Por Juan Sánchez
Nunca ha existido un momento más peligroso para la Iglesia. Ella nada contra la corriente moral de la cultura y, a decir verdad, lucha por mantenerse a flote.
Desde afuera, la Iglesia enfrenta la creciente opresión de los gobernantes tiránicos y la realidad de la creciente persecución a manos de una mayoría anticristiana. Desde adentro, algunos líderes de la Iglesia desvían a los cristianos con interpretaciones nuevas y al parecer más atractivas de la Escritura. Y aquellos que intentan permanecer fieles se quedan rascándose la cabeza con perplejidad, sin saber cómo responder. La situación se ve increíblemente sombría.
Pero el asunto es este: la Iglesia que describí en los párrafos anteriores no es, como de seguro pensaste, la Iglesia occidental de la actualidad. Es una Iglesia en un tiempo y lugar completamente diferentes: Asia Menor en el siglo I y los destinatarios originales del libro de Apocalipsis.
Y esta era una Iglesia en peligro, pues enfrentaba las presiones de vivir en una cultura de inmoralidad e idolatría incontroladas (en Apocalipsis es denominada «la gran prostituta»), la tiranía de un régimen romano opresivo («la bestia») y la discriminación tanto por parte de líderes religiosos romanos y paganos como de las sinagogas judías («el falso profeta»), así como de la población en general («los habitantes de la tierra»).
Pero detrás del telón, todas estas presiones no eran más que herramientas que Satanás («el gran dragón») utilizó en su intento de destruir la Iglesia («la esposa del Cordero»).
Es otra Iglesia, que existió hace dos mil años y a varios miles de kilómetros de distancia; no obstante, algo en su experiencia nos recuerda bastante a la nuestra en la actualidad. Y no es de sorprenderse, porque tu iglesia enfrenta las mismas amenazas, a manos del mismo enemigo que emplea los mismos métodos y utiliza las mismas herramientas. Excepto que en la actualidad esto tiene una apariencia algo diferente. En la escena actual, los cristianos son el blanco de burlas en los programas de entrevistas o en las redes sociales. Los cristianos permanecen en temeroso silencio en su lugar de trabajo por miedo a perder sus empleos. Los equipos de liderazgo de las iglesias riñen debido a las diferencias teológicas. Las denominaciones adoptan una nueva definición del matrimonio […]. No se puede negar. Todas las iglesias están en peligro, y eso incluye la tuya. La pregunta es: ¿qué vas a hacer al respecto?
Querida Iglesia, Jesús nos envía Su amor
La buena noticia es que Jesús ha hecho algo en cuanto a las amenazas que tu iglesia enfrenta; Él nos escribió una carta.
Por lo general, la mayoría de nosotros no considera que el libro de Apocalipsis sea una carta, pero lo es. […] Jesús la escribió para «… mostrar a sus siervos lo que sin demora tiene que suceder…» (Apoc. 1:1) […].
Juan comienza su mensaje con una clara promesa: «Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de este mensaje profético y hacen caso de lo que aquí está escrito, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca» (Apoc. 1:3). En otras palabras, Juan cumple la labor de profeta, y todos los que leen, escuchan y obedecen las palabras de esta profecía serán bendecidos; no serán vencidos por los peligros que enfrentan. Ellos conquistarán; ellos recibirán lo que Dios prometió; ellos serán bendecidos. Y esta promesa es para ti también y para tu iglesia.
Entonces, ¿qué es exactamente lo que tanto necesitamos escuchar? ¿Qué es lo que necesita la Iglesia cuando está angustiada, debilitada, amenazada y llega a preguntarse si Dios tiene el control? Necesitamos una visión. Cuando hay muchos en contra nuestra, necesitamos una visión de Aquel que está de nuestra parte: Jesucristo. Él es Aquel «… que nos ama y que por su sangre nos ha librado de nuestros pecados» (v. 5). Pero Él ya no cuelga de la cruz. En Apocalipsis 1:12-20, Juan describe su encuentro cara a cara con Jesús en Su condición actual: resucitado, ascendido, exaltado, glorificado. Y hay tres detalles que son particularmente alentadores.
Jesús está con nosotros
En primer lugar, vemos que Jesús está con nosotros. El apóstol Juan está orando un domingo cuando de repente escucha una voz. Él se da vuelta y ve «… siete candelabros de oro. En medio de los candelabros estaba alguien “semejante al Hijo del hombre” …» (vv. 12-13). Algunos versículos después, Jesús explica que «… los siete candelabros son las siete iglesias» (v. 20). […] El número siete, que es símbolo de plenitud, indica que Apocalipsis fue escrito para todas las iglesias; incluida la tuya. «El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias» (Apoc. 2:7).
Cual candelabro, toda iglesia debe sostener la luz del mundo y ser un testigo fiel de Jesús y de Su evangelio en un mundo oscuro. Pero debes notar estas palabras de aliento: Jesús, el Hijo del Hombre, está en medio de Sus iglesias; de TODAS ellas, las buenas y las malas. Ante la amenaza, no hay promesa más grandiosa que nosotros, o la Iglesia del siglo I, pudiéramos escuchar: que Jesús está presente con nosotros.
Pero Jesús no solo está con nosotros; Él está con nosotros para gobernarnos, para protegernos y para cuidar de nosotros y de nuestros mensajeros. «En su mano derecha…» esta brillante figura sostiene «… siete estrellas…» (Apoc. 1:16). […]Jesús sostiene las «estrellas» en Su mano derecha; la mano del poder y la autoridad, de la protección y el cuidado. Jesús es soberano sobre estos mensajeros y, por extensión, Él gobierna sobre cada una de las iglesias y las cuida y protege como un pastor a sus ovejas.
Es posible que los peligros que enfrentamos parezcan abrumadores; sin embargo, los superaremos al mirar al Cristo todo glorioso y resucitado. Él está con nosotros; Él se preocupa por nosotros; nos protege; nos provee; nos sostiene en Su mano derecha, de la cual nada ni nadie puede arrebatarnos.
—
Un fragmento del libro 7 amenazas que enfrenta toda iglesia y tu parte en superarlas (B&H Español)
Foto por Kelly Sikkema en Unsplash
Leave a Reply