Por Miguel Nuñez
Algo a considerar para andar en integridad
En la medida en que somos santificados, las áreas grises comienzan a verse cada vez más claras en términos de cómo son en realidad: blancas o negras, o áreas donde podemos ejercer la libertad cristiana, según nos dicte nuestra conciencia, pero amparados siempre en la Palabra. Un Dios que es omnisciente conoce todas las alternativas y sus potencialidades; y por tanto, cada decisión que Él toma es siempre la mejor decisión, habiendo considerado todas las posibles opciones. «De la misma manera que el Israel infiel buscó adorar al Señor y a los dioses de los cananeos de la fertilidad y la prosperidad, así cristianos intentan buscar a Dios y al mundo. Santiago dice que esto no es vacilación: es adulterio»
Dios no es ambivalente, cambiante o relativista; y nunca lo ha sido como afirma el mismo Santiago: Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación (Sant. 1:17). Dios no cambia de opinión. No encontramos ningún tono gris en esta afirmación: estamos con Cristo o contra Él. Una vez más podemos observar que para nosotros existen las áreas grises, pero es obvio que no para Dios. Cada cosa que hacemos o alimenta la carne o alimenta el Espíritu.
Pecado es cualquier cosa que debilite tu razonamiento, altere la sensibilidad de tu conciencia, oscurezca tu apreciación de Dios, o que te quite la pasión por las cosas espirituales. De igual manera, si algo oscurece nuestra apreciación de Dios u oscurece nuestra pasión por las cosas espirituales, eso se vuelve pecado para nosotros porque le está robando a Dios el lugar que le corresponde en nuestras vidas.
Es decir, puede que algo sea muy bueno, e incluso santo, pero si causa este efecto en nosotros, de inmediato se convierte en pecado. El púlpito puede llegar a ser algo pecaminoso si comienza a alimentar el ego del predicador. Nuestra libertad es coartada tan pronto tenemos que relacionarnos con otra persona, pues la Palabra nos manda a considerar el bien de nuestro prójimo antes que el nuestro. Pablo fue un hombre que supo vivir en función de las necesidades del otro y no de las propias. El apóstol Pablo se preocupaba por evitar poner cualquier piedra de tropiezo que pudiera impedir que el evangelio fuera escuchado debido a la manera como él se conducía. Pablo dejó morirse totalmente a sí mismo, a sus deseos y a sus pasiones. Tenía a Cristo en su mente todo el tiempo, y honrarlo era lo único que le interesaba.
Dios no puede juzgarnos a todos igual porque no lo somos. Nosotros, por ejemplo, no podemos juzgar a un niño de dos años que ha hecho sus necesidades en medio de la sala de la casa de la misma manera que lo haríamos si se tratara de un joven de quince años. Si elegimos un camino que no procura los propósitos y la gloria del Señor, cada paso que demos nos traerá alguna consecuencia. Las decisiones no son tan sencillas como parecen y a la vez muchas no son tan complicadas, pero nosotros las complicamos al querer satisfacer nuestros deseos y la ley de Dios a la vez.
Obtenido del libro “Integridad y sabiduría”
Miguel Núñez es vicepresidente de Coalición por el Evangelio. Es el pastor de predicación y visión de la Iglesia Bautista Internacional, y presidente de Ministerios Integridad y Sabiduría. El Dr. Núñez y su ministerio es responsable de las conferencias Por Su Causa, que procuran atraer a los latinoamericanos a las verdades del cristianismo histórico. Puedes encontrarlo en Twitter.
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