Por: Otto Sánchez
Una de las doctrinas principales de la fe cristiana es el perdón de Dios por medio de la obra de Cristo. Dios se revela como el perdonador y sanador de nuestros pecados y heridas. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, vemos que trata a los seres humanos con gracia y misericordia, que les perdona sus pecados y les da nuevas oportunidades.
Cuando venimos a Cristo cautivados por Su llamado eficaz, el Espíritu de Dios opera en nosotros para darnos un entendimiento que nos lleva a reconocer que Él murió por nuestros pecados, a pedirle perdón por ellos, a confiarle nuestra vida y a arrepentirnos. Entonces tomamos conciencia del perdón de Dios en nuestra vida y comenzamos a disfrutar de esa salvación que nos da.
No importa lo que hayamos hecho, la cantidad de veces ni la intensidad con que lo hayamos hecho porque, si venimos arrepentidos, el Señor nos perdona. Perdón es el acto de no devolver las ofensas recibidas con el castigo que creemos que el otro merece. Entonces desde el punto de vista bíblico, Dios nos perdona por medio del sacrificio de Su hijo Jesucristo por Su pueblo:
- «Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rom. 5:8, LBLA).
La Biblia dice que Dios «no tendrá por inocente al culpable» (Nah. 1:3b); y también que «el alma que pecare, esa morirá» (Ezeq. 18:4b). Dios da la más grande demostración de perdón al enviar a Su hijo Jesucristo a morir en lugar nuestro.
Cristo llevó nuestros pecados para hacerse culpable por nosotros sin merecerlo, y nosotros por Su sacrificio somos considerados justos sin serlo. La Biblia dice que Él «no conoció pecado» (2 Cor. 5:21a), pero Dios manda a Cristo que nunca había pecado a pagar la pena que todos debimos pagar. Ese es el amor de Dios.
Hasta ese punto llega el amor de Dios por Su pueblo. El perdón de Dios actúa en nosotros por el puro afecto de Su voluntad de manera instantánea. No tenemos que hacer nada, solo creer que Jesucristo ocupó nuestro lugar en la cruz. Todo el mérito y toda la gloria entonces son de nuestro Señor porque para ser perdonados lo único que nosotros ofrecimos fueron nuestros pecados. Entonces, por la muerte y resurrección de Cristo, Dios ofrece su perdón amplio y total a todos los que vienen arrepentidos delante de Él. La Biblia dice:
- «En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia» (Ef. 1:7).
Estos pasajes nos muestran que Dios es perdonador. Él evidencia Su carácter al amarnos, al tener misericordia y derramar Su gracia sobre nosotros. El perdón es una de las demostraciones más hermosas y contundentes del amor. De todas las acciones de perdón que podemos encontrar en las Escrituras, la más sublime, grande y sacrificial es la del perdón de Dios por nosotros.
Obtenido del libro “Hacia la meta”
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