene, no le echo fuera».

Para aquellos unidos a Él, el corazón de Jesús no es su casa de alquiler, sino su nueva residencia permanente. No eres un inquilino; eres un hijo. Su corazón no es una bomba de tiempo, son los verdes pastos y las tranquilas aguas de las infinitas garantías de Su presencia y consuelo, cualesquiera sean nuestros logros espirituales. Él es así.

Obtenido del libro “Manso y Humilde”

Dane Ortlund (PhD, Wheaton College) es vicepresidente de publicaciones de la Biblia en Crossway en Wheaton, Illinois, donde vive con su esposa, Stacey, y sus cuatro hijos.

Foto de Ben White en Unsplash

Primary Sidebar

Nos alegra que estés aquí. El propósito de este blog es proveer artículos y otros recursos útiles a los líderes de iglesia. Para cumplir nuestra misión de servir a la Iglesia, nos hemos cometido a ofrecerle un grupo de recursos a los líderes. Estos van desde libros específicos que suplen las necesidades de la iglesia, hasta Biblias de estudio y estudios bíblicos enfocados en el liderazgo; estamos aquí para proveer lo necesario para avanzar en el cumplimiento de la misión de la Iglesia.

Conoce más acerca de nosotros ►
Síguenos en FB 
Síguenos en Instagram 

RECIBE INFORMACIÓN

¿Listo para ser parte de nosotros? Ingresa tu correo electrónico y haz click en «Inscribirse». Es así de fácil.

Puedes adquirir estos recursos en tu librería cristiana favorita:
ESTADOS UNIDOS
AMÉRICA LATINA

CATEGORÍAS

LO MÁS LEÍDO

  • ¿Cómo debería la grandeza de Dios impactar nuestras vidas?
  • Hechos a imagen y semejanza de Dios
  • Dios no te dará más de lo que puedas soportar ¿Es eso cierto?
  • ¿Es bíblico atar a Satanás?
  • ¿Cuál es la fe verdadera?
Copyright © 2022 · Lifeway Christian Resources · All Rights Reserved
Cleantalk Pixel