Por Miguel Núñez
Podemos decir que el llamado de Dios es toda tarea que Él le ha asignado al ser humano y que comprende el liderazgo de su familia, el trabajo como miembro de una iglesia, su vocación, su carrera profesional, su labor como ciudadano de una nación y su participación en la comunidad donde Dios lo ha colocado, por mencionar algunas cosas. Su llamado, en el sentido más amplio, es su propósito de vida. Como veremos más adelante, nosotros tenemos más de un llamado. O también podríamos decir que tenemos un llamado en diferentes áreas. Lo que sí quisiéramos dejar en claro es que nuestro llamado y nuestro propósito están íntimamente relacionados. El texto de Hechos 13:36, nos dice que «David, después de haber servido el propósito de Dios en su propia generación, durmió, y fue sepultado con sus padres, y vio corrupción». David no sirvió en el templo ni sirvió primariamente como profeta, como sí lo hizo Natán. Sirvió a Dios primordialmente como rey.
Toda la historia fue orquestada y movida para que en el tiempo perfecto de Dios se produjera la primera venida del Señor Jesucristo (Gál. 4:4); pero lo mismo podemos decir de David, quien sirvió en una generación en particular al igual que cada uno de nosotros. No entramos a este mundo al azar, sino que entramos por diseño de Dios. Faraón fue levantado para que Dios mostrara Su poder en él y para que Su nombre fuera proclamado sobre toda la tierra (Rom. 9:17). Jeremías fue elegido antes de que Dios lo formara en el seno materno para servir como profeta en un tiempo designado (Jer. 1:5) y Pablo fue llamado desde el vientre de su madre para ser apóstol (Gál. 1:15-16), a pesar de que en la primera parte de su vida persiguió a la Iglesia a la que luego serviría. Cada ser humano ha sido creado con un propósito específico en la mente de su Creador. El rey David no fue la excepción, sino la regla. Consideremos nuevamente el texto citado más arriba acerca del propósito de David: «Porque David, después de haber servido el propósito de Dios en su propia generación, durmió, y fue sepultado con sus padres, y vio corrupción». Este versículo contiene tres palabras claves para los fines de nuestra discusión:
- Después,
- Propósito y
- Generación.
El texto habla de la muerte de David, pero nos dice varias cosas sobre esa muerte. Por un lado, nos deja ver que su muerte fue como la de cualquier mortal porque su cuerpo vio corrupción; se descompuso en la tumba de la misma manera que ocurrirá con el suyo y el nuestro. Pero este pasaje también nos deja ver que la muerte de David ocurrió después (esa es la primera palabra clave) de un evento en particular y ese evento fue el cumplimiento de su propósito en la vida. Al nacer, entras a una historia que no comenzó para jugar un rol en particular dentro de ella y saldrás de allí en el momento designado por el autor de la historia. Dios será quien la continúe a través de otros seres humanos. Nosotros entramos y salimos de este mundo conforme al calendario de la Providencia de Dios. Jesús lo dijo de esta manera: «¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?» (Mat. 6:27). Y David lo había expresado de esta otra manera en el Libro de los Salmos: «Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos» (Sal. 139:16). Su nacimiento le da inicio al propósito de Dios en su vida, y su muerte es el punto final de su historia de este lado de la eternidad. David murió, pero no sin antes llenar el propósito de Dios en su vida. Para los que creemos que Dios inspiró cada palabra escrita en el texto bíblico, la palabra después no aparece allí de manera accidental. Con esa sola palabra, Dios nos deja ver que David permaneció con vida hasta que Él culminó Su propósito con David en esta tierra y después murió.
La segunda palabra que queremos explorar del texto de Hechos 13:36 es la palabra propósito. El versículo de Hechos 13 que citamos unos párrafos atrás nos deja ver que Dios hizo nacer a David en el momento que nació porque su vida no solo tenía un propósito, sino que tenía un propósito dentro de su propia generación; por eso no nació en una generación anterior ni en una posterior. Los propósitos de Dios tienen un tiempo específico. «Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley» (Gál. 4:4). Si miras un reloj a las doce en punto, notarás que la manecilla que da la hora, la manecilla que da los minutos y la manecilla que indica los segundos están todas superpuestas y coinciden para marcar las doce en punto. Cuando todos los eventos de la historia coincidieron de esa forma en el «reloj» de Dios, el Padre envió a Su Hijo. Así de preciso es el tiempo de Dios para cada cosa.
El propósito de Dios debe ser llevado a cabo en Su tiempo. Salomón parece haber entendido muy bien este principio, pues en Eclesiastés 3:1 escribió: «Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo». Leamos esto nuevamente: «Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo». El propósito de Dios tiene un tiempo específico y una generación específica. Si tratas de llevar a cabo el propósito de Dios antes de tiempo, fracasarás. Moisés quiso liberar al pueblo hebreo de la opresión y comenzó por matar a un egipcio 40 años antes de que Dios estuviera listo para usarlo. Esa acción le costó mucho, ya que tuvo que huir, y Dios no comenzó a liberar a ese pueblo hasta 40 años después. Y lo hizo a través de Moisés, pero no en su tiempo. Moisés entendió su propósito: liberar al pueblo judío; pero no entendió el tiempo… Su reloj estaba adelantado. El reloj de Dios nunca se adelanta ni se atrasa. Lo que Dios hace hoy en el tiempo lo decidió ayer en la eternidad pasada, fuera del tiempo. Y a partir de ahí, movió la historia en la dirección de Sus propósitos eternos.
La siguiente ilustración que escuchamos una vez quizás podrá ayudarte a entender mejor lo que estamos tratando de decir. Cuando una hija casada de 28 años le dice a su madre que está embarazada, hay alegría, gozo y celebración en ese hogar. Cuando la otra hija de 16 años y soltera le dice a su madre que está embarazada, hay tristeza, lágrimas, vergüenza y dolor. ¿Cuál es la diferencia? El tiempo. La hija soltera se apresuró y actuó de manera pecaminosa fuera del diseño y del tiempo de Dios. Él hace todo hermoso, pero en Su tiempo.
Dios lo colocó a David en medio de una generación en particular para que dentro de esa generación pudiera impactar su era, pero el impacto del propósito de David fue más allá de su generación. Y de esa misma manera, Dios nos ha llamado a hacer algo que impacte nuestros tiempos y que perdure más allá de nuestra generación. Él no lo ha puesto en esta tierra para que registre la historia, sino para impactarla y cambiarla a través de su vida, bajo la dirección y el señorío de Cristo y para Su honor y Su gloria. Los padres que logran criar una descendencia santa para Dios no solo impactan su generación, sino también la próxima. Si lo único que hacemos es quejarnos de cómo están las cosas en nuestros días, solo estamos registrando la historia; pero Dios quiere que la cambiemos y no meramente que la registremos.
Una generación es el conjunto de personas que viven dentro de una misma época. Unos sirven a su generación como David lo hizo y otros se sirven de ella. Cuando tratamos de servirnos de nuestra generación, no encontramos satisfacción ni propósito porque ni siquiera Cristo vino a ser servido, sino a servir (Mar. 10:45). Y esa es otra de las observaciones que queríamos hacer. Muchas veces no estamos satisfechos porque no servimos. No podemos llevar a cabo nuestro propósito cruzados de brazos, en la inactividad. Nuestro Dios no es un Dios pasivo. Cristo dijo: «Hasta ahora mi Padre trabaja, y yo también trabajo» (Juan 5:17). Nuestro propósito está íntimamente relacionado con nuestro servicio. Dios nos llama siervos y los siervos sirven. Además, los verdaderos siervos no solo sirven a los cristianos, sino también al incrédulo como Cristo lo hizo con Judas. El verdadero siervo no es selectivo en su servicio; sirve porque esa es su naturaleza; servir es su gozo y lo hace dentro y fuera de la iglesia.
Cuando cumplió el propósito para el cual fue creado, David durmió. Desconocemos cuántas personas creen que Dios las creó con un propósito definido. Pero esa es la realidad. Nuestro Dios es un Dios de propósito y, como tal, nunca ha creado algo sin que haya concebido previamente el propósito para el cual lo crearía. Ningún alfarero crea una vasija sin pensar primero cuál es el uso que quiere que se le dé. Si es una taza de café, la hace poco profunda al momento de crearla y le coloca un asa; si es un florero, lo hace profundo para que pueda sostener el tallo de la flor y usualmente sin asa. Así también es nuestro Dios; Él nos formó con un propósito en mente. La primera razón por la que cada uno de nosotros necesita encontrar su propósito (ver capítulo anterior) es porque nuestra satisfacción en la vida depende de que hayamos encontrado el propósito para el cual Dios nos creó, y no solo que lo hayamos encontrado, sino que lo estemos viviendo.
Un fragmento del libro Siervos Para Su Gloria (B&H Español)