Manuel Alejandro Santos
Las instrucciones de Jesús tocantes a juzgar a otros fueron claras, y quedaron expresadas de manera muy sencilla; simplemente: «No lo hagáis.» Por regla general, el cristiano promedio es la persona más ásperamente crítica que se conoce. Es el más perdonado, pero es el más criticón, como si no tuviera nada que esconder. Se le olvida que solo Jesús fue perfecto.
La crítica es una de las reacciones naturales del hombre, pero en el reino de lo espiritual no se logra nada con ella. El efecto de la crítica es dividir las fuerzas de quien es criticado. La crítica es literalmente un veneno humano. El Espíritu Santo es el único que está en posición idónea para criticar, y solo Él puede mostrar lo que está mal sin herir ni dañar.
Es imposible mantener la comunión con Dios cuando se adopta una actitud crítica. La crítica sirve para volverte duro, vengativo y cruel, y te deja con la aplacadora y aduladora idea de que, de una u otra manera, eres superior a los demás.
Jesús dice que como Su discípulo deberías cultivar un temperamento que evite todo tipo de crítica. Esto no sucede rápidamente, sino que es un proceso gradual desarrollado a lo largo del tiempo. Debes cuidarte constantemente de todo lo que te lleve a pensar que eres superior. No puedes esconder tu vida de la mirada escrutadora de Jesús. Si veo la paja pequeña en tu ojo, significa que tengo una viga en el mío (Mateo 7:3–5). Cada cosa mala que veo en ti, Dios la encuentra en mí. Cada vez que juzgo, me condeno a mí mismo (Romanos 2:17–24).
Arroja de ti esta vara que utilizas para medir a los demás y recuerda que en la vida de cada persona hay circunstancias que tú ignoras y que condicionan su conducta. Lo primero que Dios hace es darnos una purificación espiritual plena. Después de esto no hay posibilidad de que queden en nosotros resquicios de orgullo. Nunca he encontrado a nadie de quien pudiese desesperar, o considerar un caso perdido después de comparar, analizando lo que hay en mí aparte de la gracia de Dios.
No juzguéis, para que no seáis juzgados. (Mateo 7:1)
MANUEL ALEJANDRO SANTOS es ingeniero de profesión y con una licenciatura en teología, egresado del seminario teológico de Miami (MINTS), se ha desempeñado como pastor de jóvenes desde hace 7 años. Se considera un comunicador de buenas noticias y un generador de contenidos que promuevan esperanza. Actualmente es el pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana VIDA, en Durango, México.
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