Por Miguel Núñez
¿Qué es lo que mueve al hombre continuamente a buscar el éxito y la prosperidad? ¿Qué lo mueve a buscar prestigio, poder, posesión, posición, popularidad y demás? Si analizamos bien lo que los estudios han revelado, nos daremos cuenta de que el hombre nace con una necesidad inmensa de aprobación; sin esa aprobación se siente infeliz, inseguro, incompleto, inferior, inquieto e insatisfecho. Por tanto, debido a esa insatisfacción interna, se propone adquirir las cosas que cree que calmarán su sed. Piensa que, si es próspero económicamente, su prosperidad le permitirá comprar las cosas materiales que le ganen la aprobación de aquellos que miden el éxito por las apariencias. Muchos piensan que, si compran un auto de una marca prestigiosa, una casa de cierto nivel o adquieren cierta posición, estarán a la altura de aquellos con quienes se relacionan; entonces eso los hace buscar el éxito económico.
Por su parte, la mujer piensa que, si luce al último estilo de la moda, atraerá a los hombres que le interesan y que, cuando esos hombres la vean lucir así, terminarán valorándola y apreciándola por lo que ella es. Sin embargo, en realidad ocurre todo lo contrario. Cuando un hombre es atraído simplemente por la forma como una mujer luce, aprende a valorar su apariencia externa y no tiene ninguna apreciación por lo que ella realmente es. De ahí que, cuando los años avanzan y la mujer ya no luce como en sus años de juventud, el hombre comienza a buscar en otra dirección.
Por otro lado, hay personas que se percatan de su inseguridad en algún momento y piensan que la manera de sentirse seguros es comprando pólizas de seguro: seguros de vida, seguros para la casa, seguros médicos y cosas parecidas. Pero esas pólizas cuestan dinero y, como cuestan dinero, entienden que necesitan ser prósperos para poder comprar seguridad, lo cual es imposible porque nada los puede proteger contra la eventualidad de un terremoto o una enfermedad.
Las pólizas proveen dinero para reparar los daños causados por ciertas circunstancias de la vida, pero no previenen las circunstancias. Aún la adicción al trabajo de nuestros días es un reflejo de los problemas que hemos estado viviendo. La gente trabaja más para comprar más o para sentirse que es alguien importante en la vida. Aquellos que se sienten inferiores quieren alcanzar un peldaño más en la escalera del éxito para sentirse que están por encima del otro. De esta manera, podemos hacer toda una lista de las más frecuentes motivaciones humanas para alcanzar el éxito.
El ser humano busca lo siguiente:
• Prosperidad adquiriendo cosas que le provean seguridad. Pero como bien dijo Salomón: «El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto […] Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen» (Ecl. 5:10-11, RVR1960).
• Una alta posición para no sentirse inferior o por debajo de los demás.
• Poder porque eso lo hace sentir que controla a los demás.
• Prestigio para llenar el sentido de vacío con el cual nace.
• Placer que compra con dinero tratando de anestesiar el dolor
con el que vive.
• Posesiones para poder impresionar a otros y poder sentirse a
su altura, como ya hemos mencionado. Con dichas posesiones, la persona busca decirles a los demás que ha tenido éxito en la vida.
• Mejorar su atractivo físico porque quiere sentir que otros lo buscan y, si lo logra, con eso pretende anestesiar su sentido de soledad.
• Inteligencia para demostrar cuánto sabe y, por tanto, cuánto vale. Con su inteligencia, ese hombre se propone adquirir conocimiento y frecuentemente lo hace, pero eso tampoco lo llena. Lo que el hombre necesita no es conocimiento; necesita sabiduría. El conocimiento nos permite vivir conforme a nuestros propósitos, pero la sabiduría nos permite vivir conforme a los propósitos de Dios.
• Sentirse joven y, por tanto, con sentido de que aún puede. Las cirugías plásticas no son más que un esfuerzo desmedido de parte del hombre que lucha contra el reloj y que no quiere que llegue la muerte. El problema de la cirugía plástica es que nos rejuvenece por fuera, pero nos deja intactos por dentro.
• Perpetuar un nombre. Por eso, hoy en día vemos tantos filántropos que hacen obras de caridad porque buscan perpetuar un nombre para no ser olvidados.
Dios creó al hombre con el sentido de la eternidad en su corazón (Ecl. 3:11) y ese sentir debiera llevarlo a buscar a su Creador. Él es quien trasciende el «aquí y el ahora». No obstante, ese hombre que tiene el deseo innato de ser eterno, en vez de buscar a Dios, busca la forma de extender su vida: tomando sol, tomando vitaminas, yendo al gimnasio, investigando cómo detener el proceso de envejecimiento; y, como resultado, ha cambiado la imagen del Dios eterno por actividades temporales que continúan dejando al hombre sin sentido de propósito.
Es precisamente en momentos como estos cuando no podemos dejarnos seducir por el éxito ni por las ofertas del mundo ni por las artimañas del enemigo. Esto requerirá una vida cristocéntrica, una mente bíblica saturada por la Palabra y una orientación completa- mente vertical en toda nuestra vida.
Obtenido del libro “Siervos para Su Gloria”
Miguel Núñez es vicepresidente de Coalición por el Evangelio. Es el pastor de predicación y visión de la Iglesia Bautista Internacional, y presidente de Ministerios Integridad y Sabiduría. El Dr. Núñez y su ministerio es responsable de las conferencias Por Su Causa, que procuran atraer a los latinoamericanos a las verdades del cristianismo histórico. Puedes encontrarlo en Twitter.