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Matrimonio

¡Ayuda! ¡Soy padre!

March 8, 2022 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por Juan y Jeanine Sánchez

Antes de tener hijos, lo más probable es que tuvieras sueños y esperanzas sobre cómo criarías a tus hijos, y sobre cómo resultarían. ¡Algo era seguro! NO serías un padre igual a tus padres. No cometerías los mismos errores que ellos cometieron al criarte. Entonces, sucedió. Te transformaste en padre. Rápidamente, esas esperanzas y sueños empezaron a desvanecerse. En algún momento, tal vez incluso cuestionaste tu decisión de tener hijos. Tenías un plan. Pensabas que sabías lo que ibas a hacer. Entonces, llegaron los hijos, y nada salió como esperabas. ¡Es posible que te sientas tan frustrado que hasta hayas gritado pidiendo ayuda! Tal vez no de manera literal, pero en tu mente. A Dios. O quizás también hayas clamado literalmente pidiendo ayuda. Está bien. Nosotros también.

Sin embargo, antes de seguir avanzando, permíteme advertirte que este no es el libro «experto» sobre crianza que resolverá todos tus problemas. ¡Lo lamento! Además, no es el último libro sobre crianza que vas a leer. Seguramente, no es el primero. Entonces, ¿por qué este libro? Porque hemos aprendido que Dios ya proveyó la ayuda que necesitan los padres. Como cristianos, nos dio a Cristo y la buena noticia de la salvación. Nuestros hijos no son perfectos. Es más, nacen pecadores. Necesitan a Cristo, al igual que nosotros. Y nuestros hijos no necesitan padres perfectos. Necesitan un Salvador perfecto. ¡Qué buena noticia, porque Dios ya lo proveyó en Jesús! Además, nos ha dado Su Palabra como el estándar, no solo para la crianza, sino también para toda la vida. Y nos ha dado los unos a los otros: la iglesia.

Una de las cosas que aprendí temprano en la crianza fue a pedir ayuda, con la mayor frecuencia posible y antes de que las cosas se pusieran demasiado feas. Eso empieza pidiéndole ayuda a Dios. ¡Estamos hablando de la oración! Gran parte de nuestra crianza la hicimos de rodillas… orando por salvación, seguridad, sabiduría, esposos piadosos (tenemos todas hijas mujeres), matrimonios fieles y nietos. Comprendes la idea. Además, al mirar hacia afuera, nos dimos cuenta de que había padres que ya habían recorrido más camino que nosotros. Sus hijos estaban crecidos, o al menos, eran más grandes que nuestras hijas. Nos maravillamos al ver cómo se relacionaban con sus hijos y la buena respuesta que obtenían. Queríamos saber qué habían hecho, cómo lo habían hecho y por qué funcionaba. Cuando yo (Juan) servía en un ministerio de jóvenes en una iglesia rural en Florida, Esta- dos Unidos, nos hicimos amigos con uno de los diáconos y con su familia. Él y su esposa estaban criando tres hijas. En ese momento, Jeanine y yo estábamos recién casados, así que no teníamos hijos. ¡¿Quién habría pensado que, según la providencia divina, criaríamos cinco hijas?! Pasamos mucho tiempo en su casa. Los observamos criar. Nos hicimos amigos de sus hijas. Fue una hermosa experiencia mirar y aprender como pareja joven sin hijos.

Más adelante, empezamos a tener hijos propios… ¡todas niñas, recuerda! No teníamos idea de lo que hacíamos. Nuestra idea era que Jeanine se ocupara de todo lo que tuviera que ver con bebés, y yo me concentrara en terminar mis estudios universitarios. ¡No sabíamos nada! Se suponía que asistiéramos a clases de pre-parto, donde nos enseñarían algunas cuestiones básicas del cuidado de bebés, pero nuestra primera hija se adelantó. Tan solo pudimos asistir a una clase. Así que ahí estábamos, una joven pareja de veinteañeros. Llevamos una beba a casa y no teníamos idea de qué hacer. Cuando ella lloraba por la noche, yo despertaba a Jeanine y le pedía que la alimentara. Es más, cada vez que lloraba, le pedía a Jeanine que la alimentara. Era la única forma que teníamos de hacer que dejara de llorar.

Cuando nuestra primera hija creció un poco, la pasamos a una cama pequeña. Nuestra rutina de la hora de dormir era mirar videos de Winnie the Pooh hasta que le diera sueño. Entonces, la acostábamos. Me ponía de rodillas junto a su cama, y le palmeaba la espalda hasta que se quedaba dormida. Después, intentaba salir gateando de la habitación en el mayor silencio posible. Si ella hacía algún sonido o se movía, me apuraba a volver a su lado y empezaba a pal- mearle la espalda otra vez. Recién a los cuatro años de edad aprendió a dormir toda la noche sola. ¡Ayuda!, pensaba. La crianza no puede ser así para siempre, ¡¿no?! Cuando Jeanine volvió a quedar embarazada, le dije que ya era suficiente. No podíamos seguir así con otro niño. Le dije: «¡Vas a tener que ver cómo hacemos, porque no podemos hacer lo mismo que antes!». Al mirar atrás, veo lo egoísta que fui.

¿VAS a tener que ver cómo hacemos? ¿No era acaso una tarea conjunta?

No hace falta decir que tuvimos que buscar ayuda. Alguien le presentó a Jeanine la idea de acostumbrar al bebé a una rutina de sueño y alimentación. ¡Imagínate! En vez de permitirle a la beba que dirigiera nuestras vidas, nosotros podíamos dirigir la de ella. ¡Qué novedoso! Este fue el principio de nuestra transformación. Bueno, de la transformación de Jeanine, para ser sincero. Yo seguía siendo el mismo Juan egoísta. Es más, durante los primeros seis años de nuestro matrimonio, tenía la idea de que Jeanine era la responsable de cuidar a las bebés y a las niñas pequeñas. En algún momento, cuando ya supieran ir al baño solas, pudieran comunicarse verbalmente y fueran más independientes, yo intervendría y me ocuparía. Evidentemente, estoy exagerando, pero no demasiado. Durante seis años, descuidé mis responsabilidades como padre. Y durante seis años, Jeanine leyó los libros sobre crianza y oró para que Dios me despertara a mis responsabilidades. Felizmente, el Señor lo hizo.

A unos seis años de casados, Jeanine me pidió que asis- tiera con ella a una conferencia sobre crianza. No estaba demasiado seguro, pero sabía que tenía que apoyarla. Para mi sorpresa, el Señor me tocó. Tiendo a pensar en forma teológica, y por primera vez, un pastor me mostró mis responsabilidades en la Escritura. El orador hizo un argumento teológico sobre la función de los padres en el hogar y sobre cómo debemos criar a nuestros hijos de manera que glorifique a Dios. Eso me marcó. Volví a casa como un hombre nuevo. Bueno, al menos, como un padre nuevo. Empecé a tomar en serio mi responsabilidad en la crianza. Comencé a guiar y a disciplinar a mis hijas. Me encargué de la rutina de la hora de dormir y empezamos a leer juntos en voz alta. Al recordar aquella época, doy gracias a Dios. ¡Sé que mi esposa también le da gracias! En Su misericordia, Él nos ha permitido criar cinco hijas. No son perfectas. Nosotros tampoco. Por la misericordia de Dios, todas profesan una fe en Cristo. A medida que buscamos formar a nuestras hijas para que reflejaran la imagen de Dios, el Señor las usó para formarnos también. Así que escribimos este libro juntos, no como expertos ¡sino como padres que también clamaron pidiendo ayuda!

Nos alegramos de que lo hayas empezado a leer. Considéralo una colección de lecciones que aprendimos en el camino y que deseamos transmitir a otros en esta travesía de la crianza. Tal vez ya hayas aprendido algunas de estas lecciones. ¡Genial! Nos regocijamos con aquellos que están más adelante que nosotros en este camino. Nos encanta aprender de los que van más avanzados. Pero sospecho que algunas de las lecciones que aprendimos te resultarán útiles. Por eso escribimos este libro. Antes que nada, en la primera parte, queremos afirmar nuestra conversación en la Palabra de Dios. Para aquellos que, al igual que yo, necesiten que los convenzan (o les recuerden) desde la Escritura lo que deberíamos estar haciendo y a qué deberíamos apuntar como padres, empezaremos en el capítulo 1 colocando los cimientos bíblicos y teológicos para la crianza. Nuestro deseo en la crianza debería ser el mismo que el de Dios: tener hijos piadosos. Por eso nos creó. El problema es que, debido al pecado de Adán, todos nacemos pecadores. Así que, en el capítulo 2, confrontaremos la realidad del contexto de la crianza: la caída. Somos padres pecadores que necesitan un nuevo corazón. Si no lo entendemos, gran parte de nuestra crianza será apenas una modificación de conducta. Una vez puestos los cimientos bíblicos y teológicos, pasaremos al capítulo 3 para proporcionar un marco para la crianza cristiana. Es decir, queremos hablar de lo que somos llamados a hacer (y a no hacer) como padres. Si no seguimos el camino correcto, no persistiremos fielmente en una crianza bíblica hasta el final.

En la segunda parte, queremos pasar de las bases bíblicas y teológicas de la crianza cristiana a explicar nuestras responsabilidades bíblicas: mostrar el evangelio con el ejemplo como padres (cap. 4) y enseñar el evangelio desde la Palabra de Dios (cap. 5). Por supuesto, uno de los desafíos como padres es cómo disciplinar a nuestros hijos. Así que, en el capítulo 6, dedicamos tiempo a considerar algunos proverbios y encontrar guía bíblica. Nuestro objetivo es arraigar nuestra función y nuestras responsabilidades como padres en la Escritura.

Por supuesto, si estás buscando ayuda AHORA, las pre- guntas para las que quieres respuestas son las preguntas sobre «cómo». Es lo que esperamos proporcionarte en la tercera parte. Es imposible decir todo en estos capítulos, y tampoco lo intentaríamos. En cambio, considéralos una conversación de una hora mientras bebemos café. En el capítulo 7, Jeanine y yo nos sentamos con padres de niños más pequeños (0-5 años) y hablamos de lo que aprendimos que era más importante en esos años. Una vez más, no podremos cubrir todo. Sin embargo, este rango de edad es tan crucial que no pudimos resumir en un solo capítulo lo que teníamos para decir. Entonces, verás dos capítulos sobre estos primeros años. Nuestra oración es que te resulten útiles. Seguimos nuestras «conversaciones de café» en los capítulos 8 (6-12 años) y 9 (13-20 años). Te animamos a reunirte con otros padres y tener conversaciones similares juntos. Tal vez puedas leer este libro con un grupo de padres de tu iglesia. Anímense unos a otros y oren unos por otros. Aprendan de los demás.

Sabemos que algunos se verán tentados a ir directo a la sección del «cómo» (capítulos 7-9). No podemos detenerte. Ahora que lo compraste, es tu libro. Así que empieza por donde quieras. Pero debemos advertirte algo. Pasar directamente a la tercera parte puede producir algunos resultados deseados de inmediato, pero dejarte frustrado a la larga. Que- remos animarte a criar con la eternidad en mente. Piénsalo de esta manera. ¿Alguna vez quisiste bajar de peso? Es fácil bajar de peso rápido. Muchas dietas están diseñadas para ayudarte a ver resultados de inmediato. El problema es que esos resultados no son sostenibles. Es imposible mantener una dieta libre de carbohidratos mucho tiempo sin ver efectos adversos en tu cuerpo. También puedes bajar de peso rápida- mente mediante mera fuerza de voluntad: cortando calorías o ayunando. El problema es que, en un momento de debilidad, comes algún dulce, y ese se transforma en dos y después tres. Cuando te das cuenta, estás atiborrándote de comida chatarra y recuperaste el peso que habías perdido. Eso se llama el efecto yo-yo en las dietas: arriba y abajo, arriba y abajo. Los médicos advierten que esta clase de dietas no es saludable. En cambio, si quieres bajar de peso y mantenerlo, es necesario que cambies tu forma de pensar, entendiendo lo que la comida le hace a tu cuerpo y cómo te hace sentir. Y hace falta un progreso lento. Eso te permite comprometerte con una mirada a largo plazo. Saltar a la parte 3 es como empezar una dieta libre de carbohidratos o ayunar. Tal vez veas resultados inmediatos, pero no es sostenible. Te anima- mos a ir despacio. Lee el libro con la Biblia a mano. Anota las preguntas que vayan surgiendo.

Al principio de cada capítulo, anunciamos el principio que enfatizaremos en todo ese capítulo. Y al final de cada capítulo, escribimos algunas preguntas para debatir que te ayudarán a seguir la conversación con tu cónyuge o con otros que te animen. Una vez más, considéranos amigos que quieren ayudar al transitar contigo este camino de la crianza. Y por último, te instamos otra vez a orar; a orar por tus hijos, para que Dios les dé un nuevo corazón y puedan seguir a Cristo todos los días de sus vidas. Y también ora por ti, para que el Señor te conceda la gracia de aprender de Su Palabra, para que puedas comunicar Su corazón y empieces a desear para tus hijos lo mismo que Dios desea: que sean piadosos y reflejen Su imagen, para Su gloria.

¡A Dios sea la gloria!

Obtenido del libro “Oye, hijo mio – Una guía práctica para criar a tus hijos en el Señor”


Juan Sánchez ha servido desde 2005 como pastor principal de High Pointe Baptist Church en Austin, Texas. Es graduado de la Universidad de Florida (B.M.Ed.) y el Southern Baptist Theological Seminary (M.Div., Th.M., Ph.D.). Además de entrenar pastores en los Estados Unidos y Latinoamérica, Juan es también miembro del concilio de The Gospel Coalition, presidente de Coalición por el Evangelio, y sirve como profesor en el SWBTS. Juan está casado con Jeanine, y vive en Austin, Texas, al igual que sus cinco hijas, dos yernos, y tres nietos. Puedes seguirlo en Twitter: @manorjuan.

¿Debo orar con mi esposa?

February 24, 2022 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por Martin Manchego

Considero la oración como el fuego que suelda la Palabra de Dios al corazón del hombre.

No es casualidad que los hombres más piadosos de la historia hayan pasado mucho tiempo en oración. Si nuestro Señor Jesucristo separaba tiempo diario para orar a su Padre, ¿cuánto más tendríamos que hacerlo nosotros, que somos pecadores?

La oración: calidad vs cantidad

Hace varios años se ha vuelto muy común la frase “Yo no puedo pasar mucho tiempo con mis hijos, pero el tiempo que paso con ellos es tiempo de calidad”. ¿A qué se refieren con esto? Básicamente, la idea de esta frase es que no se puede invertir mucho tiempo en los niños de la casa, pero el tiempo que se puede se vive al máximo. Aunque esto suene loable, en la mayoría de los casos es una excusa por la poca dedicación que tienen los padres para desarrollar relaciones entrañables con sus hijos, y no solamente con sus hijos sino también con sus esposas.

No quiero generalizar, pero en la mayoría de personas que dicen algo así he notado un afán incesante por el trabajo y por los proyectos propios, poniendo como prioridad lo que no es prioritario. En ese sentido, para muchos la calidad es mejor que la cantidad.

Tristemente, esta forma de pensar ha ganado su lugar en la vida de oración de muchos de nosotros. Es común escuchar que cristianos batallan para tener una vida de oración apasionada y constante. Varios de ellos se han rendido a no tener momentos de conversación con Dios de manera constante, y se han catalogado a sí mismos como hombres que no oran mucho pero que, cuando lo hacen, pasan un pequeño tiempo de calidad.

¿Te imaginas qué sentiría mi esposa si yo le dijera que de lunes a sábado no podré conversar con ella, pero que los domingos pasaremos un tiempo de calidad? Es una locura, ¿verdad? ¿Por qué entonces pensamos que Dios, nuestro Salvador y dueño, se podría alegrar de nuestra pobre vida de oración de calidad?

La oración es un acto de disciplina y conciencia

Alguien dijo que «el que no organiza, agoniza». Me parece una frase muy buena para entender cómo se desarrolla una vida de oración constante y apasionada. La mayoría de los cristianos desea tener una vida de oración ferviente, pero muchos no la tienen porque no se detiene a organizar y pensar: “creo que debería orar por esto”. La palabra de Dios dice: «Orad sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17). Además, en Filipenses 4:6 señala:

No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo
que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho (NTV)

No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y
ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias (NVI)

La Palabra del Señor nos insta a orar en todo momento. Nunca está mal orar, ninguna oración es en vano, no hay oración que esté de más. En mi matrimonio, yo soy el que más gusta de leer y mi esposa es quien más
gusta de orar. ¡Es mi complemento! Ella es muy organizada en sus oraciones y tiene un librito de notas donde escribe todas sus peticiones y documenta las respuestas del Señor. Es muy gratificante la experiencia de leer sus escritos antiguos y ver cómo Dios ha respondido a esas oraciones.

Si aún es una batalla para ti desarrollar disciplina y una conciencia de la necesidad de orar, recuerda que no estás solo: tienes una esposa que te apoyará, o quizá seas tú quien tenga que enseñarle a orar disciplinada y conscientemente.

La oración en pareja nos ayuda a conocernos más

Desarrollar un hábito de oración juntos les llevará a conocerse mucho más. Hay cosas que pasan en nuestra vida que para mí son asuntos sin importancia, pero que afligen a mi esposa y le llevan a orar por muchos días. De la misma manera, hay asuntos que para mí son muy preocupantes pero que para mi esposa son asuntos fáciles de solucionar.

Estando en oración con mi esposa he podido conocer sus debilidades y saber en qué área necesita que yo le apoye. Ha sido para mí como si al escuchar a mi esposa orando, el Señor se hubiera acercado a mí susurrándome: “Para eso estás tú”. Varias veces hemos terminado de orar y mi esposa me ha dicho: “No sabía que eso te afligía tanto”. Este compañerismo será un gran refrigerio para el corazón de tu cónyuge.

Un hábito de oración es un hábito ejemplar

Tener un hábito de oración juntos también será de bendición para tus hijos: no hay nada más hermoso y ejemplar para un hijo que ver a sus padres orando. Los niños son apasionados imitadores de lo que sus padres hacen. Es triste ver a hijos de cristianos que no quieren orar en las reuniones de niños, pues es una de las cosas más bonitas del mundo: ver a un niño orar por su familia, sus amiguitos y sus sueños infantiles.

Algunos consejos prácticos

  • Sé disciplinado en tu vida de oración. Organiza un libro de peticiones, puedes dejarlo en tu mesa de noche y antes de dormir pueden orar por esas peticiones. Por cierto: evalúa tus prioridades si con frecuencia no vas a descansar con tu esposa al mismo tiempo.
  • En tu almuerzo o tiempo libre llama tu esposa o escríbele un mensaje de texto animándole a orar por las necesidades de hermanos o familiares.
  • El siguiente es un hábito que aprendí de mi hermano Sergio Villanueva, quien cada vez que terminábamos una charla me decía: «¿Qué te parece si oramos por esto?». Repite esa pregunta en todas las conversaciones que puedas, te aseguro que será de bendición para tu vida.
  • Oren los salmos. Te recomiendo el libro Orando la Biblia de Donald S. Whitney. La idea es tomar un Salmo cada día, leerlo y orar sobre aquello que Dios les dijo por medio de esa porción.
  • Celebren las oraciones respondidas. Si te organizas podrás ser más consciente de la respuesta que Dios da a tus oraciones. Mi esposa y yo acostumbramos celebrar cada vez que recibimos un Sí del Señor, porque nos alegra, pero también los No, porque entendemos que Dios tiene propósitos en todo lo que hace y permite en nuestras vidas. No tienes que gastar mucho: a veces un sencillo café y unas galletas entre dos pueden ser el marco perfecto para orar a Dios agradeciendo por el Sí y pidiendo fortaleza y sabiduría para los No.


Martín Manchego es pastor asociado y sirve en el ministerio de alabanza y enseñanza en español en la iglesia Metro Bible Church en Southlake, Texas. Es graduado de Teología y humanidades en Texas Baptist College. Además es compositor del album “Perfecto Salvador” y dirige un canal propio en YouTube en el cual comparte devocionales, entrevistas, canciones, poemas y reseñas de libros. Está casado con Denisse. Puedes encontrarlo en YouTube e Instagram.

¿Debo leer la biblia con mi esposa?

February 22, 2022 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por Martin Manchego

Aunque parezca obvio que un buen hábito para todo matrimonio cristiano es pasar tiempo juntos en la Palabra de Dios, esto no es algo común. Debido a las obligaciones diarias, el trabajo, la familia, los hijos, el ministerio, muchos hombres batallan para poder tener un tiempo en el día para su lectura bíblica.

Si esto ya es una lucha, ¿cómo separar tiempo para leer con nuestras esposas? Cada uno de nosotros conoce su rutina y lo ocupado que pueda estar, pero también conocemos que Dios es quien nos provee de 24 horas cada día para que nosotros seamos buenos mayordomos.

En este tema la palabra clave es prioridades. El diccionario la define como:

  • Ventaja o preferencia que una persona o cosa tiene sobre otra.
  • Cosa que se considera más importante que otra.

Debido a nuestra propia pecaminosidad nos justificamos diciendo : “estoy lleno de trabajo”. Otros dicen: “nuestros horarios no concuerdan”, mientras otros argumentan que no saben cómo enseñar la biblia.

(Efesios 5:25-26) dice, “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra”

Debemos entender que Dios en su palabra nos dice “Maridos, amad a vuestras mujeres” y no “Maridos, amad a vuestros trabajos”. Es muy fácil para nosotros amar nuestros trabajos o el ministerio más que a nuestra esposa ya que de alguna manera recibimos recompensa o reconocimiento por ello, sea grande o pequeño.

El reconocimiento de las esposas ya no tiene impacto ni importancia en muchos casos, ya que no son la prioridad. Es por esto que muchos varones no buscan que los horarios concuerden y les cuesta mucho dejar responsabilidades o simples tiempos de ocio.

1 Pedro 3:7 dice: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”.

Otras versiones dicen: “De la misma manera, ustedes maridos, tienen que honrar a sus esposas. Cada uno viva con su esposa y trátela con entendimiento” (NTV); “De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes” (NVI).

En conclusión, debemos vivir con ellas sabiamente, honrándolas, tratándolas con entendimiento y siendo comprensivos. Uno de los tesoros más hermosos y ocultos que tenemos en nuestras casas es el corazón de nuestras esposas. Debemos aprender a descubrir qué es aquello que les afecta, les duele, les inquieta y estar ahí firmes para protegerlas, aliviarlas y darles paz usando la Palabra de nuestro buen Dios. Debemos tenerlas a ellas como la prioridad de nuestra vida por encima del trabajo y el ocio. Si no ministras a tu esposa, ¿cómo podrías mencionar una palabra siquiera en el púlpito?

Definir prioridades en nuestra vida, en la mayoría de los casos, nos va a impulsar a dejar cosas que quizá tengan su valor, pero no más valor que lo principal. Pasar tiempo juntos en la Palabra del Señor es una prioridad en la vida de todo matrimonio cristiano. El esposo que no lleva su hogar a los pies del Salvador no ha comprendido su rol como líder espiritual y está dejando de lado la responsabilidad más grande que aceptó al momento de decir sí.

Tener el hábito de la lectura en casa será de mucha bendición, no solamente para ustedes como esposos, sino para sus hijos y visitantes de su hogar.

Quiero terminar con algunos consejos prácticos muy sencillos:

  1. Lee un capítulo de un evangelio en el momento del desayuno, almuerzo o cena y luego pregúntale a cada miembro de la mesa qué entendió de ese capítulo. No tienen que ser respuestas muy elaboradas, y luego de esto haz una pequeña reflexión de tres minutos.
  2. Cuando llegues del trabajo o en el momento de tu break, escríbele un mensaje de texto a tu esposa preguntándole qué leyó el día de hoy y compártele unos cuantos renglones de lo que tú leíste.
  3. Regálale un libro a tu esposa y compra uno para ti, siéntense a ver los dos índices, tomen un calendario y establezcan cuántos días tomarán por cada capítulo del libro. Si ya tienen un hábito de lectura quizá se les haga fácil leer un capítulo diario. Decidan el día que debe estar terminado el libro y anímense mutuamente a cumplir con su meta. Les aseguro que, si hacen esto, siempre tendrán un tema de conversación.
  4. Anima a otros matrimonios a tener un hábito de lectura en pareja y anímense unos a otros.
  5. Seleccionen un versículo mensual para memorizar. Una forma práctica de memorizar como esposos es colocar el versículo seleccionado en tu fondo de pantalla del celular, junto con una foto de tu esposa. ¡Esto sí que es amor!

Espero que estos pequeños consejos sean de bendición para tu vida. Recuerda lo que dice 2 Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”.


Martín Manchego es pastor asociado y sirve en el ministerio de alabanza y enseñanza en español en la iglesia Metro Bible Church en Southlake, Texas. Es graduado de Teología y humanidades en Texas Baptist College. Además es compositor del album “Perfecto Salvador” y dirige un canal propio en YouTube en el cual comparte devocionales, entrevistas, canciones, poemas y reseñas de libros. Está casado con Denisse. Puedes encontrarlo en YouTube e Instagram.

Tres maneras de proteger tu matrimonio en el ministerio

July 20, 2020 By lifewayliderzgo Leave a Comment

Por H.B. Charles, Jr.

En el 2008 viajé a la otra costa del país para cubrir el púlpito en una iglesia durante un fin de semana festivo. Cuando regresé a casa unos días después, esa iglesia me preguntó si consideraría ser el próximo pastor de su congregación. En ese momento, servía en la iglesia donde crecí y donde mi padre había pastoreado. No tenía ganas de irme, mucho menos mudarme al otro lado del país donde no conocía a nadie.

Sin embargo, fue la voluntad de Dios para mí hacer esa transición. Una parte clave para discernir la voluntad de Dios fue mi esposa. Ella se preocupaba por mí. Ella fue abierta y sincera en su consejo. Sus palabras fueron sabias. Aunque inicialmente estaba convencido de que no era el hombre para llenar el púlpito de esa iglesia y planeé decirles que no, mi esposa dijo: “Necesito que sepas que, sea lo que sea que decidas, tienes todo mi apoyo”. Sus palabras me desafiaron a seguir el llamado de Dios y la transición a esa iglesia.

Esta experiencia me recuerda que no tendría ministerio sin mi matrimonio. Demasiados hombres sacrifican su matrimonio en el altar del ministerio. Más allá de la congregación a la que sirve, su ministerio principal está en su hogar. Debes proteger, resguardar y desarrollar tu relación con tu esposa.

Tres maneras de proteger tu matrimonio

Aquí hay tres formas de proteger tu matrimonio en el ministerio.

Tiempo

Dale tiempo a tu esposa. El tiempo de calidad sigue siendo tiempo. Muéstrale a tu esposa que ella es tu prioridad, no solo el recibir tu tiempo restante. Dediquen tiempo juntos en oración, en el cuidado de su hogar, en la crianza de sus hijos y simplemente en estar juntos. Pasa tiempo con tu esposa.

Conversar

Para construir, nutrir y proteger tu matrimonio, debes pasar tiempo hablando con tu esposa. Deberías estar en una conversación continua con tu esposa donde ambos están escuchando y compartiendo. A menudo aconsejo a las parejas jóvenes que eviten la gran “necesidad de hablar” a través de muchas pequeñas conversaciones y líneas de comunicación abiertas.

Confianza

La confianza toma toda una vida para construir, pero solo unos minutos para destruir. Una vez que se destruye la confianza, puede ser imposible reconstruirla nuevamente. Vive de una manera que proteja la confianza que tu esposa tiene en ti y ama bien a tu esposa.

Adaptado de The Pastor’s Marriage on Ministry Grid.


Traducido desde Lifeway Leadership. El artículo original puede ser consultado aquí.

Foto por Andre Hunter en Unsplash

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