Por : David Barceló
«De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo»
Cuantas cosas en esta vida te dan alegría, pero luego puedes comprobar que la alegría se disipa. El gozo del mundo es muy frágil. Con muy poco la fiesta se convierte en duelo. Pero el gozo que tendremos nosotros «nadie nos lo quitará» (v. 22). Hoy día la gente busca la felicidad presente, pero mayor deleite tenemos en buscar la felicidad futura. Las gentes prefieren tener gozo hoy, y tristeza mañana. Pero nosotros los cristianos veremos cómo nuestra tristeza de hoy se convierte en gozo mañana. Como una madre que con dolor da a luz sus hijos, pero sabe el dolor presente es preludio del gozo de tener a su pequeño en sus brazos.
Los discípulos vieron a su Señor en la cruz y luego le vieron resucitado. Nosotros también tenemos sufrimiento en este mundo y añoramos poder estar ya con nuestro Salvador, pero cuando le veamos cara a cara «no le preguntaremos nada» (v. 23), porque Su gloria simplemente nos dejará sin palabras y nuestro gozo será completo para siempre. El Señor les dice a Sus discípulos que tiene más cosas que decirles, pero que ahora no las podrían sobrellevar. El Espíritu Santo los guiará a toda la verdad y les hará saber las cosas que han de venir. Así fue en la vida de los apóstoles. El Espíritu los continuó guiando mientras escribían los textos sagrados, y es por la obra del Espíritu que tenemos las Escrituras completas con todo aquello que Cristo quería que supiéramos y todo aquello que a Él le glorifica. Así es también en tu vida y en mi vida. Hay momentos en los que no comprendemos algo de la Escritura, pero entonces el Espíritu interviene guiándonos para poder seguir creciendo en conocimiento de la verdad. Su obra trae consuelo a nuestros corazones al acercarnos a la Palabra.
La tristeza presente es temporal. Aunque a veces nos ahogamos en un mar de lágrimas, lo cierto es que la tristeza terrenal es pasajera. El cristiano sufre en esta vida, y de hecho sufre dos veces: una vez como humano pecador que vive en un mundo caído, y otra vez como siervo del Señor que es aborrecido por el mundo. Pero el Señor nos dice que ese dolor es transitorio. Es una estación en el camino. No es nuestro destino final. Nos espera un gozo que es eterno. En nuestro peregrinaje por esta tierra Jesús nos dice que pidamos y recibamos, para que nuestro gozo sea cumplido. Ya en esta tierra empezamos a paladear lo eterno. La Iglesia es sala de espera del cielo. La gloria y el poder de Cristo interfieren dulcemente en nuestra historia.
Aunque todo lo perdamos por causa del Señor, Sus promesas no nos dejan y la tristeza se convertirá pronto en gozo. Muy pronto. Reflexiona en este gozo, y que las aflicciones presentes no puedan para nada quitar tu mirada de la celebración que te espera. En esta vida hay desprecios, persecución, desengaños, dolor, pero en la vida venidera Jesús enjugará todas nuestras lágrimas. Como dijera Richard Baxter, «nos podrán quitar la cabeza, pero jamás la corona».
David Barceló es originario de Palma de Mallorca, licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma de Barcelona, Master en Teología Bíblica por el Seminario Westminster en California (MA) y Doctor en Consejería Bíblica por el Seminario Westminster en Filadelfia (DMin).
Extraído del libro Un año con jesús.
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